Un testamento esencial

Aún con la tinta fresca, ha llegado a las librerías la última obra de Tony Judt, además de eso, el libro póstumo del historiador inglés. «El refugio de la memoria» se presenta como un intento de memorias críticas del autor, según una recopilación de artículos publicados anteriormente y revisados en los últimos días de su vida, cuando la esclerosis amiotrófica iba finalizando el trabajo. Pocos meses antes había publicado «Algo va mal», un ensayo imprescindible en el debate sobre la sociedad actual, que fue pensado y dictado por un Judt ya paralizado por la enfermedad. Una y otra obra, complementarias, forman el testamento cívico de un hombre preocupado por un mundo en crisis pero esperanzado en la búsqueda colectiva de caminos de salida.

Tony Judt, judío secular de antepasados lituanos y con nombre (Toni) destinado a honrar a un familiar muerto en Auschwitz, se proclama socialdemócrata convencido, lejano a los postulados del nacionalismo restrictivo y abierto a todo lo que signifique un paso adelante en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Es en estos parámetros como critica a la izquierda doctrinal, cerrada en férreos supuestos inamovibles, y desconfía del liberalismo moderno poco solidario, en busca de una tercera vía, difícil pero posible, situada entre la socialdemocracia y el liberalismo clásico. En la plenitud de su vida como historiador, hace cinco años, Judt (Londres, 1948) publicaba «Posguerra», la mejor y más documentada historia crítica de la segunda mitad del siglo XX, desde la caída de la Alemania nazi hasta a la invasión de Irak, desnudando la crónica de la evolución del viejo continente, de este a oeste, desde la derrota consecuencia de una brutal guerra inhumana hasta la antesala de la actual crisis económica. De hecho, una larga etapa que, sin duda, tiene todos los componentes de una posguerra.

En 2008 se le diagnostica una enfermedad degenerativa en proceso muy activo, que él mismo describe en el libro de memorias. El tiempo se acorta y le quedan muchas cosas por decir, todas las que va pensando en noches de insomnio y que dicta a sus ayudantes entre las dificultades de un cuerpo que no responde a los impulsos del cerebro. Con firmeza, se plasma sobre papel el pensamiento de un intelectual preocupado por el futuro de una humanidad que le sobrevivirá y a la que quiere hacer heredera de sus razonamientos. «Ill Fares the land» y «The memory chalet» son el resultado que condensa su mensaje. Judt había dedicado gran parte de la vida a reflexionar sobre la historia política del siglo XX, ahora, quiere denunciar el peligro de un mundo atrapado por una intensa crisis económica y social, donde la sociedad del bienestar ha agotado las ideas. Las políticas restrictivas imponen un montón de recortes a la cosa pública y desvelan los deseos exclusivistas del capitalismo más brutal. Por primera vez en la historia, dice Judt, la próxima generación será más pobre que el anterior y nuestros hijos tendrán muchas más dificultades que nosotros. Seguro, la sanidad, la educación y las pensiones, grandes éxitos de la sociedad del bienestar, pueden entrar, si no han entrado ya, en un período de dificultades y restricciones. Tiempos de dificultades, cuando se impone el malestar y el mundo no sabe cómo salir adelante.

Muchos ejemplos demuestran que la desigualdad cada vez es más pronunciada, desde los recursos más primarios hasta los más globalizados. Aquí tenemos el problema principal que hay que afrontar desde una visión progresista. La cotidianidad demuestra que es en un ámbito de equilibrio social donde la gente es más feliz y se acortan las tensiones entre la ciudadanía. Judt deja escrito que el egoísmo es incómodo incluso para los egoístas y que la fraternidad es imprescindible para dar un paso adelante. El historiador no es pesimista, cuando la batalla de las ideas se hace presente, ahora hay que mirar el mundo desde una posición crítica, evaluar lo que no funciona y actuar según estos conocimientos. «Hasta ahora -escribe Judt- los filósofos sólo han interpretado el mundo de diversas maneras, la cuestión es cambiarlo».

Con plena independencia política y confesada confianza en la socialdemocracia, desde el rigor y el compromiso, Tony Judt apuesta por una historia total, de la que no se puede renunciar al pasado y no se puede olvidar el futuro. Mientras esperaba la llegada de la muerte, él no quiso dimitir de la esperanza en una nueva era, cuando tres décadas de egoísmo queden atrás y unas nuevas condiciones de vida, más igualitarias, impongan su criterio. Así, un testamento esencial.

 

Publicado por Avui – El Punt-k argitaratua