Los cambios de destino en la Rusia eterna no han venido de fuera sino que se han incubado dentro. Napoleón y Hitler fracasaron en la conquista de la gran masa territorial rusa. La victoria de Estados Unidos en la guerra fría se produjo sin disparar un solo tiro. El imperio cayó, como vaticinó la historiadora francesa, Hélène Carrère d’Encausse, por las luchas por el poder dentro del Kremlin.
Invadir o derrotar militarmente a Rusia es improbable hacerlo desde fuera. La suerte de Putin depende de los rusos y muy concretamente del aparato del Servicio Federal de Seguridad de la Federación de Rusia, el antigua KGB que ahora se denomina FSB. Putin fue aupado por los servicios de inteligencia oponiéndose a los oligarcas que se hicieron multimillonarios en los tiempos de Yeltsin.
En la invasión de Ucrania ha fallado la inteligencia. Sabía más la CIA lo que ocurría en Rusia que el espionaje y contraespionaje rusos. Putin se rodeó de sus viejos camaradas y asimilados en la inteligencia rusa y confió a militares escasamente preparados para una confrontación militar como la invasión de Ucrania. La inteligencia de un país aporta información pero difícilmente está preparada para gobernar.
En Washington sabían las intenciones de Yevgueni Prigozhin, el bizarro jefe de los mercenarios de Wagner, muchas horas antes que Putin conociera más o menos lo que estaba ocurriendo. Se enviaron cientos de tanques a Ucrania pensando que sería un paseo militar y se olvidaron de algo tan imprescindible como la intendencia, las comunicaciones y las reacciones a los imponderables que tiene cualquier guerra.
Putin entregó la fuerza de choque en Ucrania a Yevgueni Prigozhin, viejo conocido y camarada, que formó un grupo numeroso de mercenarios sacándolos de cárceles o de sectores marginales de la sociedad. No se fiaba del ejército después de meses de quedar estancados en las provincias pro rusas de Ucrania.
No tuvo en cuenta lo que advierte Nicolás Maquiavelo en “El Príncipe”. El pensador florentino escribió que “los ejércitos ajenos, o te oprimen, o te arruinan, o te abandonan”. Alguna de estas cosas ha ocurrido entre Putin y Yevgueni Prigozhin. De héroe ha pasado a traidor. Se supone que está en Bielorrusia pensando que si su reto militar a Putin fracasa no vivirá tranquilo bajo el apoyo del presidente bielorruso, Lukashenko.
El drama se está desarrollando. Putin ha evitado la confrontación con los mercenarios de Wagner pero su poder ha resultado dañado. Ha habido una rebelión militar interna que no ha controlado.
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