Fauziya, una niña, madre a los doce años, ha muerto a consecuencia de una hemorragia al dar a luz a su hijo, en el poblado de Al Zahara de la provincia de Hodeida, en el Yemen, paupérrimo país de la península arabiga. Cuando sólo tenía once años, su padre la casó con un hombre de veinticuatro, que trabajaba como campesino en el reino de la Arabia Saudí.
Ann Veneman, directora de la Unicef la agencia de la ONU encargada de la protección de la infancia en el mundo, ha publicado un dramático comunicado en el que dice que «el matrimonio infantil arrebata a las niñas su infancia, les priva de la educación, les roba su inocencia».
Fauziya Abdallah Yusef es uno de tantos casos de niñas precozmente casadas y madres, en la sociedad yemení, pobre y tribal. El propio ministerio de Asuntos Exterirores de aquella república, en la que estos dias hay encarnizados combates entre el ejército regular y rebeldes chiís en remotas provincias, afirma que la cuarta parte de la población femenina contrae matrimonio antes de los quince años.
Al comenzar el 2009, el parlamento aprobó una ley que establece los diecisiete años como edad mínima del matrimonio, impugnada por ulemas que la consideran antiislámica, y que no ha sido aún ratificada por el presidente de la república. Como no se ha codificado todavía la Charia o ley coránica persisten las discrepancias de criterios entre los propios ulemas o juristas en cuestiones como el de los matrimonios de menores de edad. Dado que el enlace musulmán se compone de dos fases, la ceremonia de la firma del contrato y la consumación sexual del matrimonio, que puede aplazarse mucho tiempo, fomenta toda suerte de interpretaciones y practicas.
El matrimonio precoz en el Yemen es fruto de las arcaicas costumbres tribales, de la extrema pobreza de la población donde los padres venden a menudo a sus hijas. Con la maternidad antes de los quince años aumentan cinco veces más los riesgos de muerte tanto para la madre como para su criatura, que para las mujeres de veinte. Desde hace años, activistas partidarios de reformas, intelectuales, hombres de religión, periódicos, denuncian estos hábitos que se extienden a otros paises como Arabia Saudí o Afganistán.
Pero ni estas denuncias ni críticas sirven para acabar con esta práctica tan arriagada en la sociedad, ni han conseguido que los gobernantes resuelvan los conflictos de las encontradas opiniones de los ulemas. El calvario de las pequeñas esposas yemeníies es un escándalo. ¿Pero cómo evitar de verdad los matrimonios infantiles, defender los derechos de las mujeres y en particular de las niñas, sin remediar sus causas?