La mejor idea de Europa
VICENÇ VILLATORO
ARA
En estos tiempos del Brexit y de las derivas autoritarias o las autarquías judiciales en algunos estados de la Unión, o Europa es una idea o acabará siendo una carcasa. Una idea cultural y moral. Esta semana ha muerto George Steiner, que ha encarnado la mejor versión de Europa y además ha puesto sobre el papel una reflexión espléndida sobre esta idea de Europa (aunque a mí me parece un poco demasiado orientada hacia el norte y poco atenta al sur). Òscar Intente (*) convirtió en un apasionante monólogo sobre los escenarios este texto imprescindible de Steiner. Ahora me ha sorprendido el poco eco de la muerte del que me parece uno de los grandes referentes de la cultura de nuestro tiempo. A ver si con Steiner nos va a pasar como con Zweig. Tras muchos años de olvido, cuando se volvieron a publicar sus memorias -‘El mundo de ayer’- redescubrimos de pronto que encarnaba lo mejor de la Europa que queríamos y que los totalitarismos de mediados del siglo XX destrozaron dramáticamente. Quizás algún día nos daremos cuenta de que en Steiner, en su erudición, en la capacidad de conectar cosas, está el alma que a ratos echamos de menos en Europa. Para que los que amamos la democracia y la libertad tenemos todavía todas las esperanzas puestas en la idea de Europa de Steiner.
(*) https://surtdecasa.cat/centre/espectacles/oscar-intente-george-steiner-idea-europa
Steiner, aprender siempre a leer
SEBASTIÀ ALZAMORA
ARA
Es muy probable que Boris Johnson haya leído a George Steiner, lo que no hace más que multiplicar su cinismo, y la inmoralidad de su populismo de casa buena, hasta cotas insoportables. Aunque fuera sólo por ‘La idea de Europa’ (Un ensayo breve, pero de gran profundidad) todos los europeos ya nos deberíamos sentir en deuda con George Steiner, uno de las grandes cabezas pensantes de los que hemos tenido el placer de ser coetáneos. Sin embargo, y por supuesto, su obra es considerablemente más amplia que el título mencionado. Nacido en Francia y muerto en el Reino Unido, políglota que escribió su obra en tres idiomas -francés, inglés y alemán- porque los tres le eran propios, a Steiner se le suele etiquetar como crítico literario: y es correcto, pero tal vez sería más exacto llamarlo sencillamente lector, y maestro de lectores.
Muchos hemos podido aprender a leer un poco gracias a libros suyos como ‘Tolstoi o Dostoievski’, en la que parte de los dos grandes maestros de la novela rusa para encajar las piezas las dos grandes tradiciones literarias (y, por tanto, las dos grandes visiones del existencia humana) que corresponden a la épica y a la tragedia. En otros, como ‘La muerte de la tragedia’ o ‘Presencias reales’, nos invitaba a dialogar con las grandes corrientes del pensamiento moderno (y a conocer sus raíces antiguas), aquellas que justamente han construido la idea de Europa que él acertó a resumir en la imagen famosa del café: Europa entendida como un café dentro del cual se conversa, se piensa, se escribe y se dialoga. ‘Después de Babel’, otro de sus libros fundamentales, es un alegato a favor de la traducción y de la diversidad lingüística y cultural a través de la historia. ‘Errata’ viene a ser su libro de memorias, pero también es una rigurosa indagación en la relación profunda entre la cultura y la democracia.
Con Zygmunt Bauman y Tzvetan Todorov, que murieron pronto hará tres años, tal vez se pueda decir que formaban una tríada de grandes pensadores europeos (hablar en estos términos, como si se tratara de un ranking o clasificación, seguro que no sería del gusto de ninguno de los tres, pero valga como forma coloquial de expresarse). La preocupación de Steiner ha sido la lectura, es decir, la capacidad humana de descifrar un texto, primero, y razonarlo, a continuación. El acto de leer (con sus dos momentos: comprender y razonar) está en la base de la idea de civilización, pero es ingenuo pensar que leer nos hará necesariamente mejores, porque los textos, y su lectura, también pueden ponerse al servicio del fascismo o de las múltiples formas de la barbarie. Toda la obra de George Steiner es un esfuerzo sostenido y magistral para prevenirnos de los malos textos, y sobre todo de las malas lecturas. Una gran lección, a la que dedicó toda su vida, sobre la responsabilidad que conlleva leer y escribir. La lección permanece vigente como nunca, ahora que en toda Europa resurgen, precisamente, el fascismo y las múltiples formas de la barbarie. También en nuestro país, también más cerca -mucho más- de lo que pensamos.
