El Ayuntamiento de Bilbao trata de corregir el urbicidio que causó en la romántica plaza Darío de Regoyos para la maldita carrera World Series de coches en julio de 2005 con la presentación pública de los proyectos de recuperación de dicha plaza y la cercana Ramón de Basterra, destruida para construir un aparcamiento subterráneo. Ambas, entradas desde la Gran Vía al Parque, estaban catalogadas como Conjuntos de Conservación Integral, lo que suponía unas condiciones muy estrictas de respeto, que no se cumplieron talando árboles casi centenarios. Fue una operación agresiva, socialmente insultante, fracasada y corrupta, concebida por el concejal de Promoción económica y empleo Ricardo Barkala, que finalizó con un nuevo fraude de nada menos que unos 12 millones de euros y que vergonzosamente sigue en su cargo haciendo méritos para ser el próximo alcalde por el PNV.
Como un simulacro democrático el pasado día 13 en el centro de distrito Barrainkua se ha mostrado algo que ya está decidido, y por tanto irreversible, con asistencia de algunos concejales, miembros del Batzoki de Abando, y ocho ciudadanos, casi todos vecinos convocados por un impreso colocado en los buzones y algún interesado por el patrimonio de la villa.
A unas lógicas preguntas a los técnicos que los exponían, respondidas correctamente a pesar de no coincidir en el criterio proyectual, el Concejal de Obras y Servicios, José Luis Sabas, responsable del atentado cultural que supuso aquella destrucción, allí presente, en una impresentable y grosera actitud, apenas comencé a hablar, se empezó a reír y a gesticular ostentosamente con ánimo de interrumpir y desacreditarme. Al reprocharle su burlesco comportamiento y exigirle una elemental educación y respeto, en una inadmisible actitud prepotente amenazó con expulsarme de la sala.
Estos personajes odian el debate como método de enriquecimiento argumental y desacreditan la tan aludida, pero falsa, participación ciudadana. En medio de aquella despótica evidencia, que sorprendió a todos los presentes, incluso técnicos y políticos, un matrimonio asistente, se levantó y dirigiéndose muy molesto a él dijo: «nos marchamos por su culpa, por usted; es algo vergonzoso».
Tenía oídos testimonios de diversos funcionarios municipales y de otras procedencias sobre su prepotencia, malos modos y ciertas habilidades perceptivas difícilmente demostrables pero fácilmente comprensibles, pero lo de ayer es algo socialmente repugnante. Es condenable que el dinero público sirva para pagar a individuos de tan bajo perfil de civilización, dudosa reputación y pésima tolerancia ante la ciudadanía Al parecer, todavía no se ha desprovisto de las maneras adquiridas en la dictadura por mucho que esté afiliado, por intereses económicos, al PNV. Este histórico partido no debería admitir en su función pública a elementos semejantes; además de éticamente reprobable, es un peligroso descrédito.