Sorpresa política de los seriales del Ramadán

Desde hace años, durante el Ramadán, mes del  ayuno de los musulmanes, me he aficionado a seguir en las televisiones árabes, las del Macrek y las del Magreb, los «musalsalat» o culebrones que se difunden por las noches tras el «iftar» o comida tradicional tras la ruptura del tiempo de la abstinencia. Son seriales de treinta episodios que atañen a millones de personas, realizados en los principales estudios de El Cairo, Dubai, Beirut, antes también en Damasco que dan vida a estas horas nocturnas. Pero esta vez debido a la pandemia del coronavirus se prohibieron la asistencia de fieles a las mezquitas, la celebración de veladas de familiares y amigos. El Ramadán siempre ha sido una gran fiesta popular. Recuerdo calles de grandes ciudades árabes como El Cairo, rebosantes de gente en mezquitas, restaurantes, salas de fiesta, cafeterías, con sus tiendas decoradas con graciosas linternas, símbolo de este mes sagrado, casas engalanadas. Sin las animaciones callejeras ni el «iftar» este año el Ramadán es un mes muy deslucido en tierras del Islam.

Hay alrededor de ciento cincuenta seriales que se proyectan con frecuentes cuñas publicitarias en las numerosas cadenas de televisión. En un mundo de elevado porcentaje de analfabetos, la industria de estas telenovelas es un negocio muy fructífero. Aunque sus argumentos recuerdan a veces las telenovelas latinoamericanas o turcas con sus dramas pasionales, la brusca, imprevisible historia sufrida por estos pueblos en estos años recientes ha quedado patente en sus argumentos. Si las «primaveras árabes» modificaron los temas de este género televisivo antes muy influenciado por cierto estilo edulcorado egipcio, de rocambolescas intrigas, inevitables danzas del vientre y a menudo una escenografía de comedia musical norteamericana, estos folletines tan esperados reflejaron también las fanáticas políticas religiosas. Hace un par de temporadas tuvo gran éxito el serial sirio «Abriremos en seguida» del gran actor Dared Lahan sobre los estragos de la guerra en una desgarrada familia damascena. Antes de este conflicto -todavía sin resolver completamente, la situación en el enclave de Idlib continua en suspenso- Siria se había convertido con producciones como «Bab el hara» en un destacado centro cinematográfico que desafiaba a El Cairo.

En este Ramadán se proyectan en la popular televisión saudí MBC dos seriales que han provocado una gran polémica «Makraj 7» y «Oum Harun». Populares actores como Rachid Al Shamrani y Nassser Al Qasabi en una escena sobre uno de los permanentes temas políticos tabú como son el de Israel y Palestina, tratan de un proyecto de hacer negocios con el Estado judío. Rachid argumenta que Arabia saudí no ha ganado nada con su apoyo a Palestina y critica la ingratitud que le han demostrado los palestinos, enumerando todo lo que los árabes han hecho por ellos, emprendiendo guerras, declarando el embargo del petróleo, haciéndose cargo del pago de los funcionarios de la autoridad nacional palestina… A lo que su compañero Al Qasabi le pregunta «¿Tú pretendes negociar con ellos cuando hace años que de padres a hijos los árabes decimos que son nuestros enemigos?» Su interlocutor responde que «los palestinos tienen cualidades y defectos y tenemos que actuar de acuerdo con nuestra conciencia». Este diálogo ha suscitado una tempestad de críticas en las redes sociales en las que algunos de sus usuarios acusan al reino saudi de querer aprovechar la gran difusión de este programa del Ramadán para abogar en favor de la normalización de las relaciones con el Estado Judío. No es ningún secreto que no sólo el poderoso gobierno de Riad sino los de otros principados del Golfo mantienen desde hace tiempo relaciones con Israel incluso en temas tan importantes como los de la inteligencia y de la estrategia militar. La posición oficial de la Casa de los Saud sigue siendo que la normalización con Israel solo se efectuara cuando se retire de todos los territorios árabes ocupados en 1967.

En la otra programación de «Um Haman” la actriz Suad Ali del reino de Bahrein y Hayat el Fahad del emirato de Kuwait conversan sobre el tiempo en que los judíos vivieron en la península arábiga. En una de las escenas la actriz kuwaití habla unas palabras en hebreo, subtituladas en la cinta, en árabe. En las redes sociales se ha atacado también ampliamente esta obra televisiva. Recuerdo que hace alrededor de cinco años en otro Ramadán se transmitió un folletín egipcio titulado «El barrio judío de El Cairo» sobre el comportamiento de sus vecinos durante la guerra árabe-israelí de 1948 en el que se transmitía una positiva imagen de la antigua judería que había convivido durante siglos con musulmanes y cristianos de la antigua capital del Nilo. Estos temas de la normalización con Israel y la antigua presencia de la comunidad judía en la península arábiga son la gran sorpresa de este descolorido Ramadán.

LA VANGUARDIA