Ocultar la lengua

Nuevamente se han entregado los premios Ondas, en los que han sido galardonados catalanes del mundo audiovisual, merecidamente. Y un año más, si tenemos que hacer caso de lo que hemos visto y oído, la lengua propia del país, en cuya capital tenía lugar el acto, ha brillado por su ausencia, ya que la lengua vehicular ha sido otra, como siempre. Salvo algunas palabras o frases en catalán, convenientemente traducidas al castellano, por si acaso, el acto se habría podido hacer, exactamente igual, en Jerez de la Frontera, Quintanilla de Onésimo o Santillana del Mar. No entiendo los motivos por los que la organización del evento monta el acto con esta falta de respeto hacia la lengua del país que acoge la celebración y puede encontrar que este uso lingüístico sea lo más normal del mundo. Ni tampoco que los premiados les sigan el juego para no aparecer como desagradecidos o provincianos que emplean el idioma Autonómico, en un acto que es para toda España.

Pues bien, quizás ya es hora de que toda España sepa que mientras, aquí, todos conocemos cuál es su lengua propia y, además, la sabemos hablar, ya toca que se den cuenta que nosotros tenemos otra, distinta de la suya. ¿Pero cómo han de saberlo si no la sienten y los que podrían utilizarla la esconden y hacen escuchar la de ellos, por una mezcla de timidez, sentido mal entendido de la educación y presión organizadora? Justamente, la mala educación consiste en aterrizar en un país concreto, que tiene un idioma nacional característico, y no usarlo. No es admisible que en un acto que tiene lugar en Cataluña, por más que sea retransmitido también para todo el Estado, el catalán no ocupe, al menos, la mitad del tiempo. No es imaginable otra solución lingüística en cualquier país europeo, por pequeño que sea el país y escasos el número de hablantes, que no es el caso. A esto se llama lengua de Estado y es claro que, por ahora, el catalán no lo es ya que, de lo contrario, nadie se vería con fuerzas de hacer todo lo que tiene que soportar. También para esto necesitamos Estado.

Pero, antes, se había producido otro episodio aún más grave, ya que el escenario no era un lugar privado, sino la propia sede del Parlamento, representación máxima de la democracia y la soberanía de nuestro pueblo. Por lo que he visto y escuchado, en la comparecencia de Rato, el idioma usado no fue el catalán, sino el castellano. ¿Por qué? Si el político banquero no sabe catalán, poniéndole un traductor a su lado el tema ya quedaba resuelto y nadie se habría extrañado, ya que es así como funcionan, normalmente, la mayoría de políticos españoles. ¿Pero, desde cuándo la ignorancia lingüística de un solo individuo debe hacer cambiar los usos lingüísticos de toda una cámara parlamentaria, hasta el punto de renunciar a la lengua propia del país y del propio Parlamento? En nuestra cámara se han hecho comparecencias, con traducción simultánea, sin ningún problema, práctica habitual en todos los Parlamentos del mundo, cuando acude alguien que desconoce la lengua del país. Recuerdo ahora la visita del Dalai Lama y, antes, alguna sesión de trabajo del Parlamento Europeo, mucho más compleja por el número de lenguas que había traducir. ¿Pero, por un solo hombre debe morir la lengua de todo un pueblo? ¿Dónde está el sentido de Estado de nuestros parlamentarios? ¡No daba crédito a lo que estaba viendo! ¿Se imaginan la plasticidad expresiva de una imagen, el Parlamento catalán, en la que comparece un exministro español y que debe escuchar las intervenciones de los grupos, integrados supuestamente por ciudadanos españoles como él, con auriculares de traducción automática porque no les entiende cuando hablan, mientras los diputados no necesitan, cuando él habla, porque son competentes en la lengua del visitante? Lo siento, pero esto no tiene nada que ver con un país normal. En aquella sesión, pues, sí que hubo violencia, pero era violencia lingüística.

EL PUNT – AVUI