En el ajedrez, ‘zugzwang’ es aquella situación en la que un jugador acaba poniéndose él mismo en desventaja por la obligación de hacer una jugada. Se dice que un jugador «está en zugzwang» (expresión alemana que significa ‘en obligación de mover) cuando todas las jugadas que puede hacer tienen como consecuencia, a la larga, el debilitamiento de su posición, con independencia de lo que aparente el movimiento concreto que hace sobre el tablero. Y es eso exactamente lo que vimos ayer en el Parlamento Europeo: un ‘zugzwang’ político de una enorme dimensión.
La concesión del suplicatorio es un camino sin recorrido, más allá del titular interesado de un día, dirigido a subir la moral de los nacionalistas españoles. El president Puigdemont y los consejeros Comín y Ponsatí continuarán siendo eurodiputados y viviendo libremente en Bélgica. Nadie los enviará a España. Lo único que significa la decisión adoptada ayer en el Parlamento Europeo, que aún deberá ratificar en una nueva votación, es que la justicia belga deberá atender una orden española contra ellos. Orden que atenderá el mismo juez que ya denegó una similar reclamada contra el consejero Lluís Puig, con una sentencia, digámoslo claro, durísima con las autoridades españolas. En vista de esto, por lo tanto, no hay ningún motivo de inquietud inmediata. Para la parte catalana. Para la parte española, en cambio, la jugada puede acabar resultándole fatal.
Por tres cosas: porque se ha evidenciado aún más la persecución política del nacionalismo español contra la minoría catalana, porque empuja al Parlamento Europeo a una situación muy complicada que afectará gravemente su reputación y porque puede abrir la puerta al Tribunal de Justicia de la Unión Europea y sumar así una nueva pieza en el juicio al juicio del proceso -esta situación llamada a ser el punto de inflexión de la crisis, el ‘momentum’ final.
La evidencia de la persecución política habla sola. Las irregularidades de todo tipo cometidas por los eurodiputados españoles han sido escandalosas, empezando por la ocupación física de la comisión. 5 miembros titulares de los 25 y 3 de los suplentes son españoles. Descontándolos, el resultado sería 10 votos a favor, 8 en contra y dos abstenciones, que no es precisamente un resultado bueno para los intereses españoles. He conseguido hacer las cuentas desde el 2015 y ésta es la vez en que una votación para levantar la inmunidad tiene el resultado más ajustado. No hay muchas votaciones reñidas cuando se trata de levantar la inmunidad de un eurodiputado y esto quiere decir que una parte del hemiciclo, superior al que España quisiera, interpreta que estamos ante un acto rechazable de intencionalidad política.
Es verdad que los tres grandes grupos del parlamento, socialista, popular y liberal son prisioneros de la presión ingente de sus miembros españoles, PSOE , PP y Ciudadanos, que han hecho lo posible para evitar discrepancias y ruptura de filas. Y sin embargo, a pesar de estas presiones, resulta que los tres grupos tienen dieciséis eurodiputados en la comisión de suplicatorios y sólo quince han votado a favor -que son más porque hay que pensar que ha votado a favor seguro, como mínimo, el ponente, de extrema derecha. Ahora la votación deberá hacerse en el pleno, pero aquel paseo triunfal que habían anunciado desde Madrid, de entrada ya se ha esfumado -y significativamente ayer el diario El País ya se preguntaba cómo podía ser que si los grandes partidos controlan el 70% del voto de la comisión de asuntos legales el resultado final hubiera sido el mismo. Quien pregunta ya responde…
En segundo lugar el parlamento se encuentra ahora en una situación muy difícil. Que le representará un coste de reputación bastante importante. Porque la presión española le arrastra a enfrentarse al poder judicial en Bélgica, y con el precedente de la decisión de la justicia belga en el caso del consejero Lluís Puig nadie cree en otra posibilidad que el rechazo a la demanda contra Puigdemont, Comín y Ponsatí que interpondrá el Tribunal Supremo español. Y entonces el parlamento, ¿qué? Porque cuando eso ocurra -que pasará- los tres eurodiputados recuperarán la plena inmunidad. Y entonces los partidos españoles, ¿irán pidiendo que se les levante esta inmunidad cada semana? ¿Cuántas veces? ¿Y cuánto tiempo?
Más grave aún, a los efectos del parlamento, es qué puede llegar a pasar con el Tribunal de la Unión Europea, donde, más que previsiblemente, acudirán ahora los tres diputados. Porque hay tantas y tan graves irregularidades que es más que probable que este tribunal sentencie a favor de los eurodiputados. Con un matiz importante: que el TJUE dictaminará contra el Parlamento Europeo y acusándolo de haber fallado en el deber de respetar los derechos que tienen adquiridos gracias al voto de la ciudadanía. Una situación que es grave.
Si es que la cosa acaba aquí… Porque podría ir incluso mucho más lejos. Podría ir hasta el jaque mate, de hecho. Lo que pasaría si el tribunal decide entrar en el fondo del asunto y estudiar cómo es posible que un ciudadano de la Unión nacido en Amer, por ejemplo, sea exculpado por dos jurisdicciones europeas, en sendos juicios en Alemania y Bélgica, y mientras tanto España siga persiguiéndolo por los mismos hechos que ya han sido juzgados. E impidiéndole el derecho de circular libremente por todo el espacio europeo. O podría suceder que se pronunciase sobre si es legal que en Europa se condene a unos políticos por haber organizado un referéndum, lo que la justicia alemana ya dejó claro que no podía ser. O que todavía fuere más allá y analizara si es aceptable dentro de la Unión Europea que una minoría nacional, en este caso la catalana, sea discriminada legalmente, una discriminación que la sentencia belga ya se ha encargado de dejar claro, negro sobre blanco, que indiscutiblemente existe.
Hay una justicia europea, no veintisiete diferentes. Y velar por que esto sea así también en la práctica es el trabajo que tiene precisamente adjudicado el Tribunal de la Unión Europea. El mismo que ya decidió que Puigdemont, Comín y Ponsatí son eurodiputados, pese a la opinión de quien entonces era presidente del parlamento y contra las peculiares teorías argumentadas por el Estado español, todo eso de que sólo se podía ser diputado yendo a jurar a Madrid, por ejemplo, que terminó siendo nada. ‘Zugzwang’, pues. Apunten la palabra: ‘zugzwang’. Como una casa.
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