La historia de la Real Fábrica de Municiones de Eugi es muy parecida a la de su homónima de Orbaizeta, aunque mucho menos conocida. El pasado mes de febrero se cumplieron doscientos cincuenta años de su puesta en marcha. Sus ruinas han permanecido ocultas entre la espesa vegetación hasta hace sólo cinco años, apenas unos pocos las conocíamos y las habíamos visitado anteriormente. A finales de los años ochenta del pasado siglo, se publicó un exhaustivo y valioso trabajo sobre la historia de la vieja fábrica pero, para la gran mayoría de la sociedad se trata de un reciente descubrimiento. Podría ser considerado como el resto más antiguo de actividad netamente industrial de la actual comunidad de Navarra y por tanto debe contar con el reconocimiento como lugar de memoria. Los grandes murallones de sus carboneras, las preciosas arcadas de sillería sobre el río Arga, los restos de los grandes hornos de fundición se han salvado en alguna ocasión “por la campana”, sufriendo por el desconocimiento o quizás la desidia de los responsables de cultura y patrimonio. Hoy por fin, 250 años después de su construcción, el lugar ha sido reconocido como Bien de Interés Cultural y de su preservación como tal todos debemos felicitarnos. Pero vayamos a contar unas pinceladas de su historia (Fig. 1).
Fig. 1 La arcada de Olaberri sobre el río Arga. Foto VME 2009
Como muchas de las instalaciones siderúrgicas de nuestro tiempo, sus orígenes se remontan al Medievo cuando las ferrerías hidráulicas se instalaron a lo largo y ancho de toda nuestra geografía, a orillas de ríos y errekas. El curso alto del río Arga contaba con los tres elementos necesarios y fundamentales para tener una instalación de esas características para trabajar el hierro. Una rica masa boscosa para poder elaborar carbón vegetal que alimentara los hornos, minas cercanas en donde extraer el propio mineral de hierro y un curso de agua capaz de mover las ruedas que, luego transmitirán su movimiento a fuelles y martinetes. La ferrería de Eugi, en el término de Biurreta, es conocida desde finales del siglo XV. Anteriormente a la conquista castellana ya era reconocida por la realización en la misma de cascos, espadas o armaduras para los soldados del reino de Navarra. Pero tras la conquista, en 1535, los señores de dicha ferrería Cristóbal de Bergara y Martin de Aguirre la vendieron con todas sus pertenencias al virrey Marqués de Cañete. Probablemente se encontraba en un lugar, conocido después como Olaondoa, muy cercano al actual núcleo urbano de Eugi y hoy sumergido bajo las aguas del pantano. A partir de entonces se construyeron nuevos edificios aguas arriba del primitivo, en lugares próximos, términos conocidos, obviamente, como Olazar (en la desembocadura de la regata Artesiaga en el Arga) y Olaberri (unos 8 kilómetros al norte de Eugi). Dichos términos se corresponden con los que las descripciones de los militares de finales del XVIII llaman, la fábrica “de abajo” y la “de arriba”. La desde entonces llamada Herrería Real creció a ritmo floreciente aunque las relaciones con los vecinos, como después pasaría en Orbaizeta, no fueran del todo acordes. Tampoco aquí, la presencia de la instalación resultó de excesivo provecho para los pobladores de la zona y el director de la misma, por lo general de alta graduación en el ejército real hispano, por ejemplo, requisaba animales y carretas para el transporte de los distintos materiales (Pérez de Villarreal 1987).
A finales del siglo XVI, Felipe II, trajo hasta la herrería, a un puñado de maestros armeros desde Milan para la realización de cascos, yelmos y armaduras para el ejército imperial. En el Museo de la Real Armería de Madrid se conservan hasta ocho armaduras realizadas en Eugi a principios del siglo XVII (Fig. 2). Pero, el elevado precio del transporte de materiales y útiles y el difícil abastecimiento de los operarios, repercutió desfavorablemente en el precio de los productos por lo que poco después, la mayor producción se trasladó a Tolosa. Además, el desarrollo de la artillería y en general de las armas de fuego, hizo cada vez más obsoleto el uso de armaduras y yelmos. Durante los siguientes ciento cincuenta años la actividad de la instalación fue muy irregular, algunos años nula, y cada vez más enfocada a la realización de municiones para la artillería, como vamos a ver. Desde finales del siglo XVII la Corona había cedido el establecimiento al Marqués de Monterreal, José de Aldaz, el cual era beneficiario de una contrata para el suministro de municiones, fundamentalmente balas de cañón, para el ejército (Fig. 3).
Fig. 2 Armadura de Felipe IV niño realizada en Eugi en 1614. Se conserva en el museo de Armería de Madrid.
