Ya los antiguos romanos, griegos, aztecas, o incluso pueblos como el egipcio, tenían sus “formas” de jugar a mano con una pelota, pero entre nosotros la pelota tiene un origen incluso más remoto y se pierde en el tiempo.
Andoni de Astigarraga, www.euskomedia.org/aunamendi comenta “En Urdiain (Alta Nabarra) se conserva la tradición de que los jentillak jugaban con grandes pelotas de piedra. Una todavía se conservaría cerca de la ermita de Aitziber. Estas noticias están ligadas al uso de la honda, abala, ebillea, del palo lanza-piedras o malota y sobre todo de piedras lanzadas por seres de extraordinaria fuerza: unas veces son éstos los jentillak, otras, los mikolasak, y hasta personajes bíblicos y aun históricos como Sansón o Roldán Por ejemplo en Orozko, donde los jentillak jugaban a la pelota con piedras redondas de cuatro o cinco arrobas, colocándose unos en el monte Untzeta y otros en Santa Marina En Mutriku, en el monte llamado Mendibeltzuburu, hay una gran piedra redondeada (más de 3 m.) llamada Aitzbiribil con la que jugaban los jentillak a la pelota. Lo mismo se dice de un peñasco situado en el mar y que jugando a la pelota los jentillak lo lanzaron desde el monte Arno. Estos lanzamientos de piedras y rocas a gran distancia, bien con motivo de estos fantásticos juegos de pelota o como hazañas aisladas de seres hercúleos, se hallan consignados en gran número de leyendas diseminadas por todo el país. Hasta las peñas de Aya habrían sido lanzadas de un solo puntapié”. En realidad la presencia de muchos bolardos en campas provenientes de catapultas medievales se explicaron por este mito, como en el mencionado castillo de nabarro de Untzueta en el monte del mismo nombre en el término municipal de Orozko –Bizkaia-, por lo que no son tan antiguos al provenir de la ocupación castellana del Oeste nabarro y sus posteriores momentos de insurrección al poder extranjero (s.XII-XIV), la presencia bolardos o proyectiles en el imaginario popular quedaron explicadas por ser pelotas de “jentiles”, al ser aquellos acontecimientos bélicos hechos importantes pero perdidos cuando no prohibidos para la historia o memoria del pueblo vasco.
Pero sí es cierto que hace no mucho, nuestros pastores, jugaban a algo parecido al golf como lo hacían los pastores escoceses, cuna de este deporte, llamado en euskara “perratxe” y un juego parecido al criquet o “anikote” de los que habla Caro Baroja en su libro “Los vascos”.
El origen de la pelota vasca sin embargo, hay que buscarlo en otros restos pétreos de nuestras campas de montaña. Sigue Andoni de Astigarraga: “El espécimen de juego de pelota más antiguo que conocemos es el juego directo practicado en los sorhopilak hasta nuestros días. Estas son explanadas o cumbres de montaña cubiertas de hierba donde el suelo, que es horizontal, es dedicado al juego primitivo de la pelota. De lejos, nada hace sospechar que se trate de un campo de juego, pero aproximándonos se distinguen los eskasak o rayas que delimitan el campo. Corren paralelos, de 15 a 17 metros de distancia, cortados por la mitad por otra raya central y perpendicular. Una piedra plana sirve de botadero. Esa es toda la instalación. La largura del terreno depende de las convenciones que se fijen cada vez. Sobre el juego en las cumbres pastoriles de las montañas la toponimia conserva vivo el recuerdo en algunos nombres.
