Visita de familia

El presidente del gobierno español, M.Rajoy -que se llama igual que un tipo que aparece con el mismo nombre en la lista de los corruptos del PP que cobraba dinero en negro de los sobres de la caja B del PP, pero al que la policía aún no ha podido aclarar de quién se debe tratar- visitó Cataluña bien entrada la noche del 17 de agosto de 2017. con nocturnidad absoluta visitó a los suyos, en la Delegación del gobierno en Barcelona, ​​sin hablar, sin embargo, ni con el president de Cataluña, ni con miembro alguno de su gobierno, ni con los responsables de la policía que había hecho frente, en solitario, a la agresión yihadista. Poco después, una asociación de guardias civiles se lamentaba que, aquellos primeros días del atentado, Cataluña había funcionado, ante el mundo, como «un Estado autosuficiente», dado que el Estado español, de repente, desapareció totalmente de nuestro país.

Dos años después, Pedro Sánchez, presidente en funciones del gobierno de España, ha repetido la visita y en un viaje relámpago se ha desplazado a Barcelona para visitar a los suyos, a la familia, pues. Esta vez, sin embargo, ni siquiera ha podido ir a la sede de la Delegación del gobierno de España en Cataluña, dado que el edificio estaba rodeado por manifestantes que impedían el acceso al mismo. Ha pasado por el hospital a interesarse sólo por sus policías -sin preocuparse del estado de los otros heridos civiles, mossos d’esquadra o periodistas- y ha salido abucheado y con personal sanitario que le abucheaba, con pancartas manuales con el lema «Libertad presos políticos», mientras sus escoltas exhibían subfusil desde dentro del coche.

Después, ha ido a la jefatura de la policía española en Via Laietana, local de infausta memoria, referente arquitectónico de la represión, la tortura y la indignidad en Cataluña, donde ha saludado y alentado a los mandos policiales responsables de la brutalidad uniformada de los últimos días. Me refiero a la violencia policial condenada por Amnistía Internacional, la Comisionada de Derechos Humanos del Consejo de Europa, mandatarios y políticos de diferentes países europeos y que ha sido utilizada por China para aparecer como Estado moderado en comparación con España.

El tal Sánchez, lo mismo que acusa a los independentistas de fractura y división de la sociedad, arengó a los uniformados -«cabezotas», en su apreciación personal- distinguiendo en todo momento entre «ellos» y «nosotros». Entre el hospital y la policía aún encontró tiempo para hablar con los suyos: llamó a la presidenta socialista de la diputación de Barcelona y también a la alcaldesa de la capital catalana, que no es de su partido, por más que a veces lo parezca. Y eso es todo. Él, que acusa al president Torra de no hablar con los no independentistas, ha tenido la cara de venir aquí y, en un gesto de mala educación institucional y nulo sentido de estado, no ha tenido ni la decencia de llamar al president de Cataluña, ignorando a la mitad de la sociedad catalana que quiere Cataluña como Estado independiente, la misma que votó una mayoría de diputados del mismo signo en el Parament de Cataluña.

Hay quien cree que, ignorando la realidad, ésta deja de existir. Y se equivoca quien así piensa. Qué pena todo un presidente de un gobierno de Estado de la Unión Europea que no pueda pasearse tranquilamente por todo su territorio, ¡porque la población civil se lo impide! Esto no es, exactamente, lo que se entiende, convencionalmente, como «control del territorio». Da la impresión, antes con Rajoy, ahora con en Sánchez, que cuando vienen aquí lo hacen a otro país, a terreno hostil para ellos, y por eso lo hacen medio a escondidas y protegidos, lejos de la gente y lo cotidiano. Los gobiernos de la UCD, el PSOE y el PP se reunieron con ETA, que utilizaba el lenguaje de las armas, lo mismo que ellos, pero no son lo suficientemente valientes como para hacerlo con el Govern de Cataluña que utiliza el de las urnas. Hablando de armas están en su terreno, pero esto de la democracia ya se les hace más cuesta arriba, se encuentran incómodos, porque no es su hábitat natural.

Un chiste de Tísner, de 1934, ahora recuperado, no hace otra cosa que demostrarnos que España, la de izquierdas y la de derechas, la monárquica y la republicana -caso de que esta última todavía exista- nunca ha aceptado la existencia del pueblo catalán como sociedad nacional diferenciada y la resolución de la cuestión catalana sigue esperando. Y, en esto, no importa si el partido en el gobierno de España se llama PP como PSOE. En este último caso, los socialistas tienen que demostrar que no son menos nacionalistas españoles que el PP, Cs o Vox y por eso su respuesta es tan bestia. Es por eso mismo que espero que los representantes catalanes que envíen a las cortes españolas estarán a la altura de las circunstancias, allí donde se encuentra el pueblo alzado, y dejarán de hacer de hermanitas de la caridad inútilmente. Los detenidos, los heridos, los apaleados, los heridos, los humillados, los vejados, los amenazados, los maltratados, los insultados por ser catalanes, se lo merecen.

A algunos nos cogerá más tarde de lo que quisiéramos, pero antes de lo que pensábamos, porque, en diez años a lo sumo, esto ya está hecho. Entonces recibiremos con agrado al presidente español con todos los honores, mientras la gente blandirá banderitas con los colores de su país y otras del nuestro, después de haber pasado revista a las tropas de gala que le rendirán honores en el aeropuerto. Tienen la oportunidad única de ser el primer país que nos reconozca y cambiar así la leyenda negra de toda su historia nacional, pasando a convertirse en un país moderno y democrático. Podemos ser buenos vecinos y grandes aliados, tanto que, por mal que canten, ya les garantizamos ahora el voto favorable en el primer festival de Eurovisión en el que participemos, que una cosa no quita la otra…

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