Fig. 3 Balas de cañón conservadas en el Centro Olaondo de Eugi Foto: navarranatural.blogspot.com
En 1766, tras los informes previos realizados de las instalaciones de “arriba” y “abajo”, el Real Cuerpo de Artillería decidió la construcción de un nuevo y gran horno de fundición. Aunque ya existían dos hornos en el lugar “de abajo”, los autores del proyecto, el oficial artillero francés Conde de Rostaing y el capitán español Francisco Javier de Clairac, consideraron el lugar “de arriba” como más apropiado. Allí, en Olaberri, comenzó la actividad de la Real Fábrica de Municiones de Eugi con la construcción del horno y la “nueva casa de laborantes”. Durante los años siguientes se fueron conformando todas las instalaciones, siempre con la premisa de que el trabajo en cadena iba a ser un factor esencial en el proceso productivo y eso hacía necesaria una gran coordinación arquitectónica entre las diferentes aéreas. Es precisamente el trabajo en cadena una de las características que aportó la llamada revolución industrial a la sociedad. En 1767 ya había unos doscientos obreros trabajando, al primer horno llamado de Santa Bárbara se había añadido poco después un segundo llamado de Santiago, el camino carretil hasta Zubiri había requerido un importante arreglo, y en solo tres años se habían gastado más de 750.000 reales de plata en el proyecto; las obras siguieron durante los años siguientes. El planteamiento fue concebido para crear una unidad autosuficiente, con funciones eminentemente industriales, pero que debía satisfacer además, necesidades residenciales, de orden, defensa y abastecimiento. La fábrica-población, que ocupaba más de 10.000 metros cuadrados, tenía dos aéreas bien diferenciadas. Al comienzo y tras entrar por el Portal de Pamplona, se encontraba la plaza con la casa palacio, casas del portero y de correos, caballerizas, alojamiento de operarios y capilla. Inmediatamente después aguas arriba, se encontraba el núcleo propiamente fabril con los talleres de refinería y moldería, la oficina de los hornos, carpintería. Al otro lado del río las dos grandes carboneras, de carga superior y situadas a nivel más elevado. Ocho arcos de sillería canalizaban el río en donde se colocaban las ruedas hidráulicas para mover fuelles y martinetes y el recinto lo terminaba cerrando la Puerta de Francia. Desde allí un camino ascendía por entre el hayedo, paralelo al rio hasta alcanzar el puerto de Urtiaga (como es frecuente en la documentación militar el término está confundido por Urkiaga, siendo patente en el lugar la presencia de abedules entre el hayedo). Desde el collado un camino a la izquierda nos lleva hasta la mina de Beodrin y otro a la derecha hasta las de Legartxulo e Istarbegi, minas que suministraban menas abundantes de mineral de hierro, de las clases conocidas como “mina-negra” o “hematites parda”. Como ya habíamos comentado, el producto final fabricado consistía fundamentalmente en balas de cañón de diversos calibres. Cuentan que en las viviendas de Eugi, se conservan algunas de aquellas balas y que llegaron a utilizarse para calentar la leche de los kaikus (Fig. 4).
Fig. 4 Restos de uno de los hornos. Foto: VME 2009
Como curiosidad hay que citar que en 1977 el Teniente Coronel de Ingenieros Antonio Zara, diseñó un proyecto para canalizar el río Arga, (en el plano le llama río Esteribar), para poder transportar las municiones fundidas en Olaberri por vía fluvial hasta la Plaza de Pamplona, en concreto hasta el Molino de Caparroso. El proyecto se desechó por el excesivo coste de la obra.
En 1784, a causa del excesivo consumo de carbón que, pronto, esquilmó los bosques de Kinto Real, el Cuerpo de Artillería pensó en construir un nuevo establecimiento. Ese año iba a nacer la, como decíamos mucho más conocida, Fábrica de Municiones de Orbaizeta. La Real Fábrica de Municiones de Eugi iba a cesar pronto en su actividad hasta que en la última década del siglo XVIII iba a ser destruida por el ejército galo en la guerra de la Convención. Ya nunca más recuperaría su actividad. Sus ruinas fueron poco a poco invadidas por la exuberante vegetación de la orilla del río, hasta quedar casi ocultas. Incluso a mediados de siglo XX se hizo una repoblación de alerces en la zona de la plaza, que aun las iba a ocultar más (Fig. 5).
Fig. 5 Las ruinas en 1978. Foto VME
Hasta tal punto fue así que, en los años ochenta un proyecto oficial de ampliación y mejora de la carretera que atraviesa las ruinas, obviaba las mismas que ni siquiera se hacían constar en los correspondientes planos. Tuvo que ser el prestigioso ingeniero D. Joaquín del Valle de Lersundi el que diera la voz de alarma. Quizás por su denuncia, o por otras razones, el proyecto de ampliación de la carretera no llegó a efecto y la misma sólo se ensanchó hasta la mina de magnesita, unos kilómetros más abajo.
En 2012 se puso en marcha el proyecto turístico Yelmo, que con financiación de fondos europeos (FEDER), estaba destinado a promover el desarrollo económico y social de las localidades navarras de Eugi y Banka en Alduides. El fondo, de casi ochocientos mil euros, se ha dedicado en Eugi al trabajo de recuperación arqueológica de la fábrica de municiones de Olaberri y en Banka a la recuperación del Alto Horno de bronce existente en la localidad. La limpieza con metodología arqueológica, señalización y posterior divulgación de las ruinas mediante visitas guiadas, ha supuesto un hito para el reconocimiento de un importante valor patrimonial industrial, corroborado con la Declaración institucional de Bien de Interés Cultural.
Bibliografía:
RABANAL YUS, Aurora (1987) “Las Reales Fábricas de Eugui y Orbaiceta”. Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Navarra. Iruñea
PEREZ DE VILLARREAL, Vidal (1987) “Ferrerías” Temas de Cultura Popular nº 294. Gobierno de Navarra. Iruñea
GODOY, Jose Antonio (1999) “Armeros milaneses en Navarra, la producción de Eugui” Revista Gladius XIX . Madrid