Partiendo de la idea de que las condiciones para investir a Sánchez no están, Puigdemont traza un método que, si los partidos españoles pueden asumirlo, llevaría la negociación más allá de la investidura
El president Carles Puigdemont dio ayer un discurso muy medido, que me parece que iba destinado sobre todo a fijar el método negociador que podría conducir, primero, a una eventual investidura de Pedro Sánchez y, después, a una negociación a fondo para resolver el conflicto político catalán.
El discurso (pueden leer el texto y ver el vídeo https://www.vilaweb.cat/noticies/video-directe-conferencia-puigdemont-brusselles-investidura-sanchez/) es muy detallista, escrito como si Puigdemont no quisiera dejar ni una cabeza suelta, ni un solo flanco desatendido. Iré, por tanto, a lo que creo que es el nudo central de la propuesta.
En el texto, el 130 president dice varias veces que no existen las condiciones para pactar la investidura y que, en consecuencia, hay que estar preparados para unas elecciones. Pero, partiendo de esta constatación, después despliega un modelo de negociación que cree que –si los partidos españoles son capaces de entrar en él– podría crear confianza entre las partes y permitir encarar la investidura con suficientes garantías de continuidad de la negociación hasta el final.
Un método que, como es lógico, calca la forma en que Junts ha pactado la presidencia del congreso español: exigir el cumplimiento de cosas factibles –que están al alcance de Pedro Sánchez y dependen de él– que el gobierno español debe hacer antes de recibir cualquier voto. Y ayer precisamente ya se constató de forma oficial que el Consejo Europeo del 19 de septiembre modificaría el reglamento de lenguas para hacer oficial el catalán en Europa.
Siguiendo este método Carles Puigdemont encarga ahora nuevos deberes al gobierno español.
El primero es el fin de la represión –no sólo con la amnistía, como estaba previsto, sino también derogando la directiva de seguridad española y dando órdenes concretas a la fiscalía y la abogacía del estado.
El segundo es el reconocimiento, por la parte española, de que el marco legal del debate no debe ser su constitución –incompatible con la independencia de Cataluña–, sino el derecho internacional –fuente de legitimación de cualquier proceso de independencia.
[Nota al margen: es importante recordar que en el 2018 Pedro Sánchez ya aceptó en una reunión con el president Torra (1) no tomar la constitución española como marco, aunque él lo quería].
Y, finalmente, el tercer deber, clave y determinante, es el establecimiento de la figura de un mediador reconocido y oficializado por ambas partes –obviamente internacional, aunque esto no lo concretó en el discurso.
[Y segunda nota al margen: la total y absoluta negativa de Pedro Sánchez a aceptar la figura del relator o mediador llevó a las dos elecciones del 2019].
En este tercer deber, pues, está la clave. La existencia de una intermediación –que, si es como debería ser, estaría encarnada por una personalidad europea de prestigio con autoridad moral ante la Unión Europea– marca formalmente el paso de un debate en clave interna, española, a una negociación en clave internacional. Por eso en 2019 Sánchez prefirió unas elecciones antes que aceptarlo; veremos qué hace ahora.
Y todo ello aún con el añadido de que en este esquema no negociará el Estado español con la autonomía catalana –que ni éste es el caso, porque el govern de la Generalitat no tiene ningún papel que hacer y está espectacularmente fuera de juego. Negociarán dos actores políticos que, a diferencia de lo ocurrido hasta ahora, se reconocerán a sí mismos al mismo nivel y con la misma legitimidad, por tanto, para llevar a cabo sus aspiraciones. Más allá, mucho más allá del trámite de la investidura.
Un comentario final. Todo sucede muy rápido. No se podía hablar catalán en el parlamento español y se podrá hacer, el catalán no podía ser lengua oficial en Europa y lo será, la amnistía era anticonstitucional y todos ya redactan la ley… Es normal y razonable, después de todo lo que ha pasado estos últimos años, que exista desorientación, desconfianza, dudas y escepticismo entre las bases independentistas. Y es saludable.
Pero al principio de este artículo he explicado que me había llamado la atención la meticulosidad del discurso, como si Puigdemont no quisiera dejar ni una sola cabeza por ligar. Y, tal y como acaba, parece que ha tomado nota, de eso, también: “No hemos aguantado la posición todos estos años para acabar salvando una legislatura, sino para defender el encargo recibido de los ciudadanos, parte de los cuales hoy nos mira con recelo y desconfianza, y a los que habrá que tener siempre presentes cuando tengamos que sentarnos, si es que esto acaba pasando, con quienes nos vengan a pedir nuestro apoyo”.
(1) https://www.vilaweb.cat/noticies/concentracio-davant-el-palau-de-pedralbes-abans-de-la-reunio-entre-el-govern-catala-i-lespanyol/
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