Terrorismo ultraderechista al servicio de las cloacas policiales

FASCISMO Y FUERZAS DE SEGURIDAD

Jean Pierre Cherid, mercenario, ex terrorista de la Organización del Ejército Secreto en Argelia, agente de la guerra sucia contra ETA y atracador de extrema derecha en Francia, conecta las cloacas policiales españolas con el entramado societario fantasma de la CIA para combatir el comunismo y la violencia fascista italiana. Un personaje singular de los bajos fondos del Estado español durante las postrimerías del franquismo y los primeros años de reanudación democrática que describen en ‘Cherid, un sicario en las cloacas del Estado’ (Garaje Ediciones, 2019) su viuda Teresa Rilo y la periodista de investigación Ana María Pascual.

En Rentería, una lluvia intensa anticipaba la tormenta posterior.  Teresa Rilo, esposa entonces del mercenario francés Jean Pierre Cherid , esperaba angustiada el regreso del agente de las cloacas policiales y de su hermano a casa. Rilo lo tenía todo preparado para celebrar el día del padre, aunque en su mente brotaban conatos liberadores de una vida tomada por los condicionantes de compartir proyecto vital con un ex terrorista de extrema derecha que había militado en la   Organización del Ejército Secreto   (OAS) de Argelia.   Feminista convencida, cada vez dudaba más de aquella existencia, de vivir atrapada entre las cuatro paredes de su domicilio mientras su marido navegaba por los   bajos fondos policiales   y de inteligencia de la

Cherid no volvería aquel día de 1984. Sólo lo haría su hermano.  El agente encubierto de las fuerzas de seguridad del Estado explotaría en mil trocitos en retirar un coche que empleaba la red que perseguía a través de métodos sucios la actividad terrorista de   ETA   .   Sería el final de un combatiente de extrema derecha que conectaba el terrorismo amparado por el Estado contra el grupo armado vasco, el entramado impulsado por la   CIA   para evitar la expansión del comunismo en Europa y la   violencia fascista   que se había propagado en Italia durante los   terribles años de plomo .   Sus círculos de amistades y profesionales retrataban la sintonía entre mandos de seguridad que habían pasado de torturar a las comisarias a vestir ropa demócrata y la utilización de criminales de guerra -generalmente, de convicciones fascistas- para acabar con ETA.

Toda esta arquitectura de complicidades en la parte más tenebrosa y turbia del Estado español es retratada en el libro  Cherid, un sicario en la cloacas del Estado   (Garaje Ediciones, 2019).   Escrito a cuatro manos entre la viuda del ex militante ultraderechista Teresa Rilo y la periodista de investigación con larga trayectoria en el desaparecido semanario   Interviú   Ana María Pascual   , ilustra a través de la biografía del guerrillero de la OAS una etapa oscura de la democracia española.   Una trayectoria vital que arranca, precisamente, con el relato de su muerte.   La auténtica compañera de vida de Cherid.

De familia conservadora y de sentimiento profundamente ultranacionalista, se enroló en la OAS cuando superaba escasamente la veintena de años.  Lo hizo junto con su hermano, con el que asaltó un banco en la localidad francesa de Toulouse.   El robo a punta de pistola coincidió con la etapa que la OAS buscaba financiación para sufragar los golpes de Estado que sufriría el presidente galo   Charles de Gaulle   .   Falsamente denominados como los hermanos Ferrer, ambos integrarse al comando Delta.   «Estos comandos fueron auténticos escuadrones de la muerte que llevaron a cabo las acciones más sangrientas y de más peso de la organización armada, como una campaña de secuestros y de torturas contra ciudadanos argelinos», escribe la periodista Ana María Pascual.

La pareja de hermanos, detenidos por el atraco, consiguieron a fugarse de la cárcel.  Y como habían hecho cerca de 200 miembros de la OAS, buscaron refugio en Alicante.   De hecho, los territorios bañados por el mar Mediterráneo se instalaron hasta 50.000   pied-noirs   .   La   dictadura franquista   , a raíz de los nexos ideológicos y de las ataduras del cuñado de Franco y filonazi   Ramon Serrano Suñer   con dirigentes de la organizada armada de extrema derecha, va acogerlos.   Incluso, va proporcionarles un campo de entrenamiento en Vallfogona de Riucorb (Conca de Barberà).   Aquella zona estaba dominada por el falangista y salpicado por tráfico de armas a la OAS   Miguel Gómez Benet   .

