En las proximidades de las elecciones todos los partidos incorporan cierta dosis de valencianismo a sus manifiestos publicitarios. En muchos casos, será que piensan que si hay algún voto por ganar con estas chorradas, no hay que dejarlo pasar. Y digo ‘chorradas’ para atendiendo a la práctica cotidiana de estos mismos partidos, fuera del periodo electoral, es evidente que consideran sobrante cualquier tendencia al valencianismo.
El valencianismo del PP queda perfectamente definido por la actitud de dos de sus alcaldes en un acto público del partido. Al alcalde de Vila-real le faltó tiempo para pasar a hablar en español, en el momento en que sus correligionarios le gritaban por haber osado iniciar su discurso en valenciano. Si le hubieran presionado un poco más, no tengo duda de que habría acabado añadiendo un encantado «a Vuestra órdenes, camaradas». La siguiente oradora, la alcaldesa de Torrent, nos proporcionó la esencia auténtica del valencianismo del PP, cuando declaró que consideraba un defecto ser valenciano parlante, y se disculpó -por adelantado- por si acaso se le escapaba alguna palabra en esta lengua tan indigna. Creo que no hay que añadir nada más para definir el grado de valencianismo de este partido. Podemos considerar que la inquina con que persigue toda manifestación cultural valenciana es simplemente una consecuencia de esa manera suya de entender el valencianismo, como un esfuerzo consistente en liquidar todo (música, espectáculos, enseñanza …) lo que no sea estrictamente en castellano.
Por su parte, el valencianismo del PSOE queda perfectamente retratado con su eslogan ‘altre camí és possible’. Alguien quizás se preguntará qué es eso de «otro camino». Muy fácil, es la traducción de «otro camino» hecha por un traductor que -tanto si es automático como si es humano- tiene el mismo interés por la lengua de los valencianos que los alcaldes del PP (Nota del traductor: equivaldría a decir en euskera ‘beste bidea’ en lugar de ‘beste bide bat’). Ninguna agrupación local del PSOE, en ningún pueblo de todo el estado no habría consentido nunca un eslogan en español que dijera «Un Otro camino es posible». ¿Y por qué? Muy fácil: porque lo considerarían una muestra intolerable de analfabetismo, y una señal inequívoca de incapacidad. En cambio, el error en valenciano es -para ellos- una cuestión menor. Exactamente eso, un tema menor, somos los valencianos y nuestro país, para ellos.
Mientras tanto, mi hija, que está aprendiendo a leer, y se fija en todos los carteles que encuentra, me pregunta cómo es que están todos escritos en español. Es difícil explicar a un niño de cinco años que los valencianos somos sólo ciudadanos de segunda categoría, y que no tenemos tantos derechos como nuestros vecinos hispanohablantes, cuyos hijos sí pueden practicar la lectura con los escritos que encuentran por calle. He pensado que sería bueno trasladar la pregunta de mi hija a los candidatos del PPSOE (bueno, ahora que hay elecciones y se presentan por separado, quizá habrá que decir ‘a los candidatos del PP y del PSOE’).
Puedo intuir qué me responderían: que tengo que explicar a mi hija que estamos en España. Quizás tienen razón, y eso lo aclararía todo, pero es que mi hija -ya he dicho que sólo tiene cinco años- todavía no entiende de cuestiones militares. Es más, seguramente -con la inocencia propia de la edad- no encontraría ninguna contradicción entre estar en España y poder encontrar carteles escritos en su lengua. ¡Cosas de niños!