Lekuona dice que en plena zona de pastoreo hay en el Aralar gipuzkoano una pradera conocida con el nombre pillotasoro y que es muy de observar, a este propósito, el detalle siguiente: «a lo largo», aun jugando en plaza enlosada, hay siempre un saka-arri (piedra de saque o de bote) portátil muchas veces, indicio más que probable de que tal juego originariamente se desarrolló sobre praderas, donde la pelota no bota, y se juega a volea, lo cual hace necesario el citado bota-arri o saka-arri, cuyo uso, si aún hoy se conserva, es quizá como supervivencia, sin finalidad necesaria. La bola de pelota pudo ser fabricada muy bien por el pastor, a base de hilo de lana cardada, que era de su fabricación típica. Blazy nos dice que los emplazamientos de esas praderas son generalmente elegidos a alguna distancia de las viviendas, en los barrios donde los pastores pueden fácilmente reunirse. Se encuentran en la región de Baztán, de Baigorry, en la selva de Haira, en Zuberoa, en Ahuski, etc, etc. Los nombres más conocidos son: Erdigainko sorhoa, Garzelako sorhoa, Meharroztegiko sorhoa, Eroimendi (al pie del pico de Orhi)”.
Primeros documentos
Las primeras referencias escritas sobre el juego de la pelota nos las aportan los musulmanes, por lo que hay quien cree que todos los juegos de pelota surgen de ellos. Es curioso el relato del cronista musulmán Ibn Hayyan: cuando Amrus Ibn Yusuf toma Tudela a principios del siglo IX, corre a Córdoba a congraciarse con el emir cordobés al-Hakan, el cual le agasaja y en su honor disputa con él un partido de pelota con la mano en equipo y otro de individuales.
Puestos a buscar antecedentes escritos, vemos una mención de la pelota (instrumento) en textos históricos escritos de nuestro país del s. XII pero bajo la variante pella. Se halla en Berceo, poeta riojano del Reino de Pamplona-Nabarra, y dice así: «…fue para la Gloriosa…/ movióla con gran ruego, fue ante Dios con ella; / rogó por esta alma que trayen como pella». En el euskara actual de la Baja Nabarra todavía se dice “pella” a la pelota. Consta ya que en el palacio real de Olite de los Reyes de Nabarra existía un «terrado» y «corredor del juego de pelota».
En el propio reino de Nabarra, a la muerte de Enrique I quedó como heredera su hija Juana I (1274-1305), a la sazón de un año de edad. Aun así los reyes de Castilla y Aragón quisieron desposarla por lo que su madre se apresuró y le casó con Felipe el Hermoso, hijo del rey de Francia Felipe el Atrevido, con el que tuvo un hijo, Luis I el Terco (el Obstinado) o Hutín, el cual juró los Fueros nabarros por mandato de las Cortes y no volvió a pisar tierra nabarras; después reinaron vinieron Juan I el Póstumo (1316), hijo del anterior que sólo vivió 5 días, y Felipe II el Largo (1316-20) (hermano de Luis I). Hubo otros 3 reyes nabarros de la Casa Francia hasta que las coronas se volvieron a separar sin que por ello Nabarra viera conculcada su libertad.
Pues bien, el primer rey nabarro mencionado, Luis I el Terco o el Obstinado, murió tras beber agua muy fría tras un partido de pelota. Es una de las primeras referencias históricas a este deporte, es probable que con estos monarcas nabarro-franceses se introdujera el deporte de la pelota en toda Francia, tanto entre los nobles como entre los plebeyos, sería el Jeu Paume (juego de la palma – de la mano -), que consistía en enviar la pelota golpeándola con la mano al terreno del equipo de enfrente como en un juego de estrategia imitando a al guerra donde se ganaba o perdía terreno e igual al que hemos comentado de los prados vascos. De inmediato, el deporte de la pelota se empezó a jugar en plazas, calles o zonas abiertas donde se empezó a provechar los tejados de los comercios.
Cuentan los libros que en París, hacia el año 1292, existían nada menos que trece industrias que fabricaban pelotas, al tiempo que sólo existían ocho librerías y una tienda de tinta para escribir.
Algunos nobles empezaron a jugar en espacios cerrados llamados como el deporte, Paume, que sería los primeros recintos cerrados que se conocen de un deporte, de donde surgiría el trinkete, practicado más en Iparralde. El espacio se reduciría y surgiría el “courte” Paume y el Longue Paume (bote luzea) que se jugaba en toda Francia y en los territorios históricos del reino de Nabarra, pero también en Asturias, Valencia (Llarges) o Castilla (el Largo).
