Victoria de la nación vascona, germen del Estado navarro
El 15 de agosto del año 778 fue un hito para la historia mundial. No sólo significó la única derrota del ejército carolingio o franco, el «mejor» existente en la época, sino un acto de determinación de un pueblo como el vascón, celoso de su libertad, que a la postre significó la creación de un Estado soberano para los denominados navarros o vascones independientes.
Carlomagno mandó arrasar la ciudad de los vascones, Iruñea, tras no poder rendir la plaza musulmana de Zaragoza. Acción represiva debida a la neutralidad mostrada por los navarros, ante la acción militar emprendida por los francos contra los musulmanes de la plaza a orillas del Ebro. Esta acción militar contra Iruñea provocó una unidad jamás conocida hasta entonces entre el pueblo vascón, que dejó a un lado sus creencias y diferencias religiosas, que iban desde la cristiana, pasando por la musulmana y acabando por la propia o pagana, uniéndose todos ellos contra el enemigo común, el ejército franco.
La táctica desarrollada por los vascones fue perfecta, estratégicamente hablando. Las tropas navarras, bien organizadas, se reunieron en las proximidades del paso natural de Astorbizkar, cercano a Orreaga. Sabedores de la superioridad de la caballería carolingia, los vascones sacaron partida a su conocimiento del terreno y de la superioridad en otros aspectos existentes en un ejército, lo que actualmente llamaríamos regimientos de artillería, con un armamento más ligero, no por ello menos letal, disponiendo la batalla de forma perfecta, pues la victoria de los navarros fue irremediable por parte franca.
Antecedentes de la batalla
En el año 769, Carlomagno construyó junto a Burdeos la fortaleza de Franciacum, desde donde pretende afianzar la conquista de Vasconia. Pero un jefe vascón le hizo frente durante algún tiempo. Este jefe vascón era Otsoa o Lupo, dux Vasconum. Las tropas francas consiguen ese mismo año controlar la Vasconia del norte del Pirineo, no en cambio así la Vasconia existente al sur de la cordillera, como dejó patente por escrito Eginardo, cronista del emperador Carlomagno, y que nos dice lo siguiente:
«Con la advertencia de que, si no se atenía a lo mandado, tuviera por cierto que penetraría por Vasconia en son de guerra y no se retiraría de ella hasta que se pudiese un término a su desobediencia. Aterrado Lupo por los emisarios del rey, entregó sin dilación a Hunaldo y su mujer, prometiendo sobre eso que ejecutaría cuando mandase».
«Amplió… ciertamente el reino de los Francos… Ya que, si anteriormente éste se limitaba a la parte de la Galia que se extiende entre el Rhin y el Loira, y el Pontiente y el mar baleárico, y parte de Germania…, él, mediante las guerras referidas, se anexionó Aquitania y Vasconia y toda la altura del monte Pirineo, y hasta el río Ebro, el que naciendo en territorio de los navarros y tras discurrir por los fertilísimos campos de Hispania, se derrama en el mar baleárico bajo las murallas de la ciudad de Tortosa; luego toda la Italia…».
En verano de 778 Carlomagno comanda sus tropas y se dirige a Zaragoza tras aliarse con el vali Sulayman Al-Arabi, quien prometía entregar la plaza a orillas del Ebro a cambio de conseguir la alianza con los francos y alcanzar así la independencia con respecto al califato de Córdoba.
Las tropas francas pasaron por la tierra de los navarros sin realizar ningún acto bélico contra los vascones, dejando incluso una guarnición en la capital vascona. Sí en cambio, mantiene numerosos enfrentamientos con los Banu-Qasi, vascones musulmanizados asentados entorno a la ciudad de Tutera.
Tras ello se presenta a las puertas de ciudad de Zaragoza, que encuentra cerradas por orden del nuevo valí de Zaragoza, Husayn. Ante la complejidad de un largo asedio a la ciudad musulmana y las noticias de unas incursiones realizadas por los sajones a través del Rhin, ordena la vuelta de sus tropas a las tierras del imperio franco.
A su regreso con Sulayman Al Arabi como rehén ante posibles represalias provenientes de los musulmanes de Zaragoza, el ejército franco, por mandato de Carlomagno, destruye las murallas y reduce a ruinas Iruñea, capital de los navarros, ante la imposibilidad manifiesta de someterlos.
La batalla de Orreaga
Las tropas francas, tras arrasar la ciudad navarra, toman rumbo al norte, en busca del paso natural de Astobiskar, cercano a Orreaga. Mientras, los navarros comienzan a organizarse. El llamamiento a la guerra alcanza a todos los vascones, no solo a los independientes o navarros, sino también a los vascones del norte del Pirineo, que llevaban sufriendo desde hacía pocos años la imposición franca. También se les unen los vascones musulmanizados o Banu Qasi.
Ante la superioridad de la caballería franca, los navarros se sitúan en el paso pirenaico de Astobiskar. Los navarros atacan con una gran estrategia y un alto poder bélico la retaguardia del ejército franco en las proximidades de Orreaga el 15 de agosto del año 778, asestando así la única derrota conocida a las poderosas tropas del emperador Carlomagno.
Los navarros matan a casi todos los componentes de la retaguardia franca, entre ellos a Roldán, conde de la marca de Bretaña, y se apoderan de sus víveres. Los francos no tuvieron ninguna opción de alcanzar la victoria, debido a la superioridad estratégica de los navarros.
Consecuencias de la victoria
Los navarros prosiguieron su lucha por mantener la independencia ante la doble influencia de francos y cordobeses. A partir del año 800, la presencia franca se hace más firme en el Pirineo, lo que provoca nuevos enfrentamientos entre navarros y francos.
La lucha por el control del territorio se hace intensa, hasta que finalmente Eneko Aritza logra hacerse con el poder en el año 816, con el apoyo de los Banu-Qasi, siendo nombrado rey de Pamplona por los navarros en el año 824, arrancando en ese instante la historia del Estado de los vascones independientes o navarros.