Propuestas para un arte medioambiental encontrado
Introducción
En este texto se presentan tres lugares en donde se unen el mundo rural o exterior no arquitectónico1, los restos de un pasado industrial y el arte. Son (1) la balsa salada y entorno de Ezkoriz, en la Cuenca de Pamplona, (2) las ensenadas y promontorios de Tunelboca y Gorrondatxe en Getxo y (3) las canteras de los alrededores de Ereño, los dos últimos en Bizkaia. La actividad industrial relacionada con estos enclaves ha sido, respectivamente, la extracción de sales potásicas, la minería y metalurgia del hierro y la explotación de roca caliza. Los mismos se proponen en este trabajo como obras de un arte medioambiental encontrado (AME)2. La balsa de Ezkoriz ha sido objeto de dos publicaciones anteriores (Astibia, 2002, 2006).
Un mismo hilo geobiológico permite relacionar estos tres espacios, en realidad tres paisajes industriales, y es que tanto los depósitos de rocas salinas, como los yacimientos minerales de hierro y las masas de roca caliza, tienen su origen en los fondos marinos que hace millones de años ocuparon nuestro territorio; fondos que, convertidos en capas rocosas, emergidos y profundamente modificados, constituyen la base geológica de los paisajes actuales aquí descritos. Por ello, esta descripción se plantea como un recuerdo al mar; pero no una evocación en la que subyace la idea, tantas veces sugerida, de la mar como partida, como viaje, sino, por el contrario, una idea de la mar como origen, como matriz geológica donde se reciclan los mundos; también el fondo del mar como memoria. En la medida en que son los propios productos de aquellos antiguos fondos marinos (sedimento, sal, minerales de hierro, caliza y fósiles) los que conforman el núcleo material de estas obras-lugar, en las mismas se logra un nexo de unión entre significado y método, entre mensaje y medio.
Estas propuestas plantean una mirada en silencio, hacia un mundo en evolución, hacia espacios que son laboratorios naturales de colonización y sucesión ecológica, de protección de la biodiversidad y geodiversidad, que promueven, asimismo, la conservación del patrimonio cultural, agrícola e industrial del territorio. Al generar nuevas funciones y significados en estructuras ya existentes, los proyectos AME permitirían reutilizar y preservar enclaves de interés paisajístico y patrimonial, manteniendo y recreando sistemas de elementos de la memoria individual y colectiva.
Fig.1. Balsa de Ezkoriz (Zolina, Navarra). Afloramientos de tufa. (Fotografías del autor). Arriba a la derecha, la balsa vista desde el aire (imagen de Google Earth, 2011).
Ezkoriz
La Balsa de Ezkoriz, también conocida como Balsa de Zolina, es un lago artificial salado de unas 110 hectáreas, situado a pocos kilómetros al sureste de Iruñea-Pamplona, en los valles de Egües y Aranguren. Está muy cerca de la ciudad, pero todavía es un espacio de silencio. El embalse fue creado en la década de los años 60 del pasado siglo por la empresa Potasas de Navarra, ya desaparecida. Allí, una obra humana se ha tornado, tal y como está, en una magnífico e involuntario homenaje al antiguo Mar pirenaico (Fig. 1).
La balsa se ubica en una pequeña depresión, cerrada hacia el sur por una presa. El nivel de agua embalsada fluctúa a lo largo del año. El sustrato geológico de la hondonada está formado por sedimentos margosos (popularmente llamados tufas) de origen marino, pertenecientes a la formación geológica denominada Margas de Pamplona, de la época del Eoceno medio, de hace unos 40 millones de años, cuando casi todo el Dominio pirenaico era una zona deprimida que formaba un golfo abierto al Océano Atlántico. Las sales de sus aguas provienen de los niveles potásicos explotados por la citada empresa en las minas de las cercanas localidades de Beriain y Zubitza y no son sino las sales del antiguo Mar pirenaico, que millones de años más tarde, fue retirándose, dejando en la Cuenca de Pamplona y en otras áreas sud-pirenaicas, grandes espesores de rocas evaporíticas. En el extremo opuesto a la presa los estériles arrojados a la balsa han formado un pequeño delta. Sus canales de distribución forman un bello entramado fractal, réplica en miniatura de los deltas que hace millones de años se adentraban en las aguas de aquel mar en retirada.
