Hoy hace 113 años, el 28 de julio de 1893, se inauguraba el puente-transbordador Bizkaia entre Portugalete y Getxo en la desembocadura del Ibaizabal. El pasado día 13 la UNESCO ha declarado que tal estructura es Patrimonio Mundial y lo ha incluido en la Lista de bienes culturales y naturales que, como poseedores de un valor excepcional para la humanidad, pertenecen al todos los pueblos del mundo independientemente de su localización. Se trata por lo tanto de un hecho particular y culturalmente positivo para el país donde se sitúa, Euskal Herria, a pesar de que, todavía, no tiene una representación propia en organismos internacionales. De este acontecimiento tan singular se pueden deducir numerosos análisis. Ahora, nos centramos en estos cuatro: política, patrimonio, humanidad y banalidad.
Política
Es sobradamente conocido y reiteradamente demostrado que después de la dictadura los sucesivos gobiernos vascos, exceptuando algo el primero, no han tenido ningún interés en la cultura. Solamente por la imprescindible obligación de la recuperación de la lengua propia, el euskara, habiendo confundido la cultura con el espectáculo. No han entendido todavía que la recuperación, mantenimiento, difusión y uso correcto del patrimonio monumental de una nación es, quizá, el mayor símbolo de identidad y su mejor contribución a la cultura universal. En Euskal Herria durante estos años de democracia se han producido tantas barbaridades como en la dictadura con la particularidad que son procesos de auto destrucción y las culpabilidades son evidentes. Han existido y existen una extirpe de responsables de cultura, tanto nacionales, como forales y municipales, que parecen extraídos entre los más incapacitados y calamitosos afiliados que tienen los partidos responsables, mayoritariamente el PNV, quienes han perpetrado además de irreparables atentados, mutilaciones y falsificaciones, las declaraciones más vergonzosas que se han dicho sobre esta materia. Un simple dato: nuestro país ha sido la única comunidad autónoma del Estado que no tenía ningún elemento en la Lista del Patrimonio de la Humanidad.
La brutalidad cometida concretamente contra el patrimonio industrial, de enorme calidad y probablemente el más significativo de la modernidad del pueblo vasco es de una gravedad inmensa y sin parangón europeo en países que no estén en guerra. Causa asombro, y tristeza ente expertos que lo conocen. Existe una extraña sensación que parece otorgar un carácter alóctono, como si no fuera propio del pueblo vasco. No se comprende este desprecio a un repertorio de referencias que ha sido la razón de la prosperidad de nuestro país. Recordemos el programa de Demolición de Ruinas Industriales aprobado por Decreto 162/1993, de 1 de junio. Lamentablemente, se anuncian con todo descaro y se prevén nuevas atrocidades por las diferentes consejerías del Gobierno.
Patrimonio
Eusko Jaurlaritza, no declaró hasta el 20 de mayo de 2003, Decreto 108/2003, el puente Bizkaia como Bien Cultural Calificado con la categoría de Monumento, que ya en 1984 había sido meramente declarado Monumento Histórico-Artístico por un listado recibido del gobierno español. Estamos por tanto, una vez más en la constatación de la dejadez absoluta en materia de patrimonio cultural. Un caso probablemente único en un país elementalmente civilizado en Europa occidental. Su indiferencia ante la declaración del Puente Bizkaia es, de nuevo asombrosamente decepcionante y evidencia que todo sigue igual de mal. A la referida proclamación celebrada en Vilnius, capital de Lithuania, como representación oficial asistió solamente la directora de Patrimonio Cultural, Arantza Arzamendi, una dejación incompresible. Significa que ni siquiera a la Consejera de Cultura le interesa el asunto ni tampoco al lehendakari que para salidas del Tour o finales de copa UEFA está más atento. Con esta radiografía cultural Euskal Herria tiene un futuro muy oscuro.
El reconocimiento obtenido por el Puente Bizkaia, en las actuales deplorables condiciones, ha sido debido, sino no se explica, a las presiones políticas del Rey de los españoles. Este personaje fue, premeditadamente proclamado presidente de honor de la Asociación de Mundial de Puentes Transbordadores en marzo de 2003, con evidente desprecio al lehendakari, por el presidente de la empresa que lo explota El Transbordador de Vizcaya, Javier Cardenal. Ha sido una hábil españolización de la derecha más reaccionaria instalada en nuestro país, adicta a ésta monarquía de implantación fascista, con la implicación de Santiago Ybarra ex presidente de Hispania Nostra y vinculado al periódico El Correo habitual manipulador de extrañas primicias, censurador de opiniones discrepantes y soezmente vengativo con sus críticos.
