(Nota: Este artículo debía haberse publicado el 23 de diciembre de 2021 en el diario ARA. Por motivos que se me escapan, pero que me imagino, lo censuraron. Ese mismo día dejé de ser colaborador del diario per voluntat pròpia. Però de este incidente, gravísimo a mi entender, hablaremos la semana próxima. De momento lean el articulo censurado y juzguen ustedes mismos.)
Las soluciones al retroceso del catalán no son fáciles. Ni evidentes. Las acciones a tomar tendrán que ser multidisciplinares ya que los frentes sobre los que habrá que actuar son diversos. Ahora bien, dicho todo esto es necesario, en mi opinión, definir y tener claros determinados hechos que, debido al tradicional miedo catalán a no caer simpático, no se denuncian con suficiente rotundidad y claridad.
El bilingüismo es una trampa. Ya hablaba de ello Josep Pla en un magistral artículo en Destino en 1957. “El bilingüismo es una tragedia indescriptible…”. La institucionalización del bilingüismo sólo ha servido para que quienes no quieran aprender el catalán no tengan que hacerlo. El bilingüismo lleva a que una lengua se coma a la otra. Y si no, que alguien nos ponga un ejemplo donde esto no haya ocurrido.
El catalán tiene enemigos, no adversarios. Muchos catalanes, empezando por la clase política, pecan de la tradicional pusilanimidad que nos caracteriza. Esto debe acabar. El individuo u organización que va contra mi cultura y que, no nos engañemos, quiere verla desaparecida, no es un oponente ni un adversario político. Es un enemigo. Y no valen tibiezas. Ni Ciudadanos ni el PP ni Vox son anticatalanistas. Son, simplemente, anticatalanes. Si en Francia alguien actuara como ellos lo hacen, serían anti-franceses, no anti-francesistas. Contemporizar no es una opción, y eso vale también para la prensa. ¿Qué la actitud puede comportar enfrentamientos y cierta división social? ¡Claro! No se gana ninguna guerra sin enfrentamientos. Tan pacífica y civilizadamente como quieran. Pero radicales y con vocación de confrontación. ¿O creen que a los quintacolumnistas se les combate con lirios?
Una clase política vendida. La sociedad catalana no alberga un porcentaje elevado de anticatalanes -no más que en otros países-. Pero la clase política sí los alberga porque no representan verdaderamente a la ciudadanía catalana, sino que están a salario del partido. Los diputados los nombra el partido y el electorado sólo los refrenda votando la lista cerrada. Los partidos no catalanes (a saber: Vox, PP, PSOE en Catalunya) colocan en las listas a individuos leales al dueño. Y el dueño está en Madrid. Son lo que conocemos como ‘botiflers’ (‘traidores’). Por tanto, no hace falta sorprenderse cuando el señor Illa o Iceta actúan de forma vacilante. Defienden su salario. Nos encontramos con la paradoja de que los diputados de un país centralista, como lo puede ser Francia, defienden mucho mejor los intereses del territorio que aquí. Porque, en Francia, París no puede echar un esbirro de ninguna lista local -el partido se debe al diputado, no al revés-. En conclusión, en Cataluña tenemos un problema muy grave y del que la lengua es el caso paradigmático: tenemos al enemigo en casa.
La inmigración. El enorme volumen de inmigración que ha recibido Cataluña en los últimos veinte años cuesta integrar. Y más sin herramientas (leyes). En cuanto a la lengua, convendría no engañarnos. La inmigración hispanoamericana elige a España por el idioma -de lo contrario irían a lugares más civilizados- y llega a Cataluña sin interés en aprender el catalán. ¿Es esto criticable? No. Simplemente no hace falta. ¿Qué países eligió mayoritariamente el exilio catalán? Hispanoamérica, por no tener que aprender un idioma nuevo. ¿Acaso han aprendido flamenco los catalanes que trabajan en la región de Bruselas? Entonces, ¿por qué deben aprender catalán los hispanohablantes?
Y todo ello sin leyes a favor. Es evidente que el español está presente en Cataluña como lengua. Pero no viene de lejos, no nos engañemos. Nunca ha sido lengua extendida de hace siglos, como los enemigos repiten ‘ad nauseam’. Mi abuelo, nacido en Sarrià, tenía serias dificultades para hablar español. Orwell necesitó un diccionario para moverse con comodidad por Barcelona. ¿El monolingüismo catalán oficial que propugno equivaldría a oprimir al español? No. Quisiera decir que la equiparación 50/50 habría terminado. Querría decir tener herramientas legales para poder hacer discriminación positiva sobre el catalán sin contemplaciones ni miedos. Porque el español no necesita protección.
Conclusión. Todo esto que he enumerado no habla de soluciones. Habla de obstáculos que, en mi opinión, si no se tienen explicitados, harán que cualquier solución que se quiera implementar sea incompleta. Es necesario empezar a ser claros y desagradables. Porque el tema lo merece. Y nada ganaremos con contemplaciones. Cuando alguien, en Estados Unidos, pide discriminación positiva para los blancos todo el mundo tiene claro que está delante de un fascista. En Cataluña, entre la clase política -no entre la población, mayoritariamente por suerte- hay demasiados vendidos, revueltos, renegados, dispuestos a practicar una suerte de fascismo lingüístico si el dueño se lo manda.
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