Un doc. de 1331 da cuenta de la reparación de «un tablado para jugar a la palma de mandamiento del seynnor Rey», era Felipe de Evreux, esposo de Juana II de Nabarra. Este juego -jeu de paume en francés-podría ser considerado el antecedente de la pelota a mano a lo largo y se jugaba en los conventos de frailes.
La siguiente cita histórica es ya de fines del s. XV o comienzos del XVI. Habían aparecido ya los guantes de cuero dobles para proteger las manos, guantes que fueron alargados probablemente por los vascos. Con ellos se pasó del “bote luzea” al “laxoa” utilizando la misma casuística. También debieron de aparecer en esos siglos los muros del frontón abierto (delante y detrás), no siendo necesario que el pelotari hiciera rebotar la pelota en el mismo ya que podía alcanzarla a volea.
En 1509 una ordenanza municipal de Bilbao prohibía el acceso de los mozos al cementerio de Santiago para jugar a pelota, pues este se jugaba habitualmente en la propia Iglesia, en su atrio y cementerio.
En 1526 el doctor Johannes Lange atravesó nuestro país y escribió: «El País Vasco, el cual tiene el pueblo rudo: una lengua propia, que nada tiene de común con el galo, latín, francés, alemán y español, donde las muchachas están completamente afeitadas y tocan la pandereta para la danza; saltan en el baile y practican toda agilidad y hasta jugar a la pelota está permitido a los sacerdotes» (Olatz González Abrisketa, «Pelota Vasca. Un ritual, una estética».)
En esta época -dice Blazy-nuestros intrépidos marinos iban a Inglaterra. En la historia de Enrique VII de Inglaterra (1457-1509), aparece un “spaniard” del que no se da su nombre, al que el rey hizo un donativo de 100 libras como recompensa de lo bien que había jugado a la pelota.
Es de creer que este juego se practicaba no solamente en las Islas Británicas sino también en la Península Ibérica, pues Cervantes (1547-1616) en sus «Novelas Ejemplares» (La Gitanilla de Madrid) cuenta lo que sigue de un hombre que se había asociado a una tropa de bohemios y viajaba con ellos de Madrid a Toledo y de ahí a Extremadura. Por donde él pasaba apostaba una cantidad como corredor y saltando mejor que nadie. Jugaba a los bolos y a la pelota de forma extraordinaria; lanzaba la barra con gran fuerza y una singular destreza: en breve tiempo su renombre corrió por todaExtremadura. Por ese tiempo, el poeta Quevedo (1600-1650) sintetizaba toda su filosofía en unos versos que comenzaban en estos términos:
«Sin ser juez de la pelota / juzgar las faltas me agrada».
Jugar a la pelota era una de las pasiones del último rey de la Nabarra libre, Enrique III (IV de Francia, 1572-1610), aleccionado por su madre la reina de Nabarra doña Juana de Albret. Y es bien sabido que en su castillo de Pau (vizcondado independiente de Beárn y adjunto al reino de Nabarra por tener la misma corona), jugaba en el frontón construido en su lado derecho. En este mismo siglo existía un trinquete en Sangüesa y se sabe que se jugaba a «pelota de viento» o «pelota gruesa» en Corella (ambos en Alta Nabarra).
En esa misma época, en el corazón del país de Mixe (Baja Nabarra), cerca de Saint-Palais (Donapaleu), en Garriz, moría un renombrado pelotari. De él solamente conocemos su nombre inscrito en su tumba. El dibujo infantil que recuerda a este atleta, no se asemeja en nada a la estatua que los atenienses elevaron a Aristonicus de Cariste que jugaba habitualmente el partido de pelota con Alejandro; pero en su ingenuidad no deja de constituir el caso un documento auténtico de un valor tanto más estimable ya que hasta el presente es único en su género. Colas, en su valiosa obra sobre las estelas discoidales vascas, señala en la pág. 204 las particularidades siguientes: «Esta inscripción ofrece algunas características de la epigrafía vasca en un grado remarcable. En el primer cuarto, se halla representado un pelotari botando la pelota». Este Gvieem Diriarte debió ser un jugador verdaderamente extraordinario para que el nombre y su retrato pasaran así a la posteridad.