¿Como es posible que Jaurlaritza haya admitido que la inclusión del Puente haya sido con su denominación errónea Pont Vizcaya y Vizcaya Bridge, en francés e inglés respectivamente, por maniobra premeditada de los concesionarios? ¿La Consejería de Cultura que autoestima tiene para permitir que se atropelle el patrimonio toponímico? ¿A la Consejera y a la Directora les importa algo la correcta identificación de un bien cultural? Por resolución de las Juntas Generales de Bizkaia, de 15 de diciembre de 1986, Norma foral 12/86; se resolvió que la denominación oficial y única de este Territorio fuese, de acuerdo a la toponimia natural del lugar, la vasca, independientemente de la lengua en que se inserte: Bizkaia. ¿No perciben el espantoso ridículo total que se ha tolerado? ¿Hasta cuando admitir todas estas mediocridades en cargos de alta responsabilidad?
Humanidad
Los ciudadanos de muchos países del mundo por medios diversos tendrán ahora más posibilidades de conocer esta estructura y si la información fuese correcta percibirían la idiosincrasia particular del lugar, un área muy desarrollada de Euskal Herria que en aquella época de intensísima industrialización toma conciencia progresiva de su identidad política, social y cultural propia al margen de reino español en que está incluida. La connotación de aspectos de contemporaneidad y novedad, carácter emprendedor, intuición constructiva, tecnología avanzadísima, conocimiento del hierro etc. son valores de enorme importancia a considerar sin los que el puente no hubiese existido. Esta es por tanto, y por ahora, la más reconocida contribución de nuestro país a la cultura universal. Pero también existen otras que ya relataremos otro día.
Banalidad
Cualquier persona con una elemental sensibilidad aprecia, si contempla el puente, una estructura atrayente pero muy alterada. Era una obligación ineludible del comité, compuesto por sólo dos personas miembros de ICOMOS, que en setiembre de 2005 acudió con la misión de evaluar el Puente en su concepto de bien cultural, apreciar y denunciar una situación que es muy evidente Uno de ellos, Michel Cotte, de la Universidad de Nantes, un ingeniero de caminos, sólo lo analizó desde el aspecto de que era antiguo, todavía funcionaba y estaba en buen estado de resistencia. Lamentable. Demostró una inaceptable falta de responsabilidad por su absoluta incapacidad perceptiva de un análisis completo. Es un enorme descrédito que UNESCO confíe en personas con tal precario concepto sobre el patrimonio, su entorno, los añadidos, degradantes etc. y no les importe nada. Es una actitud muy sospechosa que induce a pensar en premeditadas «maniobras de distracción».
La causa de esta lamentable situación son las desafortunadas obras inauguradas en julio de 1999, con asistencia del jefe de las fuerzas armadas antes aludido, que desgraciaron una estructura que durante 105 años era una elegante muestra de funcionalidad, racionalidad y minimalismo. Las primeras responsabilidades son del departamento de Cultura entonces dirigido por una negligente y incapaz diputada Ana Madariaga que autorizó, conscientemente, ilegalidades que consentía el Servicio de Patrimonio Histórico, de prolongada y triste memoria para el territorio.
El objetivo de «turistizar» el monumento, uno de los más graves peligros para su integridad y autenticidad, reiteradamente denunciados por UNESCO, convirtiéndolo en mercancía comerciable ha sido el origen de esta desdichada, que no irreversible, intervención.
El pretender hacer transitable el tablero superior, a 45 metros sobre la pleamar, ha requerido la colocación de un pasillo de madera y que junto con la malla, tipo gallinero, de protección vertical, han desgraciado la elegancia estructural de la larga viga añadiéndole un absurdo peso visual. Para alcanzar dicha altura ha sido preciso instalar un ascensor en cada uno de los lados del puente, además de toda la servidumbre de raíles, cables, plataformas y anclajes. Por todo ello se han obturado los arcos ojivales de las torres correspondientes, que eran una de las escasísimas concesiones formales que tenía la estructura, además de los arcos carpaneles de enlace entre ellas, se ha perdido la simetría y las torres son un envolvente de servidumbres diversas.
Las salas de embarque y las taquillas se han visto superadas por un desproporcionado y zafio bazar donde se vende, además de todo el habitual repertorio del souvenir-basura, botellas de licor, alimentos, complementado con máquinas de refrescos y tabaco en una repelente borrachera formal y cromática. El entorno está contaminado por publicidad de todo tipo y un abuso de mobiliario urbano innecesario creando una imagen sumamente ordinaria. La propia barquilla una rutinaria carrocería sobre una plataforma es otro error queriendo evocar a una unidad del ferrocarril metropolitano, una referencia muy diversa.
Estos recintos anexionados a la estructura del puente constituyen los «añadidos degradantes» de los que insistentemente previene cualquier elemental normativa de protección de un bien cultural. Para mayor confusión, fueron proyectados, y extrañamente autorizados, lo que revela una absoluta ignorancia y dejadez, «en estilo» es decir con un material similar y en idéntico color que la obra original para crear una confusión total entre el puente y este repelente mercadillo incrustado. Entre lo original y lo banal
Todas estas circunstancias dolosas que acompañan al Puente constituyen por tanto una auto-proclamación de desidia e incultura de nuestro país, una burla a los visitantes, y un insulto al Patrimonio de la Humanidad.
Iñaki Uriarte (Arquitecto). Bilbao, 28 de julio de 2006