Polonia conmemoró hoy el 70 aniversario del ataque alemán que provocó la Segunda Guerra Mundial y que causó una cifra aproximada de 60 millones de víctimas.
Europa se convirtió en la casa de los muertos, el escenario de una bestialidad sin precedentes de la que los polacos fueron los que más sufrieron. Se calcula que entre cinco y seis millones de polacos perdieron la vida en la guerra, una quinta parte de la población.
En la oscuridad de la madrugada del primero de septiembre de 1939 el buque de guerra Schleswig-Holstein abrió fuego sobre el fuerte de Westerplatte cerca de lo que entonces era la ciudad de Danzig, hoy Gdansk. Al mismo tiempo la Wehrmacht de Hitler invadió Polonia por el este, el oeste y el sur. La entrada de las tropas nazis en Polonia provocó que Inglaterra y Francia declararan la guerra a Alemania tres días después.
Empezaba la segunda gran guerra civil europea. Con una evidencia sobrecogedora, según señala el historiador Eric Hobsbawm, que mientras en la Gran Guerra de 1914 sólo el 5 por ciento de las víctimas eran civiles, en la segunda, el porcentaje se elevó hasta el 66 por ciento. Como apunta el anciano historiador que reside en Cambridge «en la actualidad, la proporción de víctimas civiles de cualquier guerra se sitúa entre el 80 y el 90 por ciento».
Polonia fue la víctima de las perversas ambiciones de sus dos históricos grandes vecinos. Alemania invadió Polonia el primero de septiembre y los soviéticos lo hicieron desde el oeste el día 17.
Lo que no se sabía en esos días es que la eliminación de Polonia era la consecuencia del pacto germano-soviético entre Ribbentrop y Molotov firmado en Moscú a finales de agosto que contenía unas cláusulas secretas que definían una futura frontera entre Alemania y la Unión Soviética que borraría del mapa a Polonia. En las cláusulas secretas se incluía también que la Unión Soviética se quedaría con Finlandia y los tres Países Bálticos.
Polonia pasaba a ser otra vez un país sobre ruedas, según expresión de Helmut Schmidt, que cambiaba sus fronteras o desaparecía físicamente por las históricas ambiciones territoriales de Rusia y Alemania.
Las interpretaciones sobre las causas de la Segunda Guerra Mundial se han vertido en miles de libros. Millones de judíos fueron llevados a los campos de exterminio por los nazis. De los 60 millones de víctimas de la guerra, se calcula que casi la mitad eran súbditos soviéticos.
A principios de 1940, los servicios secretos soviéticos asesinaron a más de 20.000 oficiales del ejército polaco en los bosques de Katyn. Durante medio siglo el Kremlin acusó a los nazis de aquella matanza hasta que en 1990 Moscú admitió su responsabilidad en aquellos crímenes.
Los tribunales rusos no consideran que aquella barbarie fue un crimen de guerra y Rusia no ha autorizado todavía desclasificar los documentos sobre la matanza.
Faltaba poco para terminar la guerra cuando los nazis y los soviéticos engañaron a los ciudadanos de Varsovia. Las tropas de Stalin estaban cerca de la capital. Convenció a los polacos que se levantaran contra los nazis. Lo hicieron y fueron machacados. Fue entonces cuando las tropas soviéticas cruzaron el Vístula y ocuparon la capital.
Todas las interpretaciones son válidas si se pueden probar. Lo que no admite discusión es que los polacos fueron víctimas de la política expansionista de Hitler y el proyecto de Stalin de controlar Europa Central, incluida Polonia.
Alemania ha pedido perdón. Aquella famosa foto del canciller Willy Brandt, arrodillado en Varsovia ante el monumento a las víctimas del nazismo, es de diciembre de 1970.
Rusia no ha pedido perdón. En los actos conmemorativos de hoy en Westerplatte, el primer ministro Vladimir Putin ha recordado que casi la mitad de los muertos en la guerra eran soviéticos. Y añadió que todos los pactos que los estados europeos sellaron con Hitler fueron «moralmente inaceptables».
Las heridas de aquella gran catástrofe siguen vivas en la memoria de muchos polacos.