Piruetas políticas árabes

Los profundos cambios en la estrategia política de las grandes potencias tenían que reflejarse también en el tablero árabe. Y, visto en conjunto, se puede decir que allá se ha registrado un realmente un giro: del radicalismo ideológico al pragmatismo puro y duro.

En los decenios de los 50 y 60, el Oriente Medio disponía de una autonomía política muy restringida: la que surgía de los vaivenes de la guerra fría y, sobre todo, la que toleraba Washington, que había impuesto una especie de pax americana a toda el área. A falta de espacios reales de maniobras, el mundo árabe planteaba batallas ideológicas; sobre todo, en torno a la deseada no coexistencia con Israel.

Pero la desaparición der la URSS a finales del siglo pasado y reducción drástica de la superioridad económica estadounidense frente al resto del mundo, cambiaron automáticamente los parámetros políticos. Y con el cambio aparecieron nuevos protagonistas en el mundo árabe y muchas nuevas reglas de juego.

Ahora, en el primer cuarto del siglo XXI, la pax americana se ha esfumado por razones económicas. Y el vació creado por la inhibición estadounidense ha atraído al escenario a nuevos protagonistas totalmente ajenos al mundo árabe –como Rusia y Turquía– y ha dado alas a potencias menores, como el Irán, Arabia Saudita y los Estado islámicos del Golfo Pérsico.

La situación así creada es aún inestable – y lo será forzosamente hasta que no se resuelva definitivamente la crisis siria. Pero incluso en este panorama fluido actual se pueden observar algunos cambios de gran calado. El primero de todos es el abandono del radicalismo ideológico por un quehacer pragmático. El creciente número de tratados de los países árabes con Israel así lo demuestra.

El otro cambio importante es la cristalización de la política de los Estados árabes en tres alianzas (muy relativas, como todos los pactos de esta parte del mundo) : la formada por los muy conservadores egipcios, emiratos y saudíes; la liderada por el Irán y sus seguidores (no mayoritarios) del Irak, Siria y los hutís yemenitas. Por último –último en importancia y último en solidez–, el eje Qatar-Turquía. Este es el pacto más zarandeado. Por una parte está la aversión ancestral y mutua de turcos y árabes; y por otra parte, Emiratos y Arabia han cambiado su hostilidad agresiva para con Qatar por una política de reaproximación.

Como se puede ver en este reajuste, se trata de un proceso en plena evolución y en el que caben aún grandes cambios. Incluso los avances políticos y militares rusos son menos sólidos de lo que parecen. Y no porque Moscú haya maniobrado equivocadamente en sus alianzas y despliegues armados. Todo lo contrario: aparentemente Rusia es el gran beneficiario de la nueva situación; pero…

La pregunta básica para cuestionar la irrupción rusa es: ¿Podrá afrontar el Kremlin una inversión político-militar que la muchísimo más rica Casa Blanca consideró excesiva?

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