Desde la conquista de América, el pueblo boliviano, quechuas, aymaras, guaranís, ha vivido subyugado por criollos, empresas coloniales, multinacionales anglosajonas, españolas, norteamericanas… Y por supuesto bajo los manejos inconfesables de la CIA. Se les desposeyó de sus tierras y enclaves. Se les robó sus minerales, tratándoles como animales. La mole de Cerro Rico descendió trescientos metros, de pura explotación. La tierra de sus entornos cubre una masa kilométrica de cuerpos jóvenes rotos por la silicosis y el agotamiento -la media de vida de un minero era de 35 años-. Generaciones de indígenas han soportado impotentes y horrorizados, los fetos de sus estirpes malformados por los metales pesados… Sería interminable esta trágica retahíla de calamidades que el invasor ha volcado sobre el indígena boliviano. Lo cierto es que Bolivia era, al parecer, un país lleno de riquezas destinado a la pobreza.
Pero el libro de la historia parece ofrecernos una nueva secuencia. Como ha expresado Felipe Quisque Huanca, líder del movimiento Pachacuti, el indígena ha visto renacer en sí su autoestima. Hoy por fin, ha osado desde su rostro tostado y curtido por siglos de padecimientos, mirar de frente al invasor sin humillar la cerviz. En el altiplano, en Yungas, Chaparé o el Alto, ha estallado un grito de rebeldía, que ya detuvo la privatización del agua pretendida por la codicia de la multinacional Bechtel. Un clamor que ha reivindicado la propiedad del gas. El dirigente del MAS, Evo Morales, el nuevo presidente, oponiéndose a las pretensiones yankis de «producción de coca 0», proclama la necesidad de un mercado legal de coca. Para quechuas, aymaras y guaranís la hoja de coca, que no el ácido, es un producto sagrado e imprescindible para soportar la altura y mitigar el hambre.
Y hay -entre muchas otras- una secuencia vergonzosa, ¿cómo no?, surgida de la corrompida «alma imperial» del pretencioso invasor colombino. El mismo que con la cruz y la espada extendió el hedor de sus valores eternos hasta donde no se ponía el sol. Secuencia que en una «tartufada» infame ha malparido la COPE. Esa emisora, donde la zafiedad intelectual y la bajeza moral serían simplemente desechables, si no fuera por el odio y el veneno que vomitan. ¡Qué poca dignidad la de esos fachas! Abusar de esa forma de la bondad, de la honestidad -concepto que ellos desconocen- de un hombre honrado y comprometido como el nuevo presidente Evo Morales. Sabemos que los de la COPE se alinean con el criminal Bush, con su idolatrado «Ansar» y elementos de similar pelaje… ¿Hubieran osado reírse del antecesor de Evo, apodado el gringo por el fuerte acento inglés que impregnaba su español? ¿De qué…? Al fin y al cabo, a presidentes narcotraficantes, concubinas del BM y del FMI, no parece que la COPE haya hecho nunca ascos. Ni a sus rectores, evidentemente, los del hisopo y el anatema. ¿Qué se puede esperar, se dirán estos «coperos», de un presidente que tiene la desfachatez de presentarse con un jerseicito cutre? Claro, ¡qué repajolera idea va a tener de protocolos un rojeras como él!
Estemos a la espera de nuevas e imprevisibles secuencias. Las fuerzas contrainsurgentes gringas, nada más conocerse la victoria de Evo Morales, movieron a sus marines en las fronteras de Paraguay. ¿Maniobras amedrentadoras? Nadie lo duda. El nuevo presidente se ha expresado con claridad. Su intención es recuperar la propiedad de los hidrocarburos. Pensemos que tan sólo restituir la propiedad y la industrialización del gas supone obtener 1.300 millones de dólares en lugar de los miserables 50 que actualmente percibe Bolivia.
Insultante resulta el proceder de Repsol. Sucede que en el parque natural Isidoro Sécore, en Cochabamba, el gobierno boliviano ha impedido hasta ahora el reparto de tierras por ser una reserva forestal. Nadie duda de la corrupción de la mayoría de los gobiernos sudamericanos… y no sudamericanos por supuesto. Pues bien, la españolísima Repsol lleva años perforando en tal parque y claro, está contaminando, destruyendo… como dicen ellos «jodiendo». Ahí nos pasaron por todas las televisiones la secuencia de Evo y la CEOE, en un rendez-vous inexplicable para el ciudadano de a pie.
¿Será capaz este dignatario -primera vez que un indígena llega a la presidencia desde la conquista castellana-, de poner firmes a oligarquías donde la solidaridad no es más que una entelequia? Porque ahí está también el BMV, y Prisa, y las multinacionales europeas y gringas, y la CIA… Y no le van a faltar las asechanzas de los buitres de la globalización. Y, como aseguran los analistas, tendrá que contar con la inexperiencia en el gobierno, suya, de sus equipos y del pueblo que le votó. Y puede correr el riesgo de alucinarse con el incienso de la victoria. Y quizás surjan competidores o arrivistas dentro de sus propias filas, que no querrán perderse el aroma de tan suculenta tarta como suele ser el poder.
Claro que no le dejan otra alternativa, si quiere cambiar los viejos parámetros de la política boliviana, que alinearse con Castro, Chávez, Lula, Tabaré Vázquez y el propio Kitchner. Y como ellos oponerse férreamente al ALCA.
La secuencia más esperanzadora para los que odiamos cualquier asomo de neoliberalismo es que Bolivia, y lo vengo auspiciando desde tiempo ha, difícilmente va a retroceder. Tratarán de cercarla, intimidarla y someterla tanto desde el pentágono como desde el corazón embrutecido de la vieja Europa. Pero ahora no les será tan fácil. Hoy, el grito del indígena boliviano, que nada tiene que perder, es la expresión de un corazón indómito dispuesto a la muerte antes que a la esclavitud. Pasaron los tiempos de la resignación y de la voluntad de Dios, recetada por «el padrecito».
Pero hay una secuencia que muestra meridianamente el talante del nuevo presidente aymará. Es su valentía en proclamar valientemente y sin tapujos el fin del «apartheid». Su entereza para hablar de descolonización y de reintegración de tierras a sus auténticos propietarios. A todos nos ha sorprendido con su bravura al enunciar, retando al zafio bravucón yanki, el nacimiento del «eje del bien», entre Caracas, La Habana y la Paz. Estando así las cosas, no es de extrañar que el que sin mover un ínfimo pelo del bigotín nos metió en el avispero de Irak haya montado en cólera. Y vean lo que ha prometido. Ahí es nada. Pues eso, nada menos -como corresponde a la nobleza de su corazón católico, apostólico y romano- que usará con todas las fuerzas su fundación, para combatir a Castro, a Chávez y a Morales. ¡Mira que son peligrosos estos abominables visionarios de las Azores! Uno ya duda de si en sus corazones permanece un atisbo de humanidad. Bolivia o Venezuela, Irak o Sudán, ¿qué mas da? Que se mueran de hambre e inanición nunca les ha alterado si es a costa de llenar sus bolsillos o fundaciones. Señor, señor, ¡con qué pasta estarán amasados semejantes monstruos! ¡Que ignorancia o maldad impregna las mentes de quienes les apoyan o les bañan en elogios y agua bendita!
Es crucial en la nueva Bolivia que sus estructuras socioeconómicas se recompongan. Pero aún lo es más si cabe que su mensaje se extienda como un reguero de pólvora por todos los meridianos y paralelos de los pueblos oprimidos. Hala bedi.