La presentación en Vilaweb (2020/09/08) del libro “Tornarem a vencer (i como ho farem)”, traducido al español “Volveremos a vencer (y cómo lo haremos)” escrito a cuatro manos por Oriol Junqueras y Marta Rovira y presentado como el camino que preconiza ERC para alcanzar la independencia de Cataluña, me ha llevado a estas consideraciones.
Roger Torrent actual President del Parlament de Catalunya comenzó con una conocida frase de Joan Fuster: “Toda política que no hagamos nosotros será hecha contra nosotros”. Una gran frase, y cierta por lo menos en el caso de que nosotros “hagamos política”. Y aquí, ya, me entra la duda. ¿ERC propone actualmente “hacer política”? Mi respuesta es: no. Y lo razono.
Me da la sensación de que ERC tiene una visión plana de lo que es política. Se queda en un electoralismo de corto alcance Estoy seguro de que muchas personas en ERC tienen una idea más cabal de lo que es, pero el aparato que actualmente dirige el partido, diría que no.
Y esto tiene varios aspectos. El primero consiste en que, según ellos, todo el proceso político se basa en las elecciones. Se asume su valor “democrático” en el contexto actual, sin criticar el sistema de dominación del Estado español sobre los Países Catalanes, Navarra-Euskal Herria, etc., ni su corrupción estructural y la participación que tienen en ella los partidos políticos que sustentan el Régimen del 78.
El segundo, es que tienen una visión muy “estática” de lo que es la política, hacen equivaler los resultados electorales al concepto de “relación de fuerzas sociales” y, también, confunden la idea de “hegemonía” con la del triunfo electoral. Son, ambos, conceptos gramscianos potentes, pero muy devaluados por ERC. La política debe basarse en un análisis que perciba la realidad en su conjunto: estados de opinión, reivindicaciones de calle, encuestas, resultados electorales, movimientos sociales, propaganda, artículos en prensa, twitters, muros de Facebook. Todos ellos son, por supuesto, sesgados hacia una tendencia, empezando por la de los que no dicen nada. De lo que se trata es de percibir el hilo conductor que indique un rumbo.
Sobre la política inciden muchos factores, todos relacionados con el poder. El poder en mayúsculas, el de los estados, las grandes corporaciones y empresas, organismos internacionales… pero también los de los movimientos sociales, sin olvidar los micropoderes, que funcionan sin ‘notarse’, como son las reglas familiares y sociales en general y del modo como opera el ‘nacionalismo banal’. La relación de fuerzas sociales es un factor que marca la tendencia. Los partidos políticos o los sindicatos responden a los valores de alguna de las fuerzas en presencia, pero no representan plenamente los intereses en juego, sobre todo en el caso español en el que están controlados por las subvenciones estatales.
El tercero sería el olvido que manifiestan de la jerarquización de las contradicciones sociales, reflejadas a partir de los diversos intereses en cada etapa. Siempre hay que tener presente cuál es la contradicción principal en un momento dado en el sistema político de referencia, frente a las secundarias. Es necesario para hacer hincapié en ella a la hora de afrontar estrategias, coaliciones, incluso tácticas a corto plazo. Se habla, de constituir lo que, de nuevo Gramsci, se denomina un “bloque histórico”. Éste es otro concepto notable, que poco tiene que ver con las alianzas de los partidos políticos al uso. Va alineado con la idea de “hegemonía”, como expresión de una forma de percibir el conflicto y su posible solución, con independencia de las fuerzas organizadas burocráticamente,
Si nos ceñimos al caso de Cataluña dentro del Estado español, la contradicción principal definida por el propio Estado se produce entre el movimiento independentista y las fuerzas partidarias de mantener el “estatus quo”, que podemos definir como “Régimen del 78“, continuador del franquismo, para abreviar. Es la contradicción que más duele al aparato del Estado y sus intereses. De acuerdo con esto, la “relación de fuerzas sociales” se expresa hoy en Cataluña en el conflicto entre los partidarios de la independencia y los de mantener la unión con España dentro de su Estado.
Una de las mayores aportaciones del Proceso (desde las primeras votaciones en Arenys de Munt en 2009) ha sido conseguir que la hegemonía social en Cataluña estuviera en manos del independentismo. Y aquí entra en juego uno de los principios estratégicos de base, que consiste en avanzar siempre sobre los llamados “datos adquiridos”. No se debe insistir en refrendar datos ya consolidados. Hay que avanzar sobre ellos, con objetivos cada vez más ambiciosos de cara a la independencia. En Cataluña se han hecho múltiples consultas; inicialmente a nivel local, como las comenzadas en Arenys de Munt en 2009, y, posteriormente, dos más en todo el Principado: la de Artur Mas en 2014, tolerada por el Régimen, y el 1-O de 2017 sañudamente perseguido y castigado. Su desarrollo y resultados dejan a las claras cuál es la realidad de la relación de fuerzas y dónde se ubica la hegemonía en Cataluña. Es ocioso seguir dando vueltas a la rueda del hámster. Las fuerzas unionistas ponen en cuestión permanentemente estos logros, pero son maniobras distractivas.
Cuando una nación dominada consigue adquirir unos datos asumidos por su parte (más) activa desde el punto de vista político y conforma la perspectiva social de ver su propia nación y, el mundo en general, se constituye en sujeto político. Condición necesaria para su emancipación. Ese grupo cohesionado y hegemónico concreta el núcleo de la nación. Liderará la lucha por su liberación, por su constitución en Estado. Y es, precisamente, ese conflicto, esa lucha, la que con su movilización social (y no la pasividad del “puerta a puerta” o el “buen gobierno autonómico” que propone ERC) frente al Estado será capaz de “ampliar la base” de verdad y constituir un movimiento imparable que consolide la independencia. Eso será “ampliar la base” de veras, será entrar en una espiral virtuosa que se amplía en su propio movimiento.
Hay un asunto que conviene recordar y que en política (la de verdad) es muy importante. Se trata de la clásica dialéctica entre fines y medios. Es un engaño grave, afirmar que se busca un fin –la independencia- cuando los caminos que se siguen van en sentido contrario. ERC dice que persigue la independencia como fin, pero todos los “medios” que utiliza son los que le ofrece el (escaso) marco autonómico del Estado español. Los medios que emplea son los que determinan sus fines. El resto es una farsa.
Hay una expresión en español que dice “dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces”. En las intervenciones de los participantes de la presentación del libro-programa origen de este artículo, comenzando por la de Gabriel Rufián, se ha insistido hasta la saciedad en que “basta de hacer reproches”. De acuerdo, basta de hacer reproches, pero esta expresión y en el entorno que se ha dicho es un “reproche” de primera magnitud. Los que alardean de que no hay que hacer reproches, comienzan con un gran reproche. Pequeña contradicción. Sobre todo cuando lo que ellos consideran “reproches” de Carles Puigdemont son valoraciones críticas sobre hechos sucedidos a lo largo del Proceso. En estos casos opino que es mejor rebatirlas, o dar la propia versión y valoración, que ignorarlos y esconderlos debajo de la alfombra.
En resumen, ERC plantea un independentismo mágico alejado por completo del análisis de las realidades sociales y basado exclusivamente en la buena voluntad de las personas, su capacidad de sacrificio por la causa y… los resultados electorales. No es fácil saber si ese posicionamiento de su aparato responde a unos intereses concretos y limitados de quienes lo controlan, pero es constatable que sólo lleva a mantener el Régimen del 78. Y dentro del mismo… lasciate ogni speranzza…