Hablamos con el profesor y sociólogo en la serie ‘Entrevistas sobre la crisis de la monarquía’
El profesor y sociólogo Salvador Cardús cree que la crisis de la monarquía no pondrá fin a la institución porque no hay ninguna alternativa viable. Cardús interpreta la connivencia del gobierno español con la fuga de Juan Carlos I como la garantía del mantenimiento de la unidad de España, vehiculada por medio del rey como símbolo, y cree que Unidas Podemos ha tenido que tragar el sapo porque no tenía más remedio. Respecto del independentismo, no se muestra preocupado por el hecho de que el pleno del parlamento para reprobar la monarquía haya terminado con el enésimo enfrentamiento entre JxCat y ERC.
– ¿Le sorprendió la salida de Juan Carlos I de España?
– En este país que cada dos por tres nos produce situaciones muy difíciles de prever empiezo a tener la capacidad de sorpresa muy tocada. Si me hubieran dicho hace seis meses que Juan Carlos terminaría en el exilio, no me lo hubiera creído. Hubiera dicho que buscarían otras soluciones más suaves y menos descaradas. Me sorprende el descaro con el que se ha hecho. Que se retire y se esconda de la escena pública ya era previsible, pero una fuga tal como lo ha hecho, con comunicado oficial, con un gobierno socialista y llamado de izquierdas enmascarándolo…
– ¿Lo considera un exilio?
– Es más que un exilio. Un exilio responde a una causa de persecución política, y en este caso es más bien una huida por razones judiciales. Es un fugitivo.
– ¿Cómo vio la gestión del gobierno español? ¿Cree que se mantendrá?
– Políticamente la puedo entender, porque intentan a toda costa salvar la monarquía. Tratan de encubrir esta fuga y el intento de escapar de la justicia. Sobre todo por una razón de fondo, la más relevante. La monarquía en España se ha utilizado como símbolo de unidad nacional y para crear sensación de unidad. Un símbolo en sentido fuerte. A veces, es más fuerte un símbolo que mil discursos. Y la petición de Franco al rey en el lecho de muerte es precisamente esta, que salve la unidad de España. Esta ha sido su función principal, y en un momento actual en que el independentismo pone en cuestión esta unidad, que es el principal problema del movimiento, el gobierno del Estado, la justicia, los medios de comunicación y los poderes fácticos intentan salvar la monarquía para salvar la unidad. No lo hacen tanto por monarquismo, sino porque saben que es un elemento fundamental de la unidad de España. En este mismo sentido, quien más ha puesto en riesgo la monarquía y la ha debilitada es el independentismo. Quizá sin ser suficientemente consciente, el independentismo ha puesto la monarquía contra la pared, porque ha discutido la unidad de España.
– ¿Qué le ha parecido el papel de Unidas Podemos?
– Es un papel triste, lleno de contradicciones, pero entiendo que la alternativa, que es abandonar el gobierno, es excesivamente costosa. Tanto para ellos, porque tomaron la decisión de estar en el gobierno y cambiar de registro, como porque haría saltar el gobierno y nadie puede estar seguro de que lo que vendría después fuera un escenario mejor. Por lo tanto, entiendo su reacción como reacción de supervivencia de ellos mismos, y también de lo que ellos piensan que es un gobierno más progresista que otras alternativas. Seguro que han sufrido mucho, y lo han hecho visible, pero, desde el punto de vista de la consistencia, es un papel triste.
– Casi no ha habido protestas contra la monarquía en las calles. ¿A qué lo atribuye?
– Hay varios factores. Uno es que se ha elegido muy bien el momento de representar esta fuga. Comienzos de agosto, el momento de máxima dispersión de la población y de las dinámicas sociales y la actividad. En verano es cuando se toman las decisiones difíciles. Interviene también, principalmente, la situación de la pandemia, que hace muy difíciles las movilizaciones populares espontáneas o inducidas, más o menos multitudinarias. Prácticamente nadie con dos dedos de frente puede hacer convocatorias masivas en la calle. Y también se debe tener en cuenta que en el ámbito estatal los discursos de los medios de comunicación mayoritarios han tendido a minimizar la gravedad de la situación, a veces hasta el punto de mentir o enmascararla. Es tan grande lo que ha sucedido, tan monumental, que sólo es digerible a base de disimular, engañar y utilizar un relato que lo presenta casi como si se hubiera ido de vacaciones. Estos tres factores no quitan gravedad a los hechos ni al descrédito de la monarquía, que se notará si lo quieren preguntar en las próximas encuestas. No sólo en Cataluña, donde ya está bajo mínimos.
– El descrédito de la monarquía española hace años que se arrastra. ¿Cree que a medio o largo plazo la institución sobrevivirá?
– La monarquía resistirá porque la alternativa no existe. Si hubiera un escenario alternativo factible, seguramente sería fácil que cayera, pero no lo hay. Pasar de un régimen monárquico a otro republicano significa hacer un referéndum, por la vía constitucional. Son necesarias unas mayorías políticas que no existen en España y, además, requiere un proceso muy complicado porque se debería reformar la constitución, formar unas cortes constituyentes, volverlas a votar… Esto, en medio de una crisis sanitaria, económica y política general. Nadie en España es tan estúpido para embarcarse en esta vía. La otra vía es la abdicación de Felipe VI, pero quedarían los sucesores. Y si abdican todos y se van al extranjero, eso no tiene recorrido, tampoco. Entonces, ¿qué pasa? Hay un vacío extraño, porque la constitución no prevé una autodisolución de la monarquía. Si se habla de descrédito, todo. Pero pensar que esto hunde la monarquía, para bien y para mal, es aquello de ‘atado y bien atado’. A fe de Dios que esto es así, es lo que hay.
