“Todos fuimos extranjeros en algún momento, la tierra no nos pertenece y sólo nos acompaña durante un tiempo”. Estas palabras de Clara Segura al recibir el premio Goya por su actuación en el filme ‘El 47’ han vuelto a organizar un revuelo mediático y político, tal y como ya ocurrió con las referencias a “charnego” de Eduard Sola al recoger el premio Gaudí por “La casa en llamas”.
Que sean dos veces seguidas demuestra que es evidente que asistimos a una batalla cultural aprovechando las películas. Lo que ocurrió al final del franquismo se intenta reinterpretar ahora con una manipulación que no por habitual se debe pasar alto. Y un filme que trata de una forma muy positiva la relación entre catalanes de origen y catalanes recién llegados hay quien intenta, sin embargo, aprovecharlo para insistir en la descalificación, tópica, del nacionalismo catalán. Para deslegitimarlo.
Segura ha dicho sus palabras haciendo referencia, clara, nítidamente, a las dificultades que experimentan quienes llegan hoy a Europa y que son perseguidas o marginadas por su origen. No tengo problema alguno, por el contrario, para compartirlas en este contexto. Pero todos hemos visto cómo muchos de los que las han repetido después y las han aplaudido con entusiasmo han querido utilizarlas para añadirlas al baúl ya lleno de las críticas al catalanismo.
De modo que es necesario aclarar una vez más las cosas, los conceptos.
El concepto de ‘tierra’, en el modelo social y de pensamiento catalán, es fundamental. El catalanismo cultural y político, en el curso de la historia, ha defendido siempre que la tierra no es una propiedad privada, pero que tampoco es un espacio sin sujeto político: es un territorio que pertenece a la comunidad que vive en ella y que tiene la voluntad de gestionarlo de forma soberana, como una nación.
El catalanismo, por ello, siempre ha rechazado la idea de que los derechos sobre un territorio sean arbitrarios o accidentales. Que duran una temporada. Porque los Països Catalans somos lo que somos porque somos una comunidad humana con una historia milenaria de vinculación a un territorio que, sí, es nuestro territorio. No somos una construcción política artificial ni una invención moderna.
Y por eso la permanencia durante los siglos de la expresión “Visca la terra!” (“¡Viva la tierra!”) es paradigmática .”Visca la terra!” tiene un significado que va más allá del simple grito de exaltación porque condensa –en una acción refinadísima de marketing ‘avant la lettre’– la identidad nacional, el arraigo territorial, la resistencia política y la soberanía popular.
A diferencia de consignas patrióticas que en otros países ensalzan a los reyes o al Estado, “Visca la terra!” es un grito soberanista y popular que no hace referencia a una autoridad impuesta que está por encima de la población, sino a un pueblo arraigado en su territorio. Y conecta así con la larga tradición republicana de nuestro país, que siempre ha defendido que el poder emana de la gente.
La tierra, pues, del punto de vista del catalanismo, es el lugar concreto sobre el que nuestro pueblo –no cualquier pueblo, sino el nuestro– ha defendido la libertad, debe defender la libertad. Y por eso entendemos que la tierra, nuestra tierra, nos pertenece.
Históricamente, es obvio que existe una gran diferencia entre cómo se entiende la tierra en nuestro país y cómo se entiende en España. Entre nosotros, el sistema que se ha llamado ‘pagesia’ propietaria ha fomentado el arraigo popular en el territorio. En España, en cambio, los grandes latifundios han estado siempre en manos de oligarquías o nobles y la tierra se ha identificado como algo que les pertenece a ellos y no a todos, como un bien a robar a los ‘moros’ primero o a los indígenas americanos después. En España la tierra es sobre todo una herramienta primordial de control social y de desigualdad.
Y es posible –no acabo de estar seguro de lo que voy a decir ahora, pero creo que es posible– que esa percepción tan distinta, unida a la tomadura de pelo presuntamente postnacionalista de los nacionalistas españoles, esté en el origen del entusiasmo con el que han celebrado la frase objeto de este artículo. Ya se lo montarán ellos, con su ignorancia atávica, pero en cualquier caso nosotros debemos vigilar mucho para no caer en sus trampas, ni dejar pasar sus eslóganes y manipulaciones como si nada pasase.
VILAWEB