Estos días se está celebrando la XLVII edición de una carrera ciclista con igual nombre que en la dictadura: Vuelta Ciclista al País Vasco. Se sabe que con el final de la tiranía franquista uno de los primeros anhelos y conquistas sociales, en las diferentes naciones sometidas del Estado, fue la libertad en el uso y aplicación de las lenguas propias oprimidas para la toponimia, onomástica, denominación de entidades y acontecimientos. En Euskal Herria éste derecho fundamental, en demasiados casos, ha sido tardía, perezosa y erróneamente aplicado, limitándose habitualmente a una simple traducción al euskara, para quitar el compromiso, colocándolo secundariamente y apenas utilizado por los medios de comunicación. Ni siquiera por aquellos que se les presume una identidad vasca, a pesar de que firman acuerdos y patrocinan todo tipo de marchas y acontecimientos en pro de la lengua, simplemente para guardar las formas, pero muy remisos en el sentido práctico.
Giro, Tour, Volta, Vuelta, Dauphiné Libéré, Midi Libéré… todos los medios y participantes lógicamente respetan y utilizan con soltura y complacencia esos nombres que en ningún caso utilizan la palabra ciclista. El año pasado fui paralizado unos minutos en una carretera de Catalunya para que pasara una prueba ciclista, la Setmana Catalana, llevaban todo tipo de rótulos en catalán e incluso hasta los vehículos de la Guardia Civil. Es la primera vez en mi vida que he visto algo esencialmente correcto en ésta terrible, temible y repudiable fuerza militar española.
La carrera ciclista en torno a nuestro país, deporte muy arraigado socialmente, será probablemente la única competición, junto con otras ridículas claudicaciones llamadas, Seis Horas de Euskadi, Gran Premio de Primavera….. de una nación con lengua propia que renuncia a una única denominación oficial en su idioma vernáculo y se contenta con un absurdo tratamiento bilingüe, que en realidad es un añadido marginal en euskara a modo protocolario. Euskal Herriko Itzulia, por muy novedosa que pueda resultar a otras culturas, con el tiempo se asimila y existen sobradas experiencias de denominaciones aceptadas y utilizadas casi unánimemente, hasta por los más reaccionarios neofranquistas y sus medios de difusión: lehendakari, ertzaintza, ararteko, osakidetza….incluso el nombre Euskal Bizikleta está, afortunadamente, desplazando a su traducción.
No se trata solamente del nombre de la competición sino de la conformación de un paisaje gráfico lingüístico, que además de introducirnos en una paulatina, agradable y asimilable inmersión en el euskara, testimonie la presencia de la lengua vasca de una forma preferencial, cuando deba ser compartida, en la parte superior, a la izquierda… y no en último termino en rótulos trilingües como: Meta, Arrivé, Helmuga; en vehículos: juez de llegada, comisario, servicios…
La denominación de País Vasco es una limitación, no sólo lingüística, sino territorial que parece seguir la intencionada marca turística que creó la desgraciada época de la nefasta ex-consejera-vedette de Turismo y animadora del GAL, la pizpireta Rosa Diez González. Si además transita como corresponde por Nafarroa, esa denominación es desacertada sino ofensiva. Hubiese sido una excelente oportunidad, coincidiendo con su 40 edición, en 2000 como entonces ya reivindiqué en otro artículo semejante, para el cambio de nombre y que recorra todo el ámbito geográfico de Euskal Herria, como al parecer hizo en sus primeras competiciones, 1924-1930, ya que la difusión de su paso por diferentes territorios de Iparralde y Hegoalde contribuiría a un mejor conocimiento y consideración de la globalidad de la nación vasca.
Dado que el deporte depende de Kultura Saila, todas estas deficiencias tan extendidas y no solamente en el mundo del ocio, también ocurren en congresos, conciertos… deberían ser inmediatamente corregidas y las subvenciones que se otorguen condicionadas a la presentación de un previo proyecto lingüístico adaptado a una normativa muy precisa en éste sentido, en el que se evidencie la prioridad, cuando no exclusividad, del euskara en todas sus manifestaciones tanto gráficas como orales. La dejación en este sentido es enorme. Y allí donde se produzcan descuidos, voluntarios o no, los miembros de Euskal Herrian Euskaraz convendría que interviniesen, como un Greenpeace lingüístico con inmediatos métodos correctivos de denucia, llamativos y de enorme repercusión social.
En estos momentos de agresividad global contra todo lo vasco desde España y sus talibanes locales nacidos o residentes aquí, PP, PSOE, UPN, CDN, es cuando con más fuerza hay que autoafirmarse. No se ha hecho en esta legislatura ya creativamente acabada, pero no puede aplazarse más la inmediata rectificación de todas estas expresiones de abandono y desdén por la lengua y la identidad colectiva. Debemos recuperar sin complejos todos los rasgos de personalidad que nos identifican como pueblo soberano. No hay más que observar los carteles electorales, la expresión País Vasco, es una denominación tibia, de connotación turística para uso de forasteros indocumentados y ya actualmente de semántica cuasi fascista. Es una degradación cultural y una demostración de pérdida de autoestima arrastrar esta humillante cursilería denominativa por las carreteras de Euskal Herria.