Los Cherid, sin embargo, no pudieron zafarse de los problemas judiciales que arrastraban del  robo en Francia   , en el que murió un gendarme.   Fueron internados durante tres meses en un reformatorio, pero el régimen fascista español obvió la petición de extradición de las autoridades galas.   De esta manera, liberarse de sus cargos anteriores y pudieron seguir con su actividad criminal: poco después de salir de la cárcel, atracaron una joyería de Alicante.

Instalados en el barrio obrero de las Calinas, André Noel, el hermano del futuro sicario de los GAL, fundó un establecimiento comercial en la playa después de casarse con una miss de Alicante. Jean-Pierre, sin embargo, se marchó hacia la capital española después de enamorarse. Posteriormente, dejaría a esta mujer para empezar a hacer vida con Rilo. André-Noël, quien confesaría décadas más tarde la participación en la guerra sucia contra ETA, fue detenido en Argelia durante su segunda etapa de mercenario. Como preso por su antigua vinculación a la OAS, recibió el apoyo del fascista Frente Nacional , entonces encabezado por la negacionista Jean-Marine Le Pen.

La sombra de la CIA

En Madrid, Cherid contactaría con Yves Guillou, jefe del comando terrorista al que perteneció. Conocido como Yves Guerin-Serac en los círculos ultraderechistas, fundó la agencia de noticias Aginter Press en Portugal. La compañía era una sociedad pantalla que encubría trabajos de espionaje para la policía política del dictador portugués Antonio Oliveira Salazar. También fue utilizada por la red Gladio, un entramado impulsado por la CIA con el objetivo de detener la expansión del comunismo por Europa durante la Guerra Fría que enfrentó a los Estados Unidos y la Unión Soviética. Esta telaraña clandestina sirvió de apoyo financiero para realizar varios atentados en Italia durante los años de plomo. La relación entre Guerin-Serac y aquellas acciones terroristas las acreditaron los jueces transalpinos.

Aginter Press se extendió por todo el viejo continente. Tuvo sedes en Italia, Francia, Turquía, Grecia, Alemania, Bélgica y España. «Estuvieron dirigidas por fascistas locales, donde falsificaron documentos, se traficó con armas y se planificaron operaciones subversivas bajo la protección de las altas instancias del Estado», explica en el libro la periodista de investigación. En España, la agencia estuvo integrada por Mariano Sánchez-Covisa, jefe del grupo paramilitar de los Guerrilleros de Cristo Rey y presuntamente implicado en el asesinato del joven Arturo Ruiz, y por el fascista italiano Stefano Delle Chiaie. Miembro del grupo terrorista de extrema derecha Vanguardia Nazionale y asesor de varias dictaduras latinoamericanas, cuenta con una larga sombra de crímenes en la espalda. Unos hechos, sin embargo, que no le impidieron hacer negocios con ETA, según el libro editado por Garaje.

La conexión entre esta red, con presencia en territorio español, y la inteligencia norteamericana se produjo a través del Servicio de Información del Alto Estado Mayor y el Servicio de Información Naval de la Armada franquista, antecedentes de los posteriores servicios secretos españoles. A pesar de no estar en la OTAN, el almirante Luis Carrero Blanco estableció esta alianza con la estructura fantasma de Estados Unidos. El director del entramado fue el capitán Juan Manuel Rivera Urruti. Sería el fin de Cherid. Eso sí, antes el mercenario combatió en Biafra a sueldo del Estado francés que tanto odió tras la descolonización de Argelia.

Para ocultar su contratación por las cloacas policiales, trabajó en una empresa ubicada en Pamplona. En la firma, también trabajaban su hermano, el ex militar y ex miembro de la OAS Jean Rogue y el colaborador de la CIA Jay Simon Salby. La amistad con Guerin-Serac integró a Cherid al círculo de confianza de Chiaie, que tenía como sede de reunión la pizzería El Appuntamento . «El objetivo del negocio no era llenar la caja registradora, sino blanquear dinero del tráfico de armas o de cualquier actividad ilícita de los hombres de Delle Chiaie, entonces líder indiscutible de la Internacional Negra», describe la viuda del ex terrorista de la OAS.

