Ventana de otros ojos

En 1997 Jared Diamond era conocido por sus investigaciones ornitológicas en Nueva Guinea, los estudios sobre ecología y conservación de comunidades, y algunas obras de divulgación. Entonces sorprendió con un libro de 500 páginas, Armas, gérmenes y acero, donde se preguntaba, nada más y nada menos, por qué los pueblos euroasiáticos habían dominado a los del resto del mundo y no al revés. Era antirracista: hombres y mujeres de Eurasia no eran más inteligentes, fuertes o innovadores; básicamente, habían encontrado mejores condiciones ambientales, en concreto un mayor número de especies animales que domesticar y una disposición este-oeste de la tierra firme que hacía posible extender la agricultura y ganadería a través de lugares con clima similar. Aunque objetable, como toda explicación simple de asuntos complejos, el libro era inteligente y sus argumentos sugestivos.

Entre las principales críticas se mencionó el aparente determinismo ambiental. ¿Acaso las decisiones humanas no pintaban nada en el devenir de los pueblos? Diamond respondió en 2005 con otro libro aún más extenso, titulado Colapso: cómo las sociedades escogen fallar o tener éxito. La palabra esencial, desaparecida en la versión castellana, era escogen: el ambiente condiciona qué puede y no puede hacerse, pero en última instancia el destino de las sociedades depende de su comportamiento, fundamentalmente al gestionar los recursos. ¿Cómo probarlo? De encontrar dos lugares ambientalmente similares, pero utilizados de diferente forma, podrían usarse como un experimento no planeado. Tal vez ya imaginan donde lo analizó, pues estos días hablan de ello los periódicos.

La isla de La Española estaba totalmente cubierta de bosques cuando llegó Colón. Con el tiempo, el tercio occidental se convirtió en Haití y los dos tercios orientales en la República Dominicana. En realidad, ni haitianos ni dominicanos escogieron cómo usar su país, pues a lo largo de la historia lo hicieron por ellos colonizadores, latifundistas y dictadores. Deforestaron Haití (queda un 1% del bosque original), mientras que respetaron parte del arbolado (el 28%) en la República Dominicana. Como consecuencia, en Haití faltan madera y carbón vegetal, la erosión arrasa el suelo fértil, hay menos agua dulce y energía hidroeléctrica… Según la ONU, la República Dominicana ocupa un lugar intermedio a nivel mundial en el índice de desarrollo humano, mientras que Haití está entre los más bajos. De haber conservado los recursos, los pobres haitianos no hubieran evitado del terremoto, pero enfrentarían mejor sus consecuencias. Reconstruir el país debería incluir la restauración ambiental.

 

Miguel Delibes De Castro

* Profesor de investigación del CSIC

 

Publicado por Público-k argitaratua