Page, la dama de Elx (Elche) y las ensaimadas: una tesis

Llevo varios años trabajando en una hipótesis que me cuesta expresar en público. Voy acumulando datos y teoría, pensando que algún día, quizás, me atreveré a hacer un librito. Hablo del poder de la geografía y en concreto del peso decisivo de la geografía en los Países Catalanes y el enorme condicionamiento que tiene sobre nuestra relación con España –con Madrid, más concretamente.

Me cuesta expresarla en público porque creo que podría ser mal interpretada, por lo que intentaré explicarme con cierta prudencia.

La tesis viene a decir que hasta en el caso de que España lograra aniquilar la base cultural de la nación catalana –la lengua, sobre todo–, el antagonismo geográfico entre esta cadena de valles abierta al mar que define y constituye los Países Catalanes (de ello hablo en esta ‘Pissarreta’ -1-) y la meseta que representa la esencia de España es tal que la crisis política abierta entre los dos espacios seguiría viva.

He dicho esto de la mala interpretación porque alguien podría manipular lo que digo pensando que doy por hecha la aniquilación; y no es eso, en modo alguno. Al contrario. Simplemente resalto, y en esto soy un seguidor acérrimo de Fernand Braudel, que la geografía puede contarnos incluso mejor que la historia el pasado y cómo hemos llegado a ser eso que somos.

Y si hablo hoy del asunto es por la combinación, este fin de semana, de tres noticias que creo que expresan muy bien lo que podríamos llamar un antagonismo, una oposición radical de estos dos bloques dentro de la península, que va más allá de la cuestión nacional. La frase del presidente socialista de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, que dijo que “la riqueza de Cataluña” no es de los catalanes sino de todos los españoles; las reacciones similares, calcadas incluso en la disposición de la frase, en la demanda del regreso de la Dama de Elx (Elche), expresada por el presidente Mazón a Pedro Sánchez; y el rocambolesco episodio de las ensaimadas del aeropuerto de Mallorca, que resulta que no podrán venderse a menos que los hornos de Palma que las hacen trasladen su sede oficial a Madrid.

En su monumental libro «La Méditerranée et le Monde méditerranéen à l’époque de Philippe II» («El Mediterraneo y el Mundo mediterraneo en la época de Felipe II»), Braudel explica algo así como que la geografía es la estructura inmóvil que condiciona, a veces muy lentamente pero siempre inexorablemente, las acciones humanas. Que la geografía es la fuerza que condiciona las posibilidades y límites de la acción humana: las rutas comerciales, la vida económica, los intercambios culturales, el desarrollo, incluso el carácter; en definitiva, las sociedades. Braudel cree tanto, y lo demuestra tanto, que llega a decir que el paisaje es inflexible.

El gran historiador francés murió en 1985 y, por tanto, aunque ya pudo ver con sus ojos el enorme desarrollo de las infraestructuras de transporte contemporáneas, creo que no pudo observar los grandes intentos de transformación de la realidad geográfica que implican obsesiones como la construcción radial de la red española de trenes AVE.

Todos hemos denunciado el carácter absolutamente centralista y centralizador de esta red. Pero no hemos hablado tanto de la misión nacionalista española que de ella se traduce al mismo tiempo que la negativa a unir Valencia y Barcelona. Si me permiten el préstamo, diría que tres siglos intentando ‘terraformar’ (2) nacionalmente el paisaje mediterráneo, sin éxito, han llevado a España a una operación de una monstruosidad económica sin parangón, que ya es casi un intento a la desesperada.

Germà Bel, en el libro ‘España, capital París’ –probablemente, el libro más determinante de estas últimas décadas– lo dejó bien claro. La construcción de la ciudad de Madrid con este proyecto de capital imperial es tan antinatural que obstaculiza incluso la construcción de España como nación-estado. Pasqual Maragall lo había visto antes con sus ojos tan afilados en aquel premonitorio «Madrid se va» (3). Y desde aquel 2001 la cosa no ha hecho sino empeorar. Mucho.

Lo que la historia nos había contado que era una oposición entre dos construcciones nacionales paralelas a partir del siglo XVIII –española y catalana– va, en realidad, creo yo, más allá de lo que pensábamos.

La cosa es tan simple, y tan aguda, que en el proyecto nacional español no cabe una Barcelona, ​​y mucho menos una Valencia o un Alicante, que tengan la aspiración de competir (internamente) con Madrid. El proyecto nacional español, confundido finalmente con el proyecto nacional madrileño, es tan intransigente que sólo acepta la sumisión. Y la subordinación. No de Cataluña o el País Valenciano, sino de sendas capitales. Con el problema de que la realidad no puede aceptar esto, porque va contra cualquier lógica, ante todo de la lógica geográfica. Y porque es demasiado. Simplemente es demasiado y por eso, pase lo que pase y sean capaces de hacer lo que sean capaces de hacer, el antagonismo y el conflicto se mantendrá siempre.

