Por qué Estados Unidos liderará el «siglo asiático»


Al parecer, no pasa una semana sin que un pensador del panorama general dé a conocer un libro sobre el panorama general u ofrezca un sermón sobre el panorama general donde se describe el eclipse gradual de la hegemonía norteamericana en Asia. Es verdad, el poder norteamericano inevitablemente declinará en términos relativos mientras ascienden los gigantes asiáticos como China e India. Pero, al menos en lo que concierne a Asia, los argumentos sobre el fin de la hegemonía norteamericana no parecen ciertos.

Por un lado, Estados Unidos nunca fue una preeminencia en Asia. Sólo algunos triunfalistas norteamericanos de la post-guerra fría lo creían así. La naturaleza del poder norteamericano y el ejercicio de su influencia siempre fueron mucho más inteligentes y sutiles de lo que supone la mayoría. De hecho, mientras India y China ascienden, Estados Unidos bien podría encontrarse en una posición más fuerte.

¿Cómo puede ser posible? Después de todo, el poder y la influencia se construyen en base al éxito económico. La economía china se ha estado duplicando de tamaño cada diez años desde 1978. La economía india ha estado haciendo lo mismo desde 1991. En cambio, a la economía norteamericana le lleva unas dos décadas duplicar su tamaño. ¿Esto no significa acaso que Asia está avanzando rápidamente hacia un estado de multipolaridad -una configuración de grandes potencias aproximadamente iguales que se equilibran mutuamente- mientras la influencia norteamericana está en decadencia?

La conclusión aparentemente obvia sería cierta salvo por el hecho de que Asia tiene un tipo único de sistema de seguridad jerárquico que surgió en parte por accidente y en parte por elección.

Ninguna potencia puede ser preeminente si no puede mantener su ventaja militar sobre sus rivales. Sin embargo, a pesar del hecho de que Estados Unidos invierte más en defensa que las diez siguientes potencias combinadas, nunca ha sido una potencia hegemónica regional porque, en realidad, depende de la cooperación de otros estados para seguir siendo predominante. Sin la cooperación de aliados como Japón, Corea del Sur, Singapur y las Filipinas, Estados Unidos no podría retener sus posiciones militares de avanzada en el Pacífico occidental. De la misma manera, Estados Unidos necesita la cooperación de Indonesia, Malasia y Tailandia para albergar su crítica infraestructura de radares.

Es más, para seguir siendo preeminente, Estados Unidos requiere que otros estados y agrupaciones regionales esenciales, como la ASEAN, aprueben sus relaciones de seguridad. En consecuencia, existe una amplia aprobación regional de las alianzas estadounidenses con Japón, Corea del Sur y Australia, así como con socios como las Filipinas, Singapur, Tailandia e India. La clave para la efectividad de estas relaciones bilaterales es que cuenten con un respaldo generalizado (y, por ende, con legitimidad) en la región como acuerdos estabilizadores. El todo es mayor que la suma de sus partes.

Combinado con la capacidad militar total que Estados Unidos pone sobre la mesa, esto significa que es lo suficientemente poderoso como para instaurar la paz y ofrecer la estabilidad para que prospere el comercio. La presencia de Estados Unidos y las relaciones bilaterales son complementarias a la obsesión de los estados asiáticos por el contradominio y la no interferencia en la región.

Este «orden liberal» dinámico -en gran medida, justo, flexible y lo suficientemente abierto como para recibir nuevos miembros cuando ascienden- seguirá satisfaciendo los intereses de Asia. Por ejemplo, hasta China ha sido un importante beneficiario de los bienes públicos proporcionados por el sistema jerárquico liderado por Estados Unidos.

Esta relación interdependiente implica que Estados Unidos no es tan poderoso, que puede fácilmente ignorar los deseos de estados clave, y es aquí donde su aparente debilidad, en realidad, es una fortaleza. Estados Unidos no es un Leviatán hobbesiano con autoridad y poder absolutos. De hecho, los estrategas chinos muchas veces se asombran ante la falta de «equilibrio» que impera contra Estados Unidos en la región. Pero es sorprendente sólo si caracterizamos a Asia como una región multipolar en lugar de jerárquica.

Por cierto, cualquier equilibrio tiende a producirse para preservar la jerarquía, no para cambiarla o suplantarla. Otros estados tienden a rechazar los intentos de cualquier potencia asiática -ya sea Japón, China o India- por ascender a la cima de la pirámide. Como potencia con sede en el extranjero, Estados Unidos necesita la cooperación de los socios asiáticos. Esto mantiene al mandamás bajo vigilancia. Si un país asiático como China quisiera ascender a la cima, no necesitaría el mismo nivel de cooperación y aprobación regional para mantener su posición y bases militares.

Mientras China e India asciendan, y Japón se vuelva más «normal», se equilibrarán mutuamente dentro de la jerarquía liderada por Estados Unidos para asegurar que Estados Unidos se mantenga en la cima, y ni uno ni otro termine dominando. Si China hace un intento de hegemonía regional, le costará resistir las restricciones estructurales que recaen sobre sus espaldas dentro de esta jerarquía.

El poder de Estados Unidos está en decadencia relativa, pero eso no es malo. El falso triunfalismo alimenta la mala disciplina. Sin embargo, una sensación de vulnerabilidad estratégica alimenta la interdependencia, que siempre ha sido la clave de liderazgo exitoso de Estados Unidos en Asia.

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John Lee es especialista en política exterior, miembro del Centro para Estudios Independientes en Sydney y miembro visitante del Instituto Hudson en Washington. Su libro más reciente es Will China Fail? (¿China caerá?)

Copyright: Project Syndicate, 2009.

www.project-syndicate.org

Traducción de Claudia Martínez

Publicado por www.project-syndicate.org argitaratua