Existen cuadros como en el ayuntamiento de Hondarribia (Gipuzkoa) de los siglos XVI y XVII con jugadores de pelota en la muralla de la ciudad. Hay documentos de viajeros por tierras vascas durante los siglos XVI-XVII hablan de la afición a este deporte (Caro Baroja, “Los vascos”).
Pero la afición seguía también extendida en Francia, así, en 1601 el escritor y viajero inglés Dallington decía en su “The views of France”: “Las Paumes son en Francia más numerosas que las iglesias, los niños nacen con una raqueta en las mano y se diría que hay más jugadores en este país que borrachos en Inglaterra”. Pero con Luis IX, “el rey Sol”, cambió las costumbres y poco a poco la actividad física se convirtió en deplorable, los Paumes fueron sustituidos por los juegos de cartas o el billar, muchos Paumes pasaron a ser teatros a partir de la segunda mitad del siglo XVII.
No fue así en el País Vasco donde se conservó este deporte y evolucionó a Pasaka al usarse un Xirrist o guante corto por primera vez, con el cual no se golpea la pelota sino que se la hace resbalar, alcanzando más velocidad.
Dejando la mano y los diferentes guantes, la primera herramienta usada fue el Battoir o pala, más tarde apareció la raqueta y empezó a usarse una red. Existen muchas modalidades que todavía se juegan (mano a mano, pala, paleta, cesta punta, remonte, modalidad de Trinquete, Xare etc.), algunas otras ya han desaparecido. Las modalidades más antiguas documentadas son las mencionadas de «Bote Luzea», “Pasaka” y el de «Mahai jokoa», anteriores al “Laxoa”. La cesta o “txistera” se inventó tardíamente, en 1860 en Senpere, Lapurdi.
La gran revolución vino en 1850 al usar el látex en la composición de las pelotas traído desde Inglaterra. Aparecen las paredes donde la pelota rebota y el juego gana mucha viveza y dureza, en francés se conocería como juegos del “Ble” (jugar contra la pared), con la pared y las pelotas de látex surgen las diferentes herramientas (Revista Euskal Herria nº34, Iñigo Gallaga y Gema Arrugeta).
Por tanto, la utilización del muro o pared para rebotar daría lugar a la aparición del juego indirecto, blaid, blé o pleka. El frontón abierto o de única pared frontal donde se lanza la pelota, es anterior al de pared frontal e izquierda (s.XVIII), siendo ambos una evolución de los anteriores juegos en campas y las primeras paredes que sólo delimitaban los extremos del campo.
El nombre de Jai-alai (fiesta alegre), con el que se conoce en varios lugares del mundo a los frontones (especialmente a los de cesta-punta), proviene del primer frontón cubierto construido en Donostia que fue bautizado con ese nombre.
Encontramos en Baiona, en el s. XVIII, un recinto pelotazale llamado de Niert, situado en la plaza de Armas o Tanneries, más tarde llamada calle Thiers. Este juego estaba muy en boga en Baiona, y se jugaba también en otras partes, no sólo en los recintos apropiados. Ya sea en plena calle, ya en lugares destinados a tal uso, el juego de la pelota estaba generalizado en el s. XVIII.
En un documento baionés aparece ya el nombre de un pelotari. Encontramos efectivamente, una carta fechada el 25 de julio de 1755, escrita por M. de Lesseps, que dice: «Ayer hubo un gran partido de pelota en la plaza Gramont, que se jugó entre vascos, entre los que se encontraba, con boina, de paisano y en camisa como los demás, M. Hiriart, médico de Macaye, hermano de nuestro antiguo alcalde». En esta región, los sacerdotes que quieren jugar, pueden hacerlo con o sin chaleco, en mangas de camisa; en Bayona, el obispo obligó a los miembros de su clero que quisieran jugar, en la plaza pública o en el trinquete, a ir vestidos con una especie de sotana corta o redingote negra abotonada en el pecho”.
