Un golpe seco, José Luis. Un mazazo. Aplanados. Así nos hemos quedado tras la noticia de tu muerte inesperada. Sin capacidad de reacción.
Has sido uno de los puntales básicos de la eclosión del arte vasco en la postguerra, en la triste secuela del 36. Aquellos años 60 fueron una época magnífica para las artes figurativas, escultura y pintura, en nuestro país. Nos permitieron respirar el aire fresco de las vanguardias artísticas de otros lugares. El grupo Gaur, del que fuiste inductor, fue desde su inicio la expresión más rotunda. Y uno de los actores más destacados has sido tú, José Luis.
Trabajaste muchos formatos. Aquella colección de gran tamaño sobre un elemento pobre –el cartón ondulado- (Oviedo, 1985), luego expuesta en otros sitios, dejó una impronta imborrable en nuestra percepción del arte. Las telas medianas y pequeñas han sido el principal medio en que has manifestado el vigor de tu trazo y la brillante expresión de tu color.
Has cambiado de registro en cuanto a temas y estilo, en ocasiones tornando a formas anteriores, pero siempre con una nueva visión. En espiral. Si volvías atrás era para abarcar más. Te acercabas a algo ya tratado, pero con una perspectiva más amplia. Pasabas por fases de color agresivo a otras más íntimas y melancólicas y cada vez con un retorno más maduro. Siempre con fuerza, con mucha fuerza.
Tu estilo, inconfundible lo percibimos, no es fácil de encuadrar en una escuela. Se reconoce desde la primera mirada; pero ello no simplifica la definición. Era fauvista a la vez que expresionista, concreto, abstracto y medio pensionista. Pero siempre con una enorme capacidad de impacto; de sensación; de no dejar indiferente a quien contempla tus cuadros y, sobre todo, a quien los mira con reposo. Con la exigencia permanente de una mirada activa.
Son inolvidables tus colaboraciones con Mikel Laboa, las portadas de sus discos. Tus trabajos como cartelista, también importantes. Siempre en tu línea de color y expresión. Especialmente acertada, sutil, precisa, fue la imagen que regalaste a Nabarralde para ilustrar el documental “El saqueo de la memoria” sobre los actos de expolio y destrucción del patrimonio perpetrados en la capital, Iruñea, en tiempos recientes. La figura agresiva de las excavadoras entrando a saco, con violencia, en los restos arqueológicos de la Plaza del Castillo, vale más que mil palabras.
Desde aquella primera colaboración hemos conocido tu forma de ser. Y nos hemos encontrado con alguien más que el artista, con una persona asequible, cercana y generosa. En suma, un hombre bueno. Siempre implicado en la pelea cotidiana de este pueblo, con la dureza de su castigo, que supone estar comprometido con una nación vapuleada, sometida desde siglos atrás. Alguien ha dicho estos días, José Luis, pensamos que con acierto, que tenías cara de niño travieso. ¿El punto de la curiosidad? ¿La mirada que ve los colores, que penetra en las formas? ¿La vida como una aventura, un laberinto?
Zume, compañero, colaborador, amigo, te has ido cuando todavía te necesitábamos. Ez adiorik!
Mila esker.