De todos es sabido que la política vasca se encuentra en una situación de bloqueo. Dicho status se debe en gran medida a mitos que, lejos de contribuir al desbloqueo, lo enquistan. Uno de esos lugares comunes consiste en aseverar que la defensa del derecho a decidir provoca la división de la sociedad vasca.
Que la sociedad vasca en cualquiera de sus herrialdes está dividida es, en primer lugar, una obviedad; y, en segundo lugar, una característica que, aún con matices, comparte con cualquier otra sociedad que pueda considerarse plural. El concepto de pluralidad adquiere en Euskal Herria un matiz positivo; muy al contrario de lo que sucede con el término división. Sea como fuere, ambos conceptos remiten a la misma realidad: una sociedad vasca multicolor que, por tanto, defiende proyectos políticos diversos.
¿Por qué entonces María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del gobierno español, rechaza la consulta convocada por el Tripartito? ¿Y por qué Santiago Abascal, parlamentario vasco del Partido Popular, rompe una papeleta en el estrado de la Cámara de Vitoria-Gasteiz?
Independientemente de la legitimidad jurídica del procedimiento impulsado desde el ejecutivo de Lakua, su puesta en marcha no puede en ningún modo provocar una división en una sociedad pretendidamente monocolor. Muy al contrario, el resultado de la consulta contribuirá a hacer aún más patente la pluralidad de la sociedad vasca.
Por esa razón, tomar el pulso a los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca no puede rechazarse mediante la apelación a una unidad que, de facto, no existe. Las formaciones políticas que se posicionen en contra de la iniciativa del Tripartito podrán justificar su postura legítimamente por medio de otros argumentos -los que sean-; pero nunca sobre el presupuesto del riesgo de romper una presunta homogeneidad que no existe sino en la mente de socialistas y populares.
* Raúl Arkaia (miembro de Euskaria Fundazioa)