Sillas pequeñas

Parece que el PSC ha querido añadir componentes particulares a la crisis general que vive la socialdemocracia europea. En este caso, la renuncia definitiva a tener el centro de gravedad situado en Cataluña y convertirse, ahora ya «sin complejos», EN la delegación regional del PSOE. Es un paso que aleja al partido de su historia reciente (desde el franquismo) y no es una buena noticia para el catalanismo político. El PSC, a pesar de todas las limitaciones y matizaciones que convienen al caso, estaba hasta ahora dentro del espectro del catalanismo de centro. Su giro lo sitúa como un mero satélite del españolismo. De hecho, en su enfoque actual, el PSC queda disuelto en términos de decisión propia. Las apariencias de coordinación con el PSOE en la práctica significan simplemente sumisión formal al centroizquierda español.

Se puede defender que es una posición legítima. Sin embargo, las incoherencias del partido resultan flagrantes. Comenzaron la legislatura diciendo que se abstendrían siempre sobre la cuestión territorial, una posición bastante incomprensible para un partido serio en Cataluña. A continuación se manifestaron a favor de una consulta a los ciudadanos de Cataluña para que se pronunciaran sobre su futuro político, pero a condición de que fuera «pactada» con el gobierno central. Cuando desde el Parlamento de Cataluña se inicia el proceso para solicitar la transferencia de competencias para canalizar este pacto, la posición del partido es votar en contra. La justificación es circular: votamos en contra porque no se trata de una consulta pactada y no se puede solicitar que sea pactada sin haberla pactado previamente (¡ni el ‘Polonia’ lo supera!). Finalmente, el PSOE se inventa en Madrid una inútil iniciativa de hacer una especie de subcomisión en el Parlamento central para tratar el tema territorial, sin pactar con nadie (!).

Tanto el PSOE como el PSC están actualmente muy lejos de la modernidad. Su proyecto, de federal sólo tiene el nombre. También se llama federal el partido (Comité Federal, etc.) Cuando no es sino un partido como casi todos los demás, unitario y jerárquico. De hecho, no son federales ni ellos mismos. Pero el tema central no es ese, sino las ideas, los proyectos y las estrategias. Y el PSOE es un partido caracterizado por un profundo e inherente nacionalismo español. Un nacionalismo de Estado de perfil jacobino. La igualdad se ve predominantemente en términos de uniformidad. El pluralismo nacional molesta, les resulta un tema incómodo. Uniformismo nacional republicano y centralización para evitar «privilegios». Francia en el horizonte. Jacobinismo puro. Recordemos que en la Revolución Francesa se combatía el federalismo en nombre de la democracia. De una concepción uniformista de democracia.

Si los socialistas quisieran ser auténticamente federales deberían salir del localismo español afrancesado donde están situados desde hace muchos años y mirar más lejos. Por ejemplo, mirar las posiciones del New Democratic Party canadiense (NDP) sobre qué significa el federalismo en una democracia plurinacional. No el federalismo en una democracia uninacional, como Alemania o EEUU, sino en una democracia plurinacional, como Canadá. Es fácil. Que miren sólo el documento ‘Quebec s voice and choice for a different Canada. Federalism, social-democracy and the Québec question’ (2005). Es un documento corto. El NDP no es un partido de Québec, es un partido canadiense. Apuesta, por una parte, por la renovación del federalismo plurinacional, y, por otra, por la renovación de la socialdemocracia en sus condiciones socioeconómicas y nacionales. Reconocimiento nacional, aumento del autogobierno, asimetrías federales, respeto a la dignidad colectiva, flexibilidad procedimental, socialdemocracia alejada del jacobinismo, derecho a la autodeterminación de Quebec. A su lado, la declaración de Granada (2013) del PSOE resulta simplemente ridícula, patética, un mero intento de salvar los muebles del Estado de las autonomías.

Escribo este artículo desde la tristeza. El PSC fue un partido de claras raíces antifranquistas. Su posición en el tema clave de la lengua hasta ahora ha sido impecable, rehuyendo posiciones lerrouxistas de división de la sociedad por motivos lingüísticos. La época de Pasqual Maragall en la alcaldía de Barcelona fue una de las más brillantes de la ciudad, bien enfocada e impulsando unas perspectivas de futuro que aún perduran. Todo este capital colectivo está siendo defenestrado por los actuales dirigentes del PSC. ¿Cómo se explica? Uno de los dirigentes del partido (que no pertenece al sector «crítico») me dio una respuesta sintética: «Mira, Ferran -me dijo-, se pueden ideologizar mucho los argumentos, pero, de hecho, los miembros de la dirección actual van sólo a conservar sus sillas de poder, aunque sean cada vez más pequeñas».

Decadencia socialista. Una lástima para el partido, una lástima para los ciudadanos, una lástima para el país.

ARA