Fig. 2. Arriba, fósiles de pisadas de aves y rizaduras del oleaje en niveles de arenisca de origen litoral del Eoceno superior del Pre-pirineo navarro. Abajo, pisadas de aves acuáticas, grietas de desecación y rizaduras del oleaje actuales en los barros salinos de la Balsa de Ezkoriz. (Fotografías del autor)
Sobre los niveles potásicos de Navarra se asientan capas de marga y piedra arenisca, registro geológico de antiguas playas, que en algunos lugares presentan superficies con huellas del oleaje y también pisadas fósiles de aves (Payros et al., 2000). De un modo análogo, en la balsa de Ezkoriz el vaivén del agua deja en las orillas las rítmicas señales del oleaje, como ocurría en las playas del Eoceno. Igualmente, numerosas aves acuáticas, tal vez descendientes de quienes millones de años atrás dejaron sus huellas, hoy fosilizadas, visitan y viven en la zona, volviendo a imprimir en el barro las delicadas marcas de sus patas (Fig. 2).
En Ezkoriz hay muchos elementos derivados del uso del territorio de gran fuerza plástica. Bernd e Hilla Becher quizás habrían encontrado motivos para fotografiar e incluir entre sus “esculturas anónimas” (Becher y Becher, 1970; en Fernández, 2005) algunas de las tuberías y otros elementos de las instalaciones industriales junto a la presa de la balsa. El paisaje agrícola es una gran y cambiante exposición anual de Land Art encontrado. Sus artífices son los agricultores. Las láminas o dientes de hoz de sílex y puntas de bronce encontradas en la zona son evidencias de una ocupación y profunda transformación del territorio que se remonta a la Prehistoria. Las viejas herraduras y trozos de cerámica removidas por los arados son humildes testimonios de las duras jornadas de trabajo de antaño. Los montones de piedras entre campos parecen o pretenden imitar las siluetas de los montes. Tras la cosecha del cereal, las pacas de paja, dispersas o amontonadas en enormes paralelepípedos, conforman cambiantes y efímeras instalaciones de arte involuntario, arquitectura minimalista, concentrados de energía solar, aire y sustancias del antiguo fondo oceánico (Fig. 3).
Fig. 3. Esculturas anónimas y elementos de arte medioambiental encontrado, en los alrededores de Ezkoriz. (Fotografías del autor)
El agua es el componente mayoritario de los seres vivos y la vida misma surgió, probablemente, en las aguas marinas. Sobre el barro de Ezkoriz se desarrollan mucílagos coloreados de algas microscópicas que nos transportan a remotísimos escenarios del alba de la vida sobre la Tierra. El agua y el barro son elementos primordiales en los relatos mitológicos de la Creación. Agua, tufa y sal, microorganismos, aves y actividad humana, conforman en Ezkoriz un espacio singular de reflexión y recuerdo. El solitario paisaje se impregna de simbolismo. Ezkoriz es una metáfora del Mar eocénico, con procesos y escenas que se repiten a lo largo de un tiempo cíclico y casi eterno (Fig. 4).
Fig. 4. Silencio en el Mar de Ezkoriz. (Fotografías del autor)
Tunelboca y Gorrondatxe
Los entrantes costeros de Tunelboca (Punta Galea) y Gorrondatxe (Playa de Azkorri), en el municipio vizcaíno de Getxo, forman parte de un paisaje concurrido y sonoro; un paisaje marcado por el viento y las olas. Existe en estas playas un depósito de sedimentos de color oscuro, de varios metros de espesor, compuestos por arenas, gravas y niveles de cantos, cementados por carbonato, que se asientan discordantes sobre las capas rocosas de origen marino profundo del Eoceno, fuertemente plegadas y que forman la costa acantilada (Fig. 5).
