Algunas ideas defendidas por el escritor indio F.S Naipaul, podrían fácilmente realzar el eurocentrismo del hombre blanco. Mi intención no es de ningún modo criticar a Naipaul sino reflexionar sobre lo que este ha escrito sobre la situación de los musulmanes en el Sudeste asiático. Yo opino particularmente que una de sus reflexiones sobre el Islam, que se manifiesta como que « está todavía en la fase misionera ». El comportamiento de sus fieles está marcado por el efecto de la angustia de sus comienzos y por los entusiasmos pioneros. Sin embargo los catorce siglos transcurridos tras su aparición son ampliamente suficientes para estar tranquilos sobre el sentido histórico y teológico de una religión que ha triunfado y se ha impuesto, creando estados e Imperios. .. Este comportamiento caracteriza lo que se llama hoy el Islamismo, con sus argumentos ideológicos y su odio a los tiempos presentes.
Así, se pueden descubrir diferentes manifestaciones de la angustia y de los entusiasmos pioneros en las reacciones de las islamistas frente al referéndum en Suiza sobre la prohibición de la construcción de nuevos minaretes. Varios movimientos han reaccionado ya ante el acontecimiento y pronto se van a alzar un número incalculable de discursos y de declaraciones que reproducirán los dos argumentos que se escuchan desde hace una treintena de años: 1- la victimización que se pretende que los musulmanes sufren por la persecución y de la hostilidad del Occidente cristiano. 2- la hipocresía de este Occidente que deja de ser democrático y tolerante cuando se trata de los musulmanes.
El punto de partida del fenómeno islamista nació del rechazo de las ideologías modernas y se ha apoyado en la existencia de una nación (oumma) islámica transfronteriza mucho más completa que las naciones constituidas a partir de una lengua, de una raza o de una geografía, como las naciones árabes, turca, iraní, etc. Partiendo del hecho de que toda nación tiene su geografía sagrada que mezcla derivas históricas, intereses propios, semi-verdades y malentendidos, el Islam político tiene como principal ambición el restaurar el espacio sagrado del mundo antiguo (Dar al-Islam/la tierra de Islam) destrozado por los nacionalismos étnicos nacientes y atropellado por el estado moderno, tras reconstruir las fronteras con el espacio del impuro (Dar al-Harb/ el espacio de la guerra), desfiguradas por los tiempos modernos, y que, con la globalización, han perdido su significado.
Este movimiento lleva así el combate sobre dos frentes: contra los nacionalismos étnicos y contra los estados modernos que es necesario eliminar y contra el Occidente a quien hace falta redefinir como el enemigo. – Es en este contexto donde han sido rehabilitados los calificativos de impío, de Dhimmi [no musulmán en tierra de Islam], que ya no eran utilizados en el siglo XX, ya que pertenecen a un pasado superado. Estos términos ya no se aplican únicamente a los occidentales sino también a los cristianos árabes que tienen que volver a ser dhimmis tras haber sido, en la era de las independencias, ciudadanos completos.
La doble guerra llevada por
Estas razones no permiten prever la menor reforma en el proyecto del Islam político. Éste representa un movimiento que pretende deshacer y rehacer el mundo. Por eso su ascenso conduce cada vez más a guerras civiles larvadas o declaradas. Es el caso de Afganistán, de Sudán y de Somalia y podría serlo mañana de Yemen, Egipto, Argelia, Irak, Palestina… Con respecto al Occidente donde se ubica el espacio de la guerra, las operaciones terroristas son calificadas por los islamistas con el término medieval de «conquista/razzia». ¿Pero es tolerable en el comienzo del XXI siglo volver a la geografía de lo sagrado y de lo impuro que pertenecen al siglo X?
Los teólogos que eran poco numerosos en el pasado y que sobre todo tenían pocos medios para comunicarse con el público, llegan a partir de ahora, gracias a la extraordinaria revolución de los medios de comunicación, a alcanzar a todas las categorías de la sociedad, a lograr la más amplia audiencia, aunque sea al nivel de educación de estos últimos y a su capacidad de comprensión. Ahora bien, estos teólogos han adoptado siempre la geografía de lo sagrado y de lo impuro. Si se añade a esta hipótesis la importante capacidad financiera sin precedente en la historia, de la que se benefician hoy en día, se puede explicar su éxito.
Así, las cuestiones relativas a la situación de las minorías religiosas y étnicas en el mundo musulmán se convierten en indiscutibles, mientras que la situación de las minorías musulmanas en occidente y su libertad de expresión y de creencia llegan a ser un combate de primera línea y un pretexto para acusar a occidente de hipocresía y de islamofobia. La denominación de «minorías musulmanas» es por otra parte abusiva ya que se trata de Árabes, de Kurdos, de Turcos, de Pakistaníes… Que se identifican en primer lugar por su pertenencia nacional y además por su identidad religiosa. Por otra parte, una mirada rápida a la situación en los países del Golfo de los trabajadores inmigrados asiáticos, mayoría salida de países musulmanes pobres, muestra la hipocresía del discurso sobre « la tierra de Islam ». En este espacio que teóricamente les pertenece, estas personas viven privadas de derechos y de privilegios y el hecho de que sean musulmanes no les garantiza el mínimo de seguridad o de tratamiento humano.
La respuesta al referéndum suizo no debería ser simple ni simplista. Pero es cierto que la guerra sobre las fronteras que contribuye a forjar la identidad en el seno del mundo musulmán interviene también en el renacimiento de la identidad occidental para generar un «choque de civilizaciones» que se ya no puede ignorar.