En estas mismas páginas el profesor Mas-Colell formulaba, en su artículo “¿Restitución?” (1), una pregunta oportuna. Aún lo es más después que el president Puigdemont haya manifestado sus intenciones concretas en una entrevista en RAC1. Espero que el exconseller me permita responder con un signo de exclamación en el título, aunque voy a entrar en las cuestiones que plantea. Me parecen adecuadas, y yo mismo las he planteado en algún artículo: ¿a dónde estamos volviendo exactamente? ¿A septiembre de 2017? ¿Al 1 de octubre? ¿Al intervalo que va entre el 1 de octubre y el 27? ¿O a la declaración de independencia, la DUI, del día 27? Como la historia sucedió tan rápidamente, aquellos días que parecían décadas, es oportuno preguntarse dónde nos situamos cuando hablamos de “contador a cero”, de “pasar página” o de “restitución”. Cuando el president Puigdemont habla de su posible investidura, ¿lo hace de qué momento histórico concreto? Estoy seguro de que esto ha sido debatido en los actuales acuerdos de Bruselas y en cualquier caso, si no es así, en el resultado veremos la respuesta. Yo tengo la mía. Antes, sin embargo, una consideración.
Andreu Mas-Colell no sólo hace una pregunta. Antes de eso, hace una afirmación. Si hasta ahora decía que la independencia es “imposible” (ahora parece que lo matiza, afirmando que las independencias se crean después de un acuerdo o de un cataclismo. Espero que esto no valga para todas las naciones del mundo excepto precisamente la nuestra), la actual afirmación es la siguiente: “No hay nadie en el mundo que piense que, después de una declaración unilateral de independencia, un 155 –con convocatoria de elecciones a los dos meses– fuera un acto injusto, ilegal e ilícito”. Bien, en primer lugar, matizar una cosa: Salvador Illa considera que en 155 habría tenido que producirse antes de cualquier declaración de independencia, y antes incluso que cualquier referéndum, “porque así nos habríamos ahorrado muchos problemas”. Es con esta gente que parece que debemos tratar. Pero, en segundo lugar: la aplicación de ese artículo fue dirigida no sólo a suspender la autonomía, para corregir un estado “anómalo” de las cosas, sino directa, explícita, innegablemente dirigida a desnudar los altos cargos de su aforo judicial para poder llevarlos a Madrid a ser juzgados, encarcelarlos preventivamente y castigarles penalmente tanto si había delito como si no. Todo esto con la colaboración real y efectiva del PSC del señor Illa y del señor Collboni. El mundo ha podido ver también eso. Podrá argumentarse, como hace el profesor, que era un resultado previsible: en esto puede tener razón, es lo de “El Estado debe defenderse de alguna manera” que argumentan personas como la ministra Robles. Pero si esto es cierto, si es cierto que hay que prever que un Estado se defienda aplicando el 155, ¿por qué debería ser que el señor Mas-Colell condenara las cargas policiales del 1 de octubre? Aquellas porras debían de ser también “justas, legales y lícitas”, pues, ¿no? Y previsibles, y casi un deber, una legítima defensa, un legítimo ataque. No entiendo cómo defender la legalidad (y la legitimidad) del 155, ya sea por parte de Mas-Colell o desde cualquier lugar “del mundo”, pero criticar en cambio que las fuerzas del orden impusieran lo que algunos entienden (y veneran) como “orden”.
Dicho esto, y sobre la pregunta oportuna del profesor: yo no comparto que la proclamación del 27 fuera un desatino. Un referendo unilateral pide acciones unilaterales. Si algo fue un desatino fue no llevar esta apuesta más allá, después de haber llevado a tanta gente a votar y a defender aquella legitimidad. En cuanto a la restitución de Puigdemont, yo creo que sus discursos y declaraciones sitúan el momento en la frase «paciencia, perseverancia, perspectiva». Esta frase apareció en plena portada en este mismo diario el 29 de octubre de aquel año, cuando el 155 ya estaba aplicado. Es decir: Puigdemont no huye de la declaración del día 27, pero admite que a corto plazo no nos encontramos ante independencia inmediata alguna. No sufra, profesor: el contexto se enmarca exactamente en el ámbito de la mesa de negociación que se desarrolla en Suiza, y que parece creada como respuesta expresa a la demanda de diálogo que Donald Tusk hizo (a ambos lados del conflicto) aquel mismo octubre. Lo que habría tenido que producirse aquel octubre, se produciría ahora. Y por cierto: se produciría después de haber aguantado las posiciones desde el exilio, tanto las políticas como las jurídicas, con las victorias subsiguientes.
No viene una confrontación, pero la figura de Puigdemont confronta muchas cosas. Cuánto durará la preciada estabilidad no depende de él. Sino de si hay alguien al otro lado.
(1) https://es.ara.cat/opinion/restitucion_129_4977921.html
ARA