Unidad de destino ferroviario

El horizonte colectivo de una nación que forma parte de un Estado que no es el suyo no puede ser otro que la estatalidad, el propio Estado nacional. Y el de los estados con varias naciones no es otro que la nacionalización de todos los pueblos de acuerdo con el perfil de la nación dominante. Destruir la diferencia nacional de los que son distintos es esencial para homogeneizar todo según el modelo hegemónico. Es una tarea de siglos, que debe ser realizada con regularidad, tenacidad e inteligencia, si bien esta última calidad no suele ser la más destacada en el proceso de españolización de todas las comunidades nacionales sometidas a ella.

Más allá del poder administrativo, judicial y militar, imprescindible en todo proceso de alienación nacional, la colonización cultural española en los Países Catalanes del sur de los Pirineos se hace por numerosos canales y conductos. Por ejemplo, el sistema educativo reglado en todos los niveles y especialidades, los medios de comunicación en los formatos más diversos, la coherencia político-administrativa que da el marco legal del estado de derecho (documento de identidad, pasaporte, carnet de conducir, ligas deportivas, selecciones nacionales, travesías, loterías, etc.) y una arquitectura oficial de todos los estamentos de la administración, idéntica en todos los territorios.

En los marcos plurinacionales, sometidos al control de una sola nación, cuando se está bajo una dictadura, como en los casos de España con Franco o de la URSS con Stalin, el poder del Estado fomenta los movimientos migratorios del grupo étnico hegemónico hacia otras naciones culturales para utilizar la penetración demográfica exterior, generalmente de forma inconsciente para sus protagonistas, como instrumento de socialización de hábitos, normas, valores, lengua dominante y un universo simbólico distintos al de la sociedad de acogida.

La tradición adjudica a Castilla la labor permanente de homogeneización en todos los territorios del Estado. Pero, hoy, esta afirmación ya no se sostiene por no ser Castilla, sino Madrid, quien se ha quedado España y quien somete todo lo demás, Castilla incluida, a los intereses y privilegios de las élites dominantes que residen y de los sectores dirigentes ‘subcontratados’ en las distintas naciones. En España todo comienza y todo acaba, pues, en Madrid. Por eso ya no importa que, en la Puerta del Sol, hayan tenido el poco sentido del ridículo de colocar una placa en el suelo donde se indica con orgullo provinciano-imperial que allí está el Km 0 de todas las carreteras del Estado. Para ellos, eso es el centro del mundo. Todo está pensado en función de Madrid, por lo que también la forma de organizar las infraestructuras del transporte de personas y mercancías (e ideas, y lengua, y universo simbólico referencial) obedece a esta lógica centralista, anticuada e incompetente.

Durante muchos años, el aeropuerto de Barajas monopolizaba los vuelos transoceánicos, marginando al mismo tiempo el de Barcelona y condenándolo a ser un simple aeropuerto regional, hasta que la situación ya se hizo insostenible. Teniendo en cuenta que el País Valenciano y Cataluña son el área más dinámica del Estado desde el punto de vista económico y la más exportadora, lo lógico sería pensar que es también la mejor comunicada por carretera y por tren. No ha sido ni así. Mientras que en Madrid no saben lo que son los peajes, aquí hemos pagado toda la vida hasta hace cuatro días para ir por autopista y comunicarnos entre nosotros.

Todo está pensado para ligar Barcelona y Valencia con Madrid, pero no Barcelona y Valencia. Esto explica por qué, habiendo la misma distancia kilométrica entre Valencia y Barcelona que entre Valencia y Madrid, se haya priorizado la circulación rápida entre la capital del Turia y la de España y no entre Valencia y Barcelona, ​a ​donde no podemos ir con AVE y donde todavía existen tramos de vía única: Valencia-Madrid, 1h58 minutos, desde 7 euros, Valencia-Barcelona, ​​2h47 minutos, desde 32,45 euros. Por eso, la semana pasada, un tren averiado que iba de Valencia a Barcelona se detuvo en L’Ametlla de Mar, a sólo 128 kilómetros de la capital catalana, retrocedió hasta… Madrid y de allí hacia Barcelona. En fin, la estupidez centralista e incompetente sigue dominando España.

EL PUNT-AVUI