Un ejemplo tan sólo, pero muy significativo: si repasan los titulares de periódicos de los años ochenta y noventa, encontrarán un montón de declaraciones que afirman que es imposible sostener económicamente un vuelo entre Barcelona y Nueva York que no pase por Madrid. La estupidez de AENA viene de entonces. Pero el caso es que hoy existen cinco vuelos diarios a la ciudad estadounidense, prácticamente todos a cargo de compañías americanas. Y el aeropuerto de El Prat no solo tiene vuelos a Nueva York, sino también a Atlanta, Boston, Chicago, Dallas, Filadelfia, Los Ángeles, Miami, San Francisco y Washington. Hay días que llegan a salir no uno sino dieciocho vuelos directos entre Barcelona y Estados Unidos. Y eso, teniendo en contra a las autoridades españolas de toda clase y condición que, siguiendo la plantilla madrileña, trataban de hacer del campo de aviación barcelonés una simple sucursal que alimentara Barajas, sin capacidad competitiva. Pues como esto, todo.

Porque la realidad es muy terca y hay una confrontación geográfica muy básica por detrás. Madrid es un desierto artificial y para regarlo no hay otra solución que poner a su servicio, extractivamente, cualquier trozo de territorio sobre el que tenga poder el Estado que Madrid controla. Y esto origina un conflicto, como es lógico y natural, porque nadie quiere ser aplastado, y en Madrid ni saben hacer ni pueden hacer otra cosa. ¿La prueba? Las ensaimadas no deben poder venderse si no pasan por Madrid, la Dama de Elx solo puede estar en Madrid y el dinero de los catalanes no es de los catalanes sino de un todos mayestático que en realidad quiere decir de Madrid. ¡Ah! Y por si había duda alguna: Ayuso apunta pero Page dispara. Que en eso PP y PSOE son –y lo han demostrado sobradamente– exactamente iguales.

PS1. Algún día tendré que decidirme a hacer un librito con todo esto y explicar de paso que el pancatalanismo –que encaja como un guante en la matriz geográfica del conflicto– debe ser la respuesta. Seguramente no entender algo tan básico como esto ha sido en el pasado y es hoy todavía la gran debilidad del catalanismo.

(1) https://www.vilaweb.cat/noticies/geopolitica-flama-paisos-catalans-pissarreta-partal/

(2) La terraformación es un hipotético proceso orientado a modificar deliberadamente la atmósfera, la temperatura, la topografía o la ecología de un planeta o satélite natural para asemejarlo al entorno de la Tierra y hacerlo adecuado para la vida terrestre.

(3) https://elpais.com/diario/2001/02/27/opinion/983228408_850215.html

VILAWEB

Los castellanos son pobres

Joan Vall Clara

Castilla-La Mancha, la suya, la que gobierna, la que debería hacer crecer, la que debería enriquecer, es pobre. Lo más relevante de la astracanada de García-Page es el explícito reconocimiento de que preside una comunidad pobre, porque la han hecho ellos. Está bien que reconozca que llevan 45 años viviendo de los demás. Está bien que reconozca que estos otros somos los catalanes y está bien que formule con tanta claridad lo que hace tanto que nos quejamos. Consideran que la riqueza de los catalanes es suya y cada año se llevan la que quieren. Pero lo mejor de todo es que esta somera (con perdón de las burras -‘somera’, en catalán, equivale a ‘burra’-) reconozca que su comunidad es pobre y que debe seguir viviendo de la solidaridad de los catalanes y que precisamente nos odian por eso, porque viven de nuestra solidaridad, del expolio fiscal que nosotros sufrimos. Porque 45 años después, para desgracia de todos, suya y nuestra, no tienen otro proyecto estratégico para su tierra que chupar de nuestra ubre. ¿Qué provecho ha sacado de los recursos y recursos que les han llegado por la vía de la solidaridad? ¿Qué riqueza han creado? ¿Qué estrategia económica tienen para salir de la pobreza? Ninguna. Su zona de confort es el subsidio, la subvención, la paga pública, la administración sobredimensionada. La Castilla-La Mancha pobre de hoy no es una herencia del franquismo. Es la que han construido tres presidentes socialistas que han mandado 40 años: Bono, Barreda y Page.

EL PUNT-AVUI