El espíritu de Josif Vissariònovitx Djugaixvili, conocido por Stalin, vuelve a planear sobre Rusia. Quizás nunca se había ido. Los porcentajes de la encuesta publicada por el Centro Levada -el único independiente que hay en Rusia- son impresionantes. A la pregunta «¿Qué papel cree que jugó Stalin en la vida de nuestro país?», un 52% de los encuestados responden que tuvo un papel más bien positivo mientras que para un 18% fue totalmente positivo. En total, un 70% valoran bastante bien la figura del dictador y sólo un 19% lo consideran un personaje negativo. Este 70% de apoyo a Stalin es, además de impresionante, espectacular si se tiene en cuenta que en la primera encuesta que hizo el Centro Levada sobre el líder soviético, en abril de 2003, las respuestas positivas ya sobrepasaban el 50%. Pasados dieciséis años, los niveles de admiración, respeto y simpatía se han intensificado. Para millones de rusos Stalin es el hombre que garantizó la justicia social y salvó la integridad del país ante el zarpazo de Hitler. Un estalinismo emocional se ha mantenido, pues, latente en grandes sectores de la sociedad tanto antes como después del derrumbe de la Unión Soviética. Hay un estalinismo sociológico porque no hubo una desestalinización parecida a la desnazificación en Alemania.
Cuando se adentra en las maldades del régimen estalinista, la encuesta Levada da datos para la reflexión: un 46% creen que el terror de Stalin es exculpable a la vista de los avances socioeconómicos. En cambio, para un 45% ningún progreso social puede justificar la represión. Las cifras reflejan que no pocos del 70% de encuestados que ven en Josif Stalin un gobernante positivo se estremecen cuando se recuerdan sus crímenes. Precisamente, mientras el Levada elaboraba la encuesta, la memoria histórica rusa vivía un descalabro: a finales de marzo varias sentencias de diferentes tribunales ampararon al FSB, sucesor del KGB, para cerrar el acceso a los archivos de víctimas del NKVD, la policía del estalinismo. Se calcula que hubo un millón de fusilados y unos seis millones de deportados y encerrados en campos de concentración. Las resoluciones judiciales culminan la estrategia de obstáculos a los investigadores desplegada por Vladimir Putin, que, no hay que olvidarlo, se formó en el KGB y fue uno de sus jefes. Ahora, con una encuesta de resultados enaltecedores de la figura de Stalin, el Kremlin queda política y moralmente cubierto cada vez que una orden judicial o administrativa del ‘deep state’ ruso impida el acceso a libros de registro.
Stalin-Putin: transversales
Curiosamente, el 70% de rusos que ven positivo a Stalin se acerca al 76% que apoyaron a Putin en las elecciones de marzo de 2018. No hay casualidades. La encuesta del Centro Levada da bastante información sobre el tipo de voto que hay detrás de las respuestas y expone que la mayoría de los que apoyan a Stalin votan mayoritariamente a Putin -algunos al Partido Comunista ruso y algunos a los ultras de Vladimir Jirinovski-. El voto a Putin es transversal, y abarca gente de todas las edades y sectores sociales, más o menos como los que expresan apoyo a Stalin: de los mayores de 55 años a los más jóvenes, la franja de 18 a 24 años. Y ante los datos y cifras que dan cuerpo al estalinismo sociológico, no puedo evitar -cambiando de registro- la tentación de preguntarme cuáles serían los resultados si el CIS se pusiera a preguntar sobre la figura de Franco.
ARA