Fig. 5. Depósitos de color oscuro de origen industrial, registro geológico de Altos Hornos de Vizcaya, en las Playas de Tunelboca (izquierda) y Gorrondatxe (derecha). Arriba, registro gráfico de la misma empresa. (Impreso y fotografías del autor)
Lo más notable de estos niveles es su origen industrial. En la generación de los mismos está, sobre todo, la actividad de la empresa Altos Hornos de Vizcaya que, desde su fundación en 1902 hasta 1966, transportó y arrojó al mar, mediante un gánguil, cerca de 25 millones de toneladas de escorias de fundición y otros escombros (Azpiri, 1983). Su acumulación en las playas y calas cercanas fue producida por las corrientes marinas, que se encargaron de devolver a la costa parte de los desechos. El grueso de la escombrera ha estado desde el principio bajo el agua y, debido a su alto contenido en hierro, se le ha denominado “Mina San José”, existiendo en los años 80 de pasado siglo un proyecto de explotación de la misma, hoy abandonado (http://www.avpiop.com/patrimonio).
En una demostración más de cómo los fenómenos geológicos no son siempre tan lentos como se cree, cuando se observan de cerca estos sedimentos de origen antrópico, puede comprobarse que, a pesar de ser tan recientes, están ya cohesionados. De hecho, forman un ejemplo especial de lo que en la literatura geológica se conoce como beach-rock o roca de playa (García-Garmilla, 1990); en este caso una roca rica en colores, texturas y micropaisajes, repleta de fragmentos de ladrillos refractarios, vidrio y escorias, entre otros “fósiles” humanos, englobados en la matriz arenosa. La mar ha generado con nuestros vertidos una extraña y hermosa roca (Fig. 6).
Fig. 6. Playa de Gorrondatxe (Getxo, Bizkaia). Discordancia angular entre los depósitos de origen antrópico y los estratos del Eoceno en la misma playa. Ladrillos refractarios, escorias y otros componentes de dichos depósitos en Tunelboca y Gorrondatxe. (Fotografías del autor)
La marcada discordancia angular entre estos depósitos y las estratos rocosos de los acantilados, que supone un salto en el tiempo de más de 40 millones de años, parece una metáfora del profundo cambio que supuso la Revolución industrial sobre el mundo anterior a ella. Por otro lado, los grandes socavones erosivos que la mar ha producido recientemente en estos aportes evocan el posterior desmoronamiento de la sociedad industrial por la llamada sociedad de la información o del conocimiento. Los sedimentos industriales de Getxo, registro geológico de la Revolución industrial en la Ría de Bilbao, constituyen un didáctico y dramático ejemplo de cómo las rocas, a su manera, contienen historias; también del tipo de evidencias geológicas que un día, cuando la Humanidad ya no exista, testimoniarán, no se sabe ante quien, el paso de nuestra especie por el planeta.
En Bizkaia parece que todo surge y vuelve al mar. Los minerales de hierro, explotados por las grandes compañías mineras para abastecer a la industria siderúrgica, provenían de los montes de Bilbao y de las Encartaciones. En esta zona los minerales de hierro se incluyen en rocas calizas de edad Cretácico inferior, de hace unos 100 millones de años, pertenecientes a lo que se conoce en la literatura geológica como Complejo Urgoniano. Las calizas urgonianas están repletas de fósiles y constituyen el registro geológico de antiguas plataformas marinas, donde los corales, moluscos y otros muchos organismos formaron grandes bioconstrucciones. En nuestro planeta el hierro proviene de su interior profundo, pero es sobre todo en los sedimentos y rocas de las cuencas marinas donde, debido en parte a la acción de los microorganismos, se han formado los más importantes yacimientos de minerales de hierro. Una vez más, y ahora en un escenario espacio-temporal diferente al que puede plantearse en la Cuenca de Pamplona surge la idea de recuerdo o evocación al mar, a la mar formadora de la tierra a la que pertenecemos.