– El independentismo convocó un pleno en el Parlamento, pero ha acabado enfrentándose por la no publicación de la resolución entera contra la monarquía.
– Es una reacción de dignidad, casi. Una cosa es que no haya concentraciones en la calle en pleno verano, y otra que las instituciones y el Parlamento de Cataluña no dijeran nada en un momento en que hay una mayoría independentista, en la que venimos de una agresión durísima de la monarquía contra los catalanes el 3 de octubre de 2017… No decir nada me habría parecido impresentable. Que esto haya derivado en una nueva discrepancia entre los dos partidos que están en el gobierno, tampoco le daría más relevancia, forma parte de una cadena de estrategias diferentes. Simplificando, lo que hemos llamado una estrategia de confrontación y otra de intento de diálogo. Es lógico que unos expresen la confrontación a través del pleno y que esto se traduzca en términos internos y que los demás traten de superar la situación como sea sin poner en riesgo la supuesta voluntad de diálogo. No me parece más grave que los otros momentos de discrepancias. Ha sido la tónica general, y con la perspectiva de unas elecciones creo que esto crecerá.
– El president Torra, ¿convocará las elecciones antes de ser inhabilitado por el Supremo?
– Creo que lo hará. No tengo ninguna duda de que es su voluntad. Seguramente, si no hubiera sido por los rebrotes de la pandemia, ya estaría hecho. No sé si lo hará ahora o pasado agosto, o si esperará a tener garantías de que las elecciones se podrán hacer de manera adecuada. No sólo por eso, sino también por lo que dijo en enero. Está claro que la hoja de ruta de este gobierno ya no se sostiene. Era un gobierno que tenía que hacer unas determinadas tareas políticas de fondo y no las ha hecho, no ha sido posible, por muchísimas razones. El gobierno, por estas razones de fondo, ya hace tiempo que está terminado.
– ¿Cómo valora la gestión de la Generalitat en la pandemia?
– Ha hecho todo lo que era humanamente posible. La gestión se ha hecho con las herramientas y los recursos que tenía a su alcance, que son escasos. Con un sistema sanitario que ya estaba estresado, una situación de competencia internacional para tener material sanitario y pruebas… En general, la gestión ha sido la correcta. Podría haber sido mejor, sobre todo en otras condiciones con más recursos y capacidad de tomar decisiones más allá de las competencias de este govern. Por ejemplo, algunos aislamientos no dependen de la Generalitat.
– Las residencias eran competencia del gobierno y su gestión ha sido muy criticada.
– Algunos problemas han sido derivados de los modelos que teníamos. Las residencias, si no quieres que sean centros médicos sino abiertos y de convivencia, están más en riesgo que no si tuviéramos un modelo más cerrado. No lo sé. Yo no quisiera haber estado en su piel, francamente. Han hecho todo lo humanamente posible. Muchas veces, la discusión también era si se hacía caso de la ciencia y de los expertos o si los políticos no atendían sus demandas, pero también hemos podido ver que entre los mismos expertos había discrepancias profundas. Por lo tanto, si hubiera habido unanimidad entre los expertos sobre qué hacer desde el primer momento, habría sido mucho más fácil hacer una gestión política con los recursos que se tenían. Pero hubo momentos en que las opiniones de los expertos también eran discrepantes, por ejemplo, cuando había diversidad de opiniones sobre si era necesaria la mascarilla o si esto ya se acababa o apenas comenzaba. Los expertos tampoco han mantenido opiniones unánimes. Dadas todas estas circunstancias y ante una enfermedad nueva y desconocida, no sé si se podría haber hecho una gestión mejor.
– ¿Piensa que el confinamiento y las restricciones, y el miedo del virus, nos pueden convertir en una sociedad más obediente?
– Los miedos y las actitudes obedientes ya las llevamos por defecto. Antes de la pandemia, ya había muchos comportamientos relacionados con los miedos, lo que los expertos llaman la aversión al riesgo. Nuestros comportamientos habituales ya incorporan como propia esta aversión. Por lo tanto, ante una nueva amenaza, efectivamente, la gente toma decisiones en relación con la percepción del riesgo. Como se ha visto, es muy desigual. Hay gente que ha actuado con mucha prudencia y la hay que ha sido muy imprudente porque no ha tenido sensación de riesgo hasta que le ha caído encima, como se ha visto en comportamientos más juveniles, de tiempo libre y de ocio nocturno. En la medida en que la amenaza de la pandemia desaparezca, sea menor o la normalicemos -como hemos normalizado el riesgo de accidentes de tráfico o de tener un infarto, y no por ello la gente deja de fumar ni comer grasas- la percepción de riesgo disminuirá y los comportamientos volverán a ser como los de antes. No creo que esta pandemia cause grandes cambios.
VILAWEB