Espías israelíes en Beirut

 

 

Cuando llegué a Beirut en otoño de 1970 me alojé en el hotel Omar Jayam, ya desaparecido durante la guerra civil, cabe Wadi Abu Jamil, barrio de la comunidad judía libanesa.

A pesar de la salida de la mayoría de su población en 1948 y en 1967, todavía quedaban judíos en Beirut, como el propio canciller de la embajada de España, Sidi del Burgo, que había conocido al poeta catalán Josep Carner cuando este ejerció de cónsul en la capital libanesa desde febrero de 1935 hasta septiembre de 1936, comenzada ya nuestra Guerra Civil. A veces, Del Burgo se encontraba a Carner en pijama escribiendo artículos en catalán sobre la vida en Beirut para el diario La Publicitat. “Esto me interesa más que el sueldo de cónsul, ¿sabe usted?”, le decía Carner.

Si bien los judíos mantenían una discreta presencia, no se ocultaban algunos de sus comerciantes, médicos e incluso periodistas. La sinagoga de Wadi Abu Jamil no fue destruida y sigue intacta en lo que se ha convertido en un exclusivo barrio residencial.

Shulamit Kishik-Cohen, Shula, habitó en los años cuarenta en este barrio y fue una de las primeras espías del Mosad en Beirut. De familia judía burguesa, Shula trabajó para la Agencia Judía e inspiró novelas y filmes, y fue la pionera del Mosad en las entrañas beirutíes. No se puede entender la historia de atentados, asesinatos (sobre todo de líderes palestinos en el exilio) sin el éxito de su acción. Murió en 1917, a los cien años.

Uno de los episodios más espectaculares fue cuando, en 1973, desembarcaron de noche un grupo de agentes del Mosad en la céntrica playa beirutí de Ramlet al Baida. Entre ellos se encontraba el futuro primer ministro Ehud Barak. Allí les esperaban otros agentes israelíes. Con algunos espías disfrazados de mujer para hacerse pasar por parejas, se dirigieron a un céntrico barrio de la capital donde se encontraba un edificio en el que vivían prominentes jefes de la OLP, entre ellos el que fue jefe de su información, al que yo trataba con frecuencia, que fue asesinado en su casa como venganza al atentado palestino de los Juegos Olímpicos de Munich.

Nadie les detuvo y volvieron en taxi a la misma playa, donde les esperaban unas embarcaciones que les llevaron a Israel.

Esta hazaña del Mosad conmovió a la población de Beirut, incapaz de explicarse cómo pudieron actuar con tanta impunidad. Al conocerse años después los detalles de la invasión israelí de 1982, se contaron increíbles historias de falsos pastores que pululaban por los alrededores de la ciudad, tranquilamente…

Es imposible conocer la penetración del Mosad en una población tan fragmentada como la libanesa. De todas formas, no se olvide que el otro poderoso estado vecino, Siria, ha extendido durante décadas su profundo dominio interior, en este caso con importante cooperación local. Muchos de los gobiernos de Beirut dependían de la voluntad de los regímenes baasistas de Damasco.

Otro gran éxito del Mosad fue el asesinato en los barrios musulmanes del oeste de Beirut de Ali Hasan Salam, atractivo hombre de confianza de Yaser Arafat y jefe poderoso de uno de sus servicios secretos, que se casó con Georgina Rizk, miss Universo, viviendo en el ambiente dorado de la alta sociedad beirutí de la década de los ochenta, cuando la élite palestina dominaba el oeste de Beirut. Su asesinato fue un acontecimiento espectacular.

La política y la geografía, ahora Hizbulah, la resistencia palestina, las intrigas y ambiciones israelíes en esta República sin censo de población, con comunidades cada vez más divididas, con una jefatura de Estado vacante, con un gobierno siempre provisional, convierte Beirut en un tentador objeto para toda suerte de espionajes.

LA VANGUARDIA