Fig. 7. Escultura encontrada sobre la ensenada de Tunelboca (Punta Galea), antes y después de perder una de sus extremidades; al fondo, instalaciones del Puerto del Abra de Bilbao. (Fotografías del autor)
Sobre el acantilado de La Galea se yergue, solemne, una vieja estructura metálica en forma de trípode. Hasta hace poco tenía una cuarta extremidad, que apuntaba al cielo. Posiblemente sirvió para trabajos de mantenimiento de la antigua salida del saneamiento de Bilbao que existe en la playa, relacionada con la histórica estación bombeadora de Elorrieta. En sus vigas pueden leerse las iniciales JMA de una empresa metalúrgica madrileña. El trípode es también “un arco”; un templete de hierro y atractor para muchos paseantes de la zona que, dejando momentáneamente el camino de cemento que discurre a su lado, lo atraviesan o se paran en su interior para mirar la playa de Tunelboca3.
Las canteras de los alrededores de Ereño
El tercer hito o propuesta se sitúa en la comarca vizcaína de Busturialdea, en las cercanías del estuario de Urdaibai. Se trata de un conjunto de canteras de roca caliza, ya abandonadas, ubicadas principalmente en los términos de las poblaciones de Gautegiz-Arteaga y Ereño. En el barrio de Andrabide del primer municipio se localiza la más espectacular de ellas: la cantera de Atzarraga. Esta cantera aparece documentada desde el siglo XIX, y la última fase de explotación la llevó a cabo la empresa Marmolería Bilbaina S. L., entre los años 1968 y 1989 (Pereda, 2011) (Fig. 8).
Fig. 8. Cantera abandonada de Atzarraga, cerca de Ereño (Gautegiz-Arteaga, Bizkaia). Grandes bloques de caliza Rojo de Ereño (longitud en torno a 2 m.). (Fotografías del autor)
Caminar por la cantera de Atzarraga es, precisamente, adentrarse y recorrer la historia de una antigua plataforma bioconstruida por los organismos marinos. Se formó hace unos 100 millones de años, cuando nuestra región geológica, la llamada Cuenca Vasco-Cantábrica, se situaba en latitudes subtropicales y estaba bañada por las aguas de un mar cálido. El origen biogénico de estas y otras masas de “caliza urgoniana”, tan característica de las montañas vascas, pone de manifiesto la capacidad que tienen los seres vivos de mineralizar el entorno. En estas calizas son muy abundantes los fósiles de rudistas, un grupo extinto de moluscos bivalvos que proliferó en las zonas menos profundas de aquellos mares. Los cortes y bloques aislados de la cantera permiten ver la evolución del complejo a lo largo del tiempo, sucediéndose las fases de proliferación de rudistas con periodos de destrucción del ecosistema por temporales; creación y destrucción entrelazadas (Fig. 9).
Por su resistencia mecánica y belleza, al estar formada por una matriz de color rojo, sobre la que destacan los fósiles de los rudistas, recristalizados y blancos, la caliza de esta y otras explotaciones cercanas, que se conoce comercialmente como Rojo Ereño o Rojo Bilbao, ha sido muy apreciada como roca ornamental. Un cipo y un ara funerarias de época romana halladas en Forua y la presencia de este material en revestimientos y cornisas de construcciones en la ciudad de Iruña-Veleia (Gil y Filloy, 1999) atestiguan su utilización desde la antigüedad. Como su nombre indica, el Rojo Bilbao decora las fachadas y portales de muchas casas y edificios emblemáticos de la capital vizcaína, donde también se combina arquitectónicamente con las columnas de hierro colado; el hierro proveniente, asimismo, de yacimientos asociados al Complejo Urgoniano.