Se dice “ganar sin quitarse la chaquetilla” cuando se gana a algo fácilmente en referencia a las chaquetillas con las que los pelotaris acudían para no tener frío y se quitaban antes de empezar el partido.
Refieren Bozas-Urrutia y Bombín (1976) que el primer partido del que se tenga noticia escrita concreta, es el celebrado en 1720 en Hernani (Gipuzkoa) y que recoge Iztueta. En su obra “Guipuzcoaco Dantza gogoangarrien Condaira edo Historia” (1824), dice éste que en ninguna parte del mundo hay un pueblo que gane a los vascos en la pelota y cita que hace 68 años (h. 1750) 4 gipuzkoanos fueron a Cartagena cumpliendo el compromiso de jugar contra los mejores cuatro jugadores de España y que regresaron después de haberles ganado fácilmente. Se trata de un célebre desafío que debió de tener lugar entre 1754-1755.
En Pamplona, por ejemplo, la afición era tal que invadía las calles, por ello, en 1765 un bando específica los únicos lugares donde jugar era lícito.
Tras la segunda guerra carlista (1872-1876) hizo su aparición en Euskal Herria el frontón comercial de la mano de promotores y capitalistas que lo convirtieron en una empresa floreciente. El viejo frontón Zabalbide de Bilbao fue reconstruido en 1879 por el abuelo de los «Begoñeses», Juan Mata. El primer frontón donostiarra, el de Atocha, se inauguró dos años antes. Según una de las Gacetillas de El Noticiero bilbaíno del 9 de junio de 1886 la afición de los bilbaínos por los partidos de pelota era mucho mayor que la que experimentaban por las corridas de toros. «Los partidos de pelota -especificaba-se verifican a menudo durante todo el año, y constantemente se llena el frontón, que por cierto, caben miles de espectadores, y las corridas de toros no pasan de media docena al año, y la plaza da frío por su soledad, como no sea en las corridas tradicionales de agosto, a que asiste la gente más por costumbre que por entusiasmo, que no brilla ni aun por la multitud de forasteros, de cuya venida son las corridas sólo un accidente del viaje».
El juego de la pelota cruzó el charco: “A partir del s. XVII se difundió en Argentina el tradicional juego. Hay informaciones que señalan a 1780 el año en que se erigió el primer frontón abierto de pared izquierda. A partir de 1820 se construye la serie de frontones trinquetes, que con el tiempo sobrepasarían de 750 los debidamente cerrados y con palcos, y más de 4.000 los abiertos. El juego de la pelota fue el primero que se profesionalizó en la Argentina. Primero fue a mano, desde 1830, en cancha larga; se usó el guante, la paleta y la txistera (cesta punta). El 1° de noviembre de 1882 se inauguró el más famoso de todos los frontones que existieron en la Argentina, la «Plaza Euskara», de pared izquierda, a cuyo frente se plantó un retoño del árbol de Gernika especialmente llevado desde la Villa Foral. Ese día se hicieron presentes el primer intendente (alcalde) de Buenos Aires, don Torcuato de Alvear, altas autoridades nacionales y municipales y la C. D. del Centro Vasco Laurak Bat, que llegó precedida de txistularis y dos grupos de ezpata-dantzaris. Francisco Lapitz, vascófilo nabarro, natural de Irurita, impartió la bendición y se jugó el partido inaugural, un mano a mano, entre Carricalushe, argentino, con pala, y el uruguayo Paysandú (Pedro Zabaleta), con guante”.
Hoy se juega a la llamada “pelota vasca” en todo el territorio del reino de Nabarra, incluso en zonas que ya no hay vascos pero que pertenecieron al reino como el norte de Burgos, Soria, La Rioja o el Beárn, y en aquellos países donde la diáspora vasca, nabarra de nación, ha sido numerosa.
Resumen de varios textos
Aitzol Altuna, Errigoiti Nabarra (2010.3.4)