Por el suelo compartido y las cosas comunes
Nos reúne aquí la presentación del último, de momento, libro de Santiago Alba Rico -que nos acompaña- escrito conjuntamente con Carlos Fernández Liria y editado por Hiru. Nos reunimos aquí contra los reclamos de una tarde soleada de sábado y contra el espectáculo del “partido del siglo o del milenio…”, en fin… [en este momento, la sala de Cambalache se encontraba ya completamente llena]. El capitalismo es algo más que un modo de producción; no es sólo una de los modos en que
Y esta amenaza es doble, pero mientras de una de ellas existe creciente conciencia no podemos decir lo mismo de la segunda. La amenaza ecológica, el agotamiento de los recursos naturales, energéticos, que son finitos frente a una voracidad infinita del Capital; sobre ciertas expresiones de esta amenaza es consciente un movimiento ecologista cada vez más extenso, aunque muchos sectores de él no hagan la necesaria lectura anticapitalista del problema. Pero la segunda amenaza, a la que se presta menos atención es la de la destrucción de los mínimos antropológicos del Hombre. No estamos hablando sólo del hambre, la miseria, las guerras,… consustanciales a la reproducción ampliada del sistema, es algo más. Es esta segunda dimensión destructiva del capitalismo sobre la que Santiago ha venido reflexionando de manera lúcida a lo largo de su obra, más que sobre el capitalismo desde el punto de vista económico o político. Le propongo que dedique una parte de su intervención a explicar este primer aspecto, esta dimensión “anti-antrópica” del capitalismo, de qué manera el mercado amenaza a
La segunda cuestión que plantearía a Santiago es, entonces, la siguiente: si esa determinación es así, así de absoluta ¿qué salida cabe? ¿desde dónde construir resistencias? ¿cuáles serían las condiciones para articular un sujeto político alternativo, el que debe producir el cambio hacia el socialismo?
La parte del libro escrita por Santiago, la primera, consta de una serie de textos breves, cuyo hilo conductor he intentado resumir. Muchos de los textos son conocidos, publicados previamente en Rebelión,
De la segunda mitad del libro, la de Carlos Fernández Liria, quiero destacar dos aspectos que me parecen los ejes de su discurso: una, la “conexión” Ilustración y Marxismo, y la segunda, novedosa a mi juicio en este texto, sobre la idea de Progreso. Frente a una cierta concepción del marxismo que postulaba -de manera muy mecánica- que las superestructuras ideológicas, jurídicas, etc. eran expresión de la infraestructura económica y, por tanto, serían barridas y sustituidas por otras en la nueva sociedad, tras la colectivización de los medios de producción, etc., Carlos defiende que las conquistas de la humanidad que expresa
La idea de Progreso, admite Carlos, es muy polémica y lo mismo podemos decir de su adjetivo “progresista” ¿qué podemos considerar hoy “progresista”, qué se esconde bajo esa etiqueta? El avance científico y tecnológico del siglo XIX, y la idea de Progreso asociada a ellos, generaron un cierto optimismo histórico que estusiasmó al propio Marx, de tal forma que -en una cierta lectura del marxismo- se llega a pensar en el socialismo como un inexorable resultado del desarrollo de las fuerzas productivas. De la misma forma que el capitalismo había sustituido al feudalismo, no quedaba más que agudizar y acelerar las contradiciones del capitalismo para la llegada de la nueva sociedad, el socialismo y el comunismo. Poco que discutir a estas alturas sobre esta visión. Desde otro campo, fuera del marxismo, la ideología desarrollista tiene puntos en común y comparte una cierta idea de progreso: el mismo término de “países en vías de desarrollo” (todo un sarcasmo) tan querido de las agencias de Naciones Unidas, o las etapas de Rostow (todas las sociedades pasan por las mismas fase de desarrollo y todas se desarrollarán en la medida en que se inyecte capital, etc).
Además bajo el espejismo del “progresismo”, desde la izquierda -o cierta parte de la izquierda- hemos aceptado acríticamente posiciones y discursos que tenían más que ver con las propias necesidades de desarrollo capitalista que con propuestas emancipatorias. Y aquí podríamos citar, a mi juicio, el pedagogismo y la educación en valores (que, por cierto, Carlos ha analizado muy bien a propósito de las luchas contra el “plan Bolonia”), el multiculturalismo, el relativismo cultural, el hedonismo de masas (que proféticamente denunciaba el Passolini de “Escritos corsarios” en 1974),…
Sin embargo, y a pesar de todo el descrédito actual de la idea de Progreso, Carlos propone que no podemos/no debemos renunciar a esta idea, porque es la idea de lo mejor. Leo algunos de los últimos párrafos del texto de Carlos: <<… cuando Kant afirmaba que “el género humano progresa continuamente hacia lo mejor”, tampoco se equivocaba. La noción de progreso está hoy en día muy desprestigiada, por supuesto. …Pero cuando los filósofos hablan de “lo mejor”, conviene no apresurarse a representárselo según los parámetros de
Continúa Carlos contra la inexorable marcha de
(Esta fue mi intervención -no transcrita literalmente, por supuesto- ayer sábado, 10 de abril a las 19:00 en la presentación en Cambalache del libro “El naufragio del hombre”. A continuación intervino Santiago Alba Rico y finalmente mantuvimos un interesante coloquio, que finalizó pasadas las 21 horas, con la lectura colectiva y sorpresiva de “El ratoncito Roquefort” un cuento para niños escrito también por Santiago. Como no podría trascribir la larga y densa intervención de Santiago, creo que lo mejor es recomendar nuevamente la lectura del libro: para disfrutarlo y sufrir después.)
http://patriciosuarez.wordpress.com/
Publicado por Rebelión-k argitaratua