Fig. 9. Secciones longitudinales y transversales de fósiles de moluscos rudistas en la caliza urgoniana de la cantera de Atzarraga (la longitud de cada ejemplar es de unos 10-15 cm). Rojo Ereño o Rojo Bilbao en el ensanche de la capital vizcaína. (Fotografías del autor)
Las imponentes bermas o escalones de sus paredes dan a la cantera de Atzarraga un aire de ruina incaica. El camino de acceso a esa enorme oquedad, flanqueado por grandes bloques de piedra, parece adentrarse entre los vestigios de un antiguo templo. Su aspecto de construcción vacía, de espacio desocupado, de frontón, también de enclave megalítico, nos lleva a Oteiza, y sus ideas sobre el vacío, convergentes con las del pensamiento taoísta. En esta cantera el artista catalán Perejaume llevó a cabo en 1991 la intervención titulada Desescultura, reintegrando en la pared de la misma un bloque de piedra arrancado (Maiz Agirre, 2002). Su apariencia ruinosa, su abandono, evoca las pinturas de paisajes del Romanticismo y también a Kiefer, el artista alemán nacido en 1945, para quien las ruinas, universo de sus juegos infantiles, no son un final, una catástrofe, sino siempre el principio de algo. Puede pensarse en dejar que la naturaleza actúe; también en el trabajo que la asociación cultural Lithica, fundada en 1994 por la escultora y arquitecta Laetitia Lara, lleva a cabo desde hace años en las canteras de marés de Menorca. La cantera de Atzarraga ha sido declarada Patrimonio Histórico de Bizkaia y propuesta por Damas (2011) como Lugar de Interés Geológico (Fig. 10).
En la zona de Markina-Xemein, (Comarca de Lea-Artibai) existen otras canteras que extraen actualmente roca caliza en espectaculares frentes de explotación de gran longitud y altura. Se trata de una caliza arrecifal recristalizada, de color gris oscuro (Negro de Markina), con alguna veta clara de calcita y donde también se pueden observar fósiles de rudistas. El Negro de Markina es, asimismo, apreciado como roca ornamental y se exporta a todo el mundo. También se extrae en grandes bloques que se utilizan para diques y espigones; bloques de mar, regreso al principio.
Fig. 10. Cantera de Atzarraga, vista general y detalles de una de las superficies horizontales de la explotación, con los orificios y restos de sirgas correspondientes a los antiguos métodos extractivos. (Fotografías del autor)
Agradecimientos
A Julia Fernández, José Miguel Martínez Urmeneta y los doctores Javier Elorza y Xabier Orue-Etxebarria (UPV/EHU), por sus valiosos comentarios, que han permitido mejorar notablemente el manuscrito.
Referencias
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1 Se ha evitado utilizar la palabra naturaleza. Casi todos los lugares, incluidos los que parecen más prístinos, suelen estar profundamente humanizados. En la mentalidad urbanita es frecuente considerar el mundo no urbano como espacios “naturales”, hecho que, de acuerdo con el llamado principio de Xie Lingyun de Berque (2008), olvida el trabajo de infinidad de generaciones humanas que han generado esos paisajes.
2 Si se trata de asignar este tipo de propuestas a una categoría dentro de una sistemática del arte se trataría de arte conceptual, enraizado en el ready-made duchampiano, la visión del paisaje de Smithson (1969) en su paseo por su Passaic natal y el Arte medioambiental o el Land-Art, en su versión más respetuosa con la naturaleza (en el sentido de Segurola, 2005). Además del carácter de arte medioambiental encontrado, se trataría de un arte de no intervención, planteamientos que se relacionan con el concepto de Walkscape o las ideas de Long y Fulton (Careri, 2002), y también una identificación con el pensamiento de Goldsworthy, cuando afirma que la obra es el lugar (Laichach, 2007).
3 Propongo como escultura el arco del campo de fútbol de San Mamés, en Bilbao, símbolo de la industria siderometalúrgica e ingeniería vascas, hecho con el mineral de hierro de los montes vizcaínos, mineral que se formó, hace millones de años, en el interior de las rocas del antiguo mar mesozoico y que se exportó por mar en grandes cantidades a la Gran Bretaña, cuna de la Revolución industrial y de donde vino el fútbol (Campa de los Ingleses); escultura encontrada Arco de San Mamés, evocación al mar formador, a la industria vasca y símbolo de los lazos humanos, culturales y comerciales de Bilbao y Bizkaia con el Reino Unido. Adquieren protagonismo los cuadros del pintor inglés Lowry (1887-1976), en especial el titulado “The Football Mach”, que recrean paisajes familiares para quienes han conocido Bilbao y su ría hace unas décadas.
Humberto ASTIBIA, Departamento de Estratigrafía y Paleontología. Facultad de Ciencia y Tecnología. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitate