Tras la lectura del muy original y evocador artículo de José Ramón Zubizarreta publicado recientemente en la página web de Nabarralde y titulado “Cada vez más cerca de la medianoche” se me ocurren unas reflexiones sobre el mensaje que transmite. Pienso que la realidad de nuestro mundo es más compleja que la planteada en el mismo.
Para empezar, no creo en la contraposición entre las dos formas de actuar que considera. Zubizarreta designa una como simbiótica, frente a la otra, darviniana que, según él, genera la “clásica dinámica predador-presa”. Pienso que no es así. En la naturaleza ambas formas coexisten y, en muchas ocasiones, se complementan.
La dinámica “predador-presa” tiene lugar más bien dentro el equilibrio que existe en un ecosistema dado. Unos seres vivos son presa de otros en una red trófica. En dicho sistema se dará evidentemente una evolución a largo plazo que puede proceder de factores tanto internos como externos al mismo, como puede ser un cambio de clima, la introducción de especies nuevas etc.
Al mismo tiempo, tras la importante aportación de Lynn Margulis y otros, la simbiogénesis, elemento no contemplado por Darwin, se ha incorporado con todos los derechos a la actual teoría de la evolución cuya indiscutible paternidad procede de Darwin y Wallace. La actual teoría de la evolución (denominada de forma sencilla como “nueva síntesis”), en general, la contempla.
Para seguir, tampoco creo en la contraposición “ecosistema social/naturaleza versus ecosistema económico-tecnológico”. Más bien creo en la necesidad de configurar un paradigma que conciba, siguiendo la obra pionera de Georgescu-Roegen, la economía como un aspecto de los procesos biológicos y ecológicos y la ciencia y la tecnología como elementos que clarifiquen lo que hoy se llaman relaciones económicas y las incluyan en los procesos más amplios de la vida en nuestro planeta.
Tras los enormes desaguisados cometidos por una interpretación simplificada y sesgada de los procesos científicos, tecnológicos y económicos, será necesario un uso intensivo de la ciencia, la tecnología y una visión ecológica de la economía para superar el actual dilema de los “cuatro minutos restantes”. Posiblemente todavía estemos a tiempo, pero tenemos que darnos mucha prisa y cambiar nuestros modos de vida de una forma radical para tratar de evitar el colapso.
Creo también, y para terminar, que no existe contraposición entre el lenguaje humano y el arte, por una parte, y el lenguaje digital o las formulaciones matemáticas de determinadas relaciones, por otra. Cada sector de la realidad tiene su propio lenguaje. En muchos casos una formulación matemática puede ser más precisa que la puramente cualitativa del lenguaje humano. En otros muchos, puede ser más expresiva y comprehensiva la visión metafórica del lenguaje “natural”. En todos ellos la digitalización no es más que un mecanismo que posibilita su tratamiento informático y su comunicación eficaz y eficiente a largas distancias. No se puede confundir el lenguaje matemático con la expresión digital de cualquier texto, en el sentido amplio de obra musical, pintura o texto efectivamente escrito. La expresión digital de un texto es una forma de “escribirlo” e independiente, por lo mismo, de su contenido; es una especie de “idioma escrito”.
En el texto se transmite, en cierto modo, una visión de Euskal Herria como “Arcadia feliz”, en un modelo de idealización de “lo rural”, modelo que es, en el fondo, arcaizante. Otra cuestión importante consiste en que nuestro problema inmediato no es USA sino, directamente, España y Francia; de modo que aunque estos dos estados no siguieran las pautas estadounidenses nuestra situación de dependencia y dominio no cambiaría sustancialmente.
Pienso que la realidad no es blanca ni negra. Hoy el lado oscuro se presenta con enorme violencia, pero tenemos herramientas para intentar darle la vuelta y aclarar el gris de nuestro porvenir. Una de estas herramientas, y no la menor, es la política. La ciencia y la tecnología no son inocentes, la razón tampoco. La ciencia y la tecnología han estado, y permanecen en gran medida, al servicio de quienes pretenden controlar el planeta. La razón, concebida como mero instrumento, también es un factor que está en la columna de su debe. Nuestra es la tarea de que todas estas expresiones humanas se pongan a trabajar a favor de un mundo habitable por todas las personas; es una labor “política” en el mejor sentido de la palabra. Obviamente en esta tarea no podemos renegar del uso de la ciencia y la tecnología con fines ecológicos.
Factores fundamentales para ello son el mantenimiento y la promoción de la biodiversidad, pero también la defensa y promoción de la diversidad de las lenguas y culturas humanas y de sus modos de plantearse los retos que les plantea su pertenencia al planeta Tierra.