Entre bocado y bocado de pizza, Cherid compartía mantel en el restaurante de comida italiana con los mismos Delle Chiaie, Guerin-Serac, Sánchez-Covisa, varios abogados de Fuerza Nueva, el torturador condecorado varias veces Antonio González Pacheco ‘Billy el Niño’, y el comisario turbio Roberto Conesa. Este último alto mando de la policía acumula un historial repleto de manchas: fue asesor del dictador anticomunista Leónidas Trujillo, torturador de la Brigada Político-Social, presunto instigador de atentados del grupo terrorista canario Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del archipiélago Canario, del ataque a la sala Scala de Barcelona y del (Nota de traductor: ‘intento de’) asesinato del líder independentista de las Islas Canarias Antonio Cubillo.

Del relato de la viuda de Cherid, también se desprende la asistencia de Rodolfo Eduardo Almirón, vinculado a la organización violenta de extrema derecha de Argentina Triple A. Fue, a su vez, jefe de seguridad de Alianza Popular y guardaespaldas durante los años 70 del ex ministro franquista y padre espiritual de la derecha española Manuel Fraga. Este mercenario, junto con Delle Chiaie y Cherid, estuvo presente en los sucesos de Montejurra de 1976, donde se enfrentaron las dos ramas del carlismo. En aquella jornada, murieron dos personas. Las sombras aún planean sobre un evento violento con demasiados enigmas por descubrir.

Complicidad policial

Otro de los atentados más terribles que realizó la extrema derecha durante la transición española fue la matanza de Atocha, en la que murieron cinco personas de un despacho laboralista de Madrid. Aunque no fue condenado ni juzgado por aquel crimen múltiple, el cuarto pistolero identificado fue Carlo Cicuttini, según relata la obra citada. Cicutiini, del círculo de mercenarios fascistas de Delle Chiae, fue detenido cinco meses antes de las elecciones españolas de 1982, las cuales encumbrarian a los socialistas a la Moncloa. Su arresto fue producto de una traición de ex compañeros de extrema derecha y de una posterior orden de extradición.

El ultra italiano se enfadó al ver cómo la policía española lo esposaba, y decidió colaborar con las autoridades españolas. Confesó haber trabajado para la Dirección General de Seguridad española en atentados contra miembros de ETA y en seguimientos hacia personas de izquierdas. Para realizar estas operaciones, el Estado pagó viviendas a los mercenarios extremistas. Las alertas estallaron, pero, cuando desveló que el arma con la que habían matado al magistrado Vittorino Occorsio, quien investigó las tramas neofascistas transalpinas, había sido facilitada por la policía española a la organización terrorista Ordine Nuovo.

Uno de los comisarios que formaron parte de las cloacas policiales contra ETA fue Roberto Conesa, que formaba parte del círculo de amistades de Cherid

Aquella declaración hizo reaccionar al comisario Manuel Ballesteros, torturador franquista, ideólogo de la guerra sucia contra ETA en juicio de la periodista Pilar Urbano y director del fantasmagórico Batallón Vasco Español, en palabras del referente de la investigación periodística Xavier Vinader. Ballesteros hizo lo imposible para dejarlo libre. Según Ana María Pascual, por la implicación de Cicuttini a los crímenes de Atocha. El misterio del asesinato de Occorsio llegó hasta Barcelona, refugio de varios terroristas italianos. En aquellos años, fueron acogidos por Alberto Royuela, empresario falangista con lazos de amistad con el comisario Conesa. El colaborador más fiel de este mando policial, Billy el Niño, compartió negocios de seguridad con otro comisario manchado por algunos atentados de los GAL, Jesús Martínez Torres.

Cherid también disfrutó de esta complicidad de las altas esferas policiales. El descuido de una bolsa marrón en la que había fotografías de terroristas de ETA y un arma de la misma marca que las utilizadas por la policía motivaron los recelos de los Guardias Civiles que encontrarla junto al estadio del Leganés. La investigación fue abortada. Como la detención de Cherid por colocar supuestamente una bomba para vengarse de su ex jefe en una de las firmas presuntamente pantalla en las que trabajaba. Una llamada de su amigo y ultra italiano, Mario Ricci, a la policía española lo liberó. La amenaza de desvelar quién era el confidente del grupo parapolicial Batallón Vasco Español dentro de ETA supuso que le quitaroa las esposas.

