Tiempo de comicios y de cerezas

Mítines con los viejos mitineros. Los corruptos con cara de mensaje nuevo, con la esperanza de no abandonar la pomada. Los híbridos, los de las dos velas. Los nuevos mendicantes, en la fila, nerviosos por tocar bola. Todos insípidos como las cerezas -cola larga, picota, francés…- más madrugadoras. Dicen que los hay sanos ¿Cómo no los va haber? ¡Venga!

Las cerezas son una fruta muy delicada, en cuestión de horas la grana se trueca ceniza. El pelotazo, el trasiego de influencias, la mirada oblicua ante leyes injustas e injusticias lacerantes… El político malo en el ajo, el mediano en estoica intoxicación («se hace lo que se puede»), los buenos -dicen que los hay- desfondados o en fuga.

Es la contaminación legal, la oficial. No sufre el sistema. La asume el «sacrosanto estado de derecho», el que salió, monárquico y todo, de los órganos militares y de las leyes formuladas bajo sable. Es la constitución y la democracia del sable. La de la ley de partidos y tu no votas porque no se me pone…

Tengo un amigo contaminado. Es primo de un amigo de un candidato de una vieja lista de Batasuna. Los que no tenemos sables, ni brunetes, ni jueces apañados, no podemos invalidar listas. Sólo podemos contaminarlas… Y a lo sumo degustar cerezas insípidas.

De tener sables contaminaríamos muchos cerezos. A los hijos de la devastación franquista. Los que babean con la Comunión tradicionalista y con las JONS. Toda la jerarquía católica del Sebastián, Cañizares, Rouco, etc, hopalandas cerezas contaminadas hasta el mango, bendecidores de ejecuciones. A los encamados con el Gal. A los que incensaron la catástrofe iraquí del «Ansar», el fitipaldi beodo…

Pero sólo somos baskos sin sables y por izquierdosos (porque lo de las condenas se lo pasan…), a catar cerezas desangeladas y desabridas.

No se creen sus mítines. Lo de la vivienda, puro programa. Si cabe, la angustia de que se les acabe el cemento. ¡A ver si de una vez les aplasta la dichosa burbuja! Pensiones, educación, sanidad, seguirá la misma inercia, les gusta así…

¡Como hastían los malditos! ¿Campañas o millones de euros para la indiferencia? Ha muerto el sistema. La gente lo desprecia por la ausencia de honestidad. Pero de alguna manera todos somos cómplices de la muerte de la honestidad. Al menos los que votan a los de siempre.

Y seguiré votando, no porque esté de acuerdo. Me veo tan limitado e impotente que no se me ocurre otra cosa mejor. Esperemos que no les de por contaminar todo el tinglado, que suene la flauta… y que podamos probar alguna cereza bien sazonada.