Sobre la enfermera del Vall d’Hebron y el funcionariado entendido como una prebenda

En el libro de Damià del Clot que mencioné hace unos días (1), el autor comenta una definición del funcionariado español que escribió en 1972 Eduardo García de Enterría. Este conocido jurista, autor de ‘La administración española’, explicaba que los funcionarios españoles habían creado, amparados por la corrupción franquista, un “feudalismo prebendario” que él mismo definía como la apropiación de determinadas áreas de la administración pública por parte de una tropa de personas, vinculadas al régimen, que se tomaban su trabajo no como un servicio a los ciudadanos sino como el disfrute para toda la vida de una prebenda personal. Una actitud que ellos justificaban porque, viniendo de una guerra como venían, en su cabeza la idea de servir a toda la sociedad no tenía sentido, pues una parte de aquella sociedad, la parte vencida, los rojos, no merecía nada.

La cosa viene a cuento del vídeo viral de la enfermera española del Hospital Vall d’Hebron (2) que se ha permitido el lujo de reírse agriamente del catalán y de los catalanohablantes, vídeo que ha provocado una reacción popular e institucional, esta vez, muy significativa.

No creo necesario hablar hoy de la catalanofobia explícita de la filmación, porque estoy seguro de que todos compartimos la indignación. Pero sí querría aprovechar el caso para ir más allá y resaltar lo que denota esta actitud, precisamente en términos de prebenda, y cómo pone de relieve una vez más la excentricidad española; lo rara e insólita que es España y su funcionamiento en el panorama europeo.

Y lo digo porque la actitud de esta mujer simplemente sería impensable en la mayoría de los estados europeos. Nadie podría entender que un servidor público se burlara aunque fuera de una sola de las personas a las que le pagan exactamente por servir. Sería intolerable.

Y si esto no ocurre aquí, si hay algunos funcionarios –¡no todos, claro!– que todavía se atreven a comportarse como se comporta esta mujer, la culpa hay que ir a buscarla, precisamente, a la inversión de valores que propició el régimen franquista y que la pseudo-democracia –como ocurre con todas las cuestiones fundamentales– no cambió cuando podía cambiarla.

En un país democrático, esta mujer que trabaja en el Hospital Vall d’Hebron estaría preocupada por saber cómo puede atender mejor a sus enfermos, a cada uno de sus enfermos, poniéndoles siempre a ellos por delante suyo. Pero, en cambio, hela aquí poniéndose ella de referencia central.

En un país democrático normal, ella es quien se esforzaría por entender a sus enfermos, porque el concepto de servidor civil implica la necesidad de servir –y para servir debes entender a quien sirves-. Aquí, en cambio, nos encontramos con que ella menosprecia a sus enfermos, pretendiendo que sean ellos quienes se adapten a sus evidentes limitaciones.

Y, por tanto, no hablamos únicamente de una cuestión de lengua –gravísima por sí sola-. Tras la cuestión de la lengua apunta una cuestión mucho más profunda, de concepto. O entiendes el servicio público como un servicio que tú prestas a los ciudadanos o lo entiendes como una prebenda para tu disfrute personal, que es en definitiva lo que explicaba tan bien García de Enterría y lo que hace tan excéntrico el régimen español todavía hoy.

Porque el hecho es que han pasado cerca de cincuenta años de la muerte del dictador, pero, tal y como he explicado varias veces, nosotros seguimos viviendo en un estado de excepcionalidad, porque la matriz en la que se mueve la mayor parte de la institucionalización aún es la franquista. El franquismo sí hizo tabla rasa de la república de 1931, tan modélica en tantas cosas, borrando todo su rastro. Pero el posfranquismo nunca hizo tabla rasa del franquismo, y por eso seguimos inmersos en las insólitas formas de hacer, en todos los campos, que se crearon a raíz de la insurrección militar y se consolidaron y convirtieron en rutina por las décadas de gobierno autoritario.

Ésta es la razón por la que la independencia, que significa la posibilidad de hacer fuego nuevo en todo y en todos los terrenos sin límite alguno impuesto por el pasado, es la única solución posible si queremos dotar a nuestra sociedad de un sistema político moderno y realmente democrático. A la altura de lo que los Països Catalans necesitamos en pleno siglo XXI.

(1) https://www.vilaweb.cat/noticies/despullar-i-documentar-el-deep-state-espanyol/

(2) https://www.vilaweb.cat/noticies/vall-dhebron-investigara-el-video-catalanofob-dunes-infermeres-no-ho-podem-tolerar/

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