Sicario del Estado

Como integrante de esta guerrilla terrorista amparado por la estructura policial del Estado español, Cherid participó del asesinato del dirigente de ETA José Miguel Beñarán Ordeñana, más conocido como Argala. Según relata la viuda del sicario a la obra, el referente del grupo armado «voló por los aires al igual que lo hizo el ex franquista [en alusión a Carrero Blanco]». Los responsables de aquel atentado fueron Cherid, Ricci y el ultra argentino José María Boccardo, quien participó de las acciones violentas de la Triple A. Los tres colocaron el explosivo el 20 de diciembre de 1978 en un parking de la localidad del País Vasco francés, Anglet. Se había convertido en el aparcamiento de Argala desde hacía pocos días.

La lista de crímenes que se atribuyen a la ex guerrillero de la OAS es extensa. Según el informe que elaboró el Gobierno vasco en 2008 sobre acciones violentas del terrorismo de Estado, Cherid mató a los integrantes de ETA Enrique Álvarez Gómez ‘Korta’, Jon Lopategui Carrasco ‘Pantu’, José Martín Sagardía Zaldua ‘Usurbil’, Joaquín Etxeberría y Esperanza Arana, estos últimos en Venezuela. No en vano, el pistolero efectuó varias misiones de este tipo en América Latina. También preparó los actos terroristas contra Xabier Agirre Unamuno y Ángel Iturbe Abasolo, ambos heridos por los atentados. A la etarra Arantxa Sasiain, intentó secuestrarla. Como con Eugenio Etxebeste Aritzkuren, al que intentaron abatir el tridente ultra conformado por Cherid, Ricci y Boccardo.

La ex mujer del mercenario, sin embargo, niega que el integrante de los GAL estuviera presente en el atentado ejecutado por los grupos paramilitares ultraderechistas teledirigidos por el Estado en el bar Hendayais en 1980, en el que perdieron la vida dos ciudadanos franceses y una décima resultaron heridos. Por negarse a facilitar información relacionada con aquella actuación indiscriminada, el comisario Ballesteros fue condenado por prevaricación. Más tarde, sin embargo, el Tribunal Supremo le absolvería.

Este alto mando policial participó de la mano de Conesa en reuniones en el restaurante de uno de los implicados en aquella ráfaga de disparos inhumana, Gilbert Perret. Junto con su hermano Clément, regentaban el bar del Aeroclub de Castelló, al que habían acudido los hermanos Cherid para «hacer negocios de importación». Los Perret, que controlaron la prostitución y el tráfico de armas en Marsella, se habían instalado en Benicàssim (Plana Alta) tras permanecer unos años entre rejas. Habían acabado encarcelados por una pugna sanguinaria con otro clan por dirigir el crimen organizado de la ciudad francesa.

Ballesteros fue señalado, además, por personarse en el Congreso con el propósito de mostrar su simpatía con el golpe de Estado militar del 23-F. Los tres sicarios que asesinaron a Argala también habrían sido de la partida en el evento antidemocrático. «A continuación, Mario [Ricci], Giuseppe [Calzona] y José María [Boccardo] se presentaron con armas, una especie de metralletas, y partieron con el coche de Ricci hacia el Congreso», narra Rilo. Y añade, confesando palabras que pronunció Cherid: «Tenemos que ir al Congreso para ayudar a la Guardia Civil. Volveremos pronto, si Dios quiere».

«Volvieron de madrugada, cuando ya era evidente que el golpe había fracasado. No sé hasta donde llegó la implicación de Jean-Pierre y sus compañeros en los graves actos contra la democracia», cierra. El resto de actos al margen de la legalidad sí los ha podido describir Rilo, con un relato contextualizado por la periodista Ana María Pascual. Es la historia de cómo convivir con un terrorista de extrema derecha reclutado por el Estado español con el propósito de acabar con ETA mientras formaba parte de una red de la CIA para combatir clandestinamente el comunismo. La biografía laboral de un sicario que, según se lanza en el libro, fue eliminado supuestamente cuando era incómodo para las estructuras policiales de la década de los 80, con el PSOE de Felipe González al frente del gobierno español.

El Temps