Steiner, un largo sábado
Lluís Foix
BLOG DE LLUIS FOIX
Cada vez que atravieso un libro de George Steiner repaso las líneas subrayadas para hacerme una cierta idea de lo que acabo de leer. Siempre surcan en sus páginas cuestiones que se remontan a la noche de los tiempos pero que, a la vez, son de una actualidad grandiosa.
Steiner es el judío escéptico que sabe que no se puede dimitir nunca de ser judío pero que hay muchas maneras de vivirlo. En su conversación con Laure Adler, editada bajo el título de “Un largo sábado”, Steiner muestra descarnadamente sus emociones, su racionalidad, su visión del mundo pasado y del presente. Cada día, a sus 87 años, nos confiesa que lee unos pasajes de Parménides, bien de mañana, para mantener viva su capacidad de encontrarse con la realidad.
Escribe que “dadme una mesa de trabajo y ya tengo una patria. No creo en el pasaporte, cosa ridícula, ni en la bandera. Creo profundamente en el privilegio del encuentro con lo nuevo”. Su desconfianza sobre el estado de Israel la ha expuesto de muchas maneras y en muchas ocasiones. En esta conversación la repite diciendo que “durante miles y miles de años, más o menos a partir de la destrucción del gran Templo de Jerusalén, los judíos no han tenido el poder necesario para maltratar, torturar o expropiar a nadie en el mundo. Para mí se trata de la más noble aristocracia que existe”.
Su respeto por los judíos que no piensan como él es extraordinario. Conoce muy bien el cristianismo y ha transitado miles de horas por el Libro de los libros, la Biblia, que trata con una familiaridad casi desafiante. Dice de San Pablo que es el mejor periodista judío de la historia de los judíos. Sabe dónde están los puntos que tanto influyeron en la extensión del cristianismo a partir del siglo primero.
Después de darle muchas vueltas, Steiner llega a la conclusión que “Israel no es la única solución posible. Si ocurriera algo que fuera literalmente inconcebible, si sucediera lo inimaginable, si Israel pereciera, el judaísmo sobreviviría; es mucho más grande que Israel”.
Sus reflexiones son discutidas y discutibles. Pero están muy bien razonadas. Son pensamientos universales que recorren la historia de la cultura en mayúscula, la curiosidad por lo que se desconoce, su valoración por las lenguas grandes o pequeñas, su resistencia a aceptar el angloamericano como solución mundial para comunicarse.
Steiner se ha definido siempre como judío, siempre, en todos sus ensayos, se ha presentado como alguien que está siempre de viaje, orgulloso de no tener casa. Leí en su día el extraordinario prólogo que escribió a la Biblia del Rey Jaime, la versión anglicana más extendida y solvente, en la que demuestra su conocimiento de un pueblo que se ha equivocado mucho pero que ha sabido rectificar y, sobre todo, que ha sabido pedir perdón. El odio entre las sectas islámicas, dice, es increíblemente enorme y cruel, un odio sin perdón.
Hace afirmaciones sorprendentes como la de que hay más niños esclavos en la actualidad que en ningún otro periodo de la humanidad. A sus 18 años escribió “El triste milagro” y decía que muchos alemanes “por la noche tocan Schubert, cantan Mozart, y por la mañana torturan en Aschwitz o en Bergen Belsen”. Decir que sólo es posible en Alemania es un gran error. La maldad puede llegar en cualquier parte del mundo y con las culturas más sofisticadas.
El sentido del humor y la ironía son constantes en el libro. Se refiere, por ejemplo, a la visita que un oficial alemán que visita el estudio de Picasso durante la ocupación y al ver el Guernica, le dice, “”eso lo ha hecho usted?”. No, lo hicieron ustedes. Pero se trata del mismo Picasso que defiende a Stalin en un momento en el que el horror del Gulag y de las masacres estalinistas era innegable.
Es crítico rotundamente con Hannah Arendt diciendo que “una mujer que escribe un libro voluminoso sobre los orígenes del totalitarismo sin decir ni una palabra sobre Stalin porque su marido o amante, Heidegger, era un verdadero comunista estalinista. No gracias”.
Steiner, me interesa porque se desprende de él un gran espíritu libre, una persona leída y viajada, un hombre que es criticado por la formulación extraordinaria de sus ideas aunque muchas veces no se pueda estar de acuerdo con ellas.
Articulo publicado en este blog el 2 de agosto de 2016. George Steiner murió hoy en Cambridge, Reino Unido, a la edad de 90 años.