Las perspectivas para la economía global en 2011 se deben en parte a la persistencia de la tendencia iniciada en 2010. Son una recuperación anémica, por debajo de la tendencia y en forma de U en las economías avanzadas, a medida que las empresas y los hogares continúan reparando sus balances, y una fuerte recuperación en forma de V en los países de mercados emergentes, debido a los sólidos fundamentales macroeconómicos, financieros y de políticas. Ascienden a cerca del 4% de crecimiento anual para la economía mundial, con las economías avanzadas en torno al 2% y los países de mercados emergentes alrededor del 6%.
Sin embargo, existen riesgos a la baja y al alza para este escenario. En el lado negativo, uno de los riesgos más importante es un mayor contagio financiero en Europa si los problemas de la eurozona se propagan – como parece probable – a Portugal, España y Bélgica. Dado el nivel actual de recursos oficiales a disposición del Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea, España parece demasiado grande para caer y, no obstante, demasiado grande para ser rescatada.
Estados Unidos representa un nuevo riesgo a la baja para el crecimiento global. En 2011, se enfrenta a una probable doble caída en el mercado de la vivienda, alto desempleo y una débil creación de empleo, una persistente contracción del crédito y crecientes brechas presupuestarias a niveles estatal y local, y mayores costes crediticios como consecuencia de la falta de consolidación fiscal del gobierno federal. Más aún, el crecimiento del crédito en ambos lados del Atlántico será restringido, ya que muchas instituciones financieras en los EE.UU. y Europa mantienen una posición de aversión al riesgo en materia de préstamos
En China y otras economías de mercados emergentes, los retrasos en el endurecimiento de las políticas podrían impulsar un aumento de la inflación que obligue a una mayor restricción más adelante; en particular, China puede arriesgar un aterrizaje duro. Existe también el riesgo de que los flujos de capital hacia los mercados emergentes se administren mal, alimentando burbujas de crédito y de activos. Por otra parte, los aumentos adicionales de los precios del petróleo, la energía y los productos básicos podrían llevar a términos comerciales negativos y una reducción del ingreso real disponible en los países importadores netos de productos básicos, mientras elevan las presiones inflacionarias en los mercados emergentes.
Por otra parte, las tensiones cambiarias seguirán altas. Los países con grandes déficits de cuenta corriente necesitan depreciación nominal y real (para sostener el crecimiento a través de las exportaciones netas, mientras que el actual desapalancamiento de los sectores privado y público mantiene débil la demanda interna), al tiempo que los países con superávit (en particular los mercados emergentes) están utilizando la intervención cambiaria para resistirse a la apreciación nominal y una intervención esterilizada para luchar contra la apreciación real. Esto está forzando a los países deficitarios a realizar ajustes de los tipos de cambio real a través de la deflación y, por lo tanto, a una creciente carga de la deuda pública y privada que puede dar lugar a impagos caóticos.
Por otra parte, acechan varios riesgos geopolíticos importantes, como la confrontación militar entre Corea del Norte y del Sur y la posibilidad persistente de que Israel – o incluso EE.UU. – utilice la fuerza militar para contrarrestar el programa nuclear de Irán. También es necesario considerar la agitación política y económica de Pakistán y el riesgo de un aumento de los ataques cibernéticos, por ejemplo, en represalia por un proceso penal contra Wikileaks.
En los EE.UU., el menor ritmo de desapalancamiento del sector privado – dado el estímulo fiscal de la ampliación de las prestaciones de desempleo por 13 meses, el recorte de impuestos de nómina, y el mantenimiento de las actuales tasas de impuestos a la renta por dos años más – podría inducir a las autoridades a creer que pueden convivir con desequilibrios de cuenta corriente y fiscales relativamente grandes, lo que podría generar tensiones financieras en el plazo medio y presiones proteccionistas en el corto plazo.
Por último, frente a la oposición política a la consolidación fiscal, especialmente en EE.UU., existe el riesgo de que el camino de menor resistencia se convierta en una constante monetización de los déficit fiscales. Con el tiempo (una vez que se vaya reduciendo la holgura en los mercados de trabajo y bienes), esto generaría mayores expectativas de inflación y curvas de rendimiento más pronunciadas.
Sin embargo, también hay varios riesgos en el lado alcista. El sector corporativo de EE.UU. es fuerte y muy rentable, debido a los despidos masivos, lo que crea espacio para un mayor gasto de capital y contratación para contribuir a un crecimiento del PIB más robusto y por encima de la tendencia en 2011. Del mismo modo, la zona del euro, impulsada por Alemania, podría orientarse hacia una mayor unión económica y política (especialmente algún tipo de unión fiscal), dando así contención a los problemas de su periferia.
Mientras tanto, el crecimiento en Alemania y el «núcleo» de la eurozona puede acelerarse aún más, dada la fortaleza de los mercados emergentes -que pueden mostrar una mayor capacidad de recuperación-, dando sostén a una expansión global más rápida.
La atenuación de los riesgos a la baja y una serie de agradables sorpresas en las economías desarrolladas y emergentes podrían llevar a un nuevo aumento de la demanda de activos riesgosos (acciones y crédito), lo que reforzaría la recuperación económica a través de efectos sobre la riqueza y la reducción de los costos de endeudarse. La respuesta positiva en factores como el consumo, la producción, el empleo y la generación de ingreso – tanto en los países como entre ellos a través de los canales comerciales – podría acelerar aún más el ritmo de crecimiento mundial, sobre todo si las políticas monetarias en la mayoría de las economías avanzadas siguen siendo más permisivas de lo esperado, dando base a la reflación de activos y, por lo tanto, a la demanda y el crecimiento.
En efecto, después de cuatro años (2007-2010) de recesión o de recuperación insuficiente, está en marcha el proceso de reparación de la hoja de balance – que no se ha completado todavía- , lo que puede tener como resultado menos ahorro y más gasto para impulsar el crecimiento en las economías avanzadas . El daño de la crisis financiera sigue existiendo, pero un crecimiento más fuerte puede curar muchas heridas, especialmente las causadas por deudas.
Hasta ahora, los riesgos a la baja y al alza de la economía mundial están en equilibrio. Pero si las políticas públicas saneadas en las economías avanzadas y emergentes importantes limitan los riesgos a la baja más prevalentes en el primer semestre de este año – que se derivan de la incertidumbre política y la política – podría afianzarse una recuperación económica mundial más resistente en la segunda mitad de 2011 y hacia 2012.
Nouriel Roubini es presidente de Roubini Global Economics (www.roubini.com), profesor en la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York y coautor de Crisis Economics (Economía de crisis).
Copyright: Project Syndicate, 2011.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen