La perestroika, la serie de reformas políticas y económicas que emprendí en
Llevamos a cabo la perestroika porque nuestro pueblo y los dirigentes del país entendían que ya no podíamos seguir como hasta entonces. El sistema soviético había convertido a nuestro país en una gran potencia con una robusta base industrial.
Recorrimos un largo camino en poco tiempo, pasando de un intento de reparar el sistema existente al reconocimiento de la necesidad de reemplazarlo. Nuestro principal error fue actuar demasiado tarde para reformar el Partido Comunista, y pronto se convirtió en un estorbo para nuestro avance. También cometimos otros errores. En el fragor de las batallas políticas perdimos de vista la economía, y el pueblo no nos perdonó por la escasez de productos de primera necesidad. No obstante, los logros de la perestroika son innegables. Fue la brecha para llegar a la libertad y la democracia.
Tras el desmembramiento de
Para el cambio de siglo, el país estaba semidestruido y nos enfrentábamos a la perspectiva del caos. La democracia estaba en peligro. La reelección del presidente Boris Yeltsin en 1996 y la transferencia del poder al heredero designado, Vladimir Putin, en 2000 fueron democráticas en la forma pero no en la esencia. Entonces comencé a preocuparme por el futuro de la democracia en Rusia. Comprendía que en una situación en la que la existencia misma del Estado ruso estaba en juego, no siempre era posible actuar de acuerdo con las reglas establecidas. En tales momentos, quizá se necesiten medidas decisivas y duras, e incluso rasgos de autoritarismo. Es por eso que apoyé las medidas que tomó Putin durante su primer mandato. No fui el único: del 70 al 80% de la población lo apoyó en aquellos días.
Pero estabilizar el país no puede ser el único objetivo ni el último. Rusia necesita desarrollo y modernización para convertirse en líder en un mundo interdependiente. El país no se ha acercado a ese objetivo, aun cuando durante una década nos hemos beneficiado con precios altos para nuestros principales productos de exportación, el petróleo y el gas. La crisis mundial golpeó a Rusia con más violencia que a muchos otros países, y la culpa es sólo nuestra.
Rusia avanzará con confianza sólo si sigue el camino democrático. En los últimos tiempos, ha habido una serie de tropiezos en este aspecto. Por ejemplo, todas las decisiones importantes ahora las toma el Poder Ejecutivo, mientras que el Parlamento se limita a poner el sello de aprobación. La independencia de
Percibo alarma en el presidente Dimitri Medvedev cuando se pregunta: «¿Una economía primitiva basada en materias primas y corrupción endémica debe acompañarnos hacia el futuro?» También ha lanzado advertencias respecto de la complacencia en una sociedad en la que el gobierno «es el mayor empleador, el mayor editor, el mejor productor, su propio poder judicial . y, en última instancia, un país en sí mismo». Coincido con el presidente. Coincido con su objetivo de modernización. Pero no se hará realidad si se deja de lado al pueblo, si se lo toma como mero peón. Para que las personas se sientan y actúen como ciudadanos, hay una sola receta: la democracia, que comprende el imperio de la ley y un diálogo franco y abierto entre el gobierno y el pueblo. Lo que impide el avance de Rusia es el miedo. En la población y en las autoridades hay temor de que una nueva ronda de modernización lleve a la inestabilidad e incluso al caos. En política, el miedo es mal consejero; debemos superarlo.
Copyright The New York Times y Clarín, 2010. Traducción de Elisa Carnelli.
Publicado por Clarin-k argitaratua