Una mujer coloca claveles rojos en el monolito de Valcaldera Fermín Pérez-Nievas
Medio centenar de personas participan en el recuerdo a los 52 fusilados y reclaman sus restos desaparecidos
Con la vista más puesta en el futuro que en el pasado, para tratar de conseguir que Valcaldera se convierta en un lugar de referencia de la memoria histórica navarra, más de medio centenar de familiares de personas acudieron hoy a este lugar de Cadreita donde el 23 de agosto de 1936 fueron asesinados impunemente 52 personas, a las que, cínicamente, les habían dado la libertad en la cárcel de Pamplona. Solo uno escapó de las balas, Honorino Arteta.
El recuerdo de estos 52 es la causa de que se colocara un monolito en el lugar donde se encontraba el corral de Valcaldera contra cuyos muros les asesinaron por pensar diferente que quienes se encontraban al otro lado de los mauser. Pero el acto de este año estuvo más centrado en mirar al futuro y buscar la creación de un lugar que sea referencia del especial simbolismo que tiene este paraje dentro de la memoria de la Guerra Civil en Navarra.
Como ha explicado José María Gastón, director del Instituto Navarro de la Memoria Histórica, «tenemos un proyecto para convertir este lugar en un centro para la memoria de las escuelas que lo visiten, dentro de unos itinerarios que sean efectivos y que podrían estar unidos con Tudela, Peralta, Fustiñana, Zúñiga u otros muchos donde hubo asesinatos así». Este proyecto al que se ha referido Gastón tiene un carácter más «escultural que urbanístico» con la intención de que en el año 2022 este terminado para «invitar al recuerdo». Este lugar es ya uno de los casi 20 que existen en Navarra para recuperar la memoria, si bien no es un número cerrado, «cada rincón donde hubo violencia es un espacio que puede ser rincón de la memoria», ha completado Gastón.
Con esa intención se pretende que en 2022 se cree una red divulgativa de «espacios de memoria» en los que a través de códigos QR se pueda fácilmente asociar con otros lugares en la comarca «para conocer la magnitud del genocidio de 1936». En este sentido Valcaldera, ha explicado Gastón, tiene un peso especial por ser «emblemático» y puede convertirse en un «totem que tenga una actuación mayor que debe partir de las entidades locales que podrían pedir subvenciones, ya sea para un monumento, una actuación o una actividad que recuerde lo ocurrido aquel 23 de agosto».
En la presentación del homenaje organizado por AFFNA36, su presidenta Amaia Lerga, ha recordado que los asesinados en Valcaldera han sufrido tres desapariciones, «cuando fueron asesinados, cuando los trasladaron al Valle de los Caídos y cuando los sacaron de allí y desaparecieron» en 1980, sin que se conozca su paradero. Por este motivo hace un llamamiento, «¿qué pasó con aquellos restos, alguien tiene que saberlo y quien sea no se puede morir con ese peso sobre su conciencia. Debe dar cualquier pista sobre su paradero, verdad justicia y reparación para los familiares», ha concluído.
También ha estado presente el corellano Fermín Arellano (de 87 años), cuyo padre, Juan Arellano fue fusilado la madrugada del 26 de julio cerca de la carretera de Ejea, junto con otras siete personas, entre otros el alcalde, detenidos en Corella el 18 de julio y presos en la casa cuartel de la Guardia Civil. En la cuneta los dejaron desangrándose hasta que de madrugada los llevaron al cementerio de Tudela donde los dejaron abandonados en la entrada. Fermín Arellano participó en la comisión navarra que consiguió sacar los restos de 133 navarros del Valle de los Caídos. «Recorrimos pueblo a pueblo para saber de dónde podían proceder los fusilados que allí había, fueron años muy duros», ha recordado.
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