‘No caes porque seas débil, sino porque piensas que eres fuerte’, dice un proverbio judío que encuentro muy adecuada para la situación actual. El antiguo régimen se mueve coordinadamente desde hace varias semanas. El rey Juan Carlos abdica; Rubalcaba se retira; Duran dice que lo hará; Navarro lo anunció ayer. Podemos pensar, confiados, que el fracaso de la tercera vía lleva a los dirigentes a apartarse. Pero subestimar el poder del adversario es el primer paso hacia la derrota. No sé si los movimientos que vemos estos días llegan a tiempo de frenar el proceso o si llegan tarde. No sé si aciertan y pueden abrir una brecha entre los favorables del derecho de decidir o si nos harán ir más cohesionados hacia el 9-N. Pero me parece más inteligente desconfiar de la jugada del unionismo que reír y pensar que se derrumban.
Estamos preparados, tenemos argumentos y el tejido social es firme y con una capacidad de movilización impresionante. Pero también nos habíamos acostumbrado a avanzar por ausencia de contrincante. Quiero decir que el unionismo no había movido pieza y no había activado un discurso de la tercera vía que prosperase para dividir el soberanismo. Recuerdo que a principios de año pensábamos en ICV y Duran -cuento con que Unió quiere la soberanía plena de Cataluña- como activos junto al proceso de independencia, porque no había oferta. ¿Qué harán si el Estado mueve ficha en este sentido? Quizás al final de todos estos movimientos del antiguo régimen no habrá ninguna oferta. Quizás sólo cambiarán los jugadores para poner otros nuevos con la batería cargada y toda la energía disponible para acometer aún más fuerte contra nosotros. Pero también puede ocurrir que, al volver de vacaciones, nos hayan preparado un castillo de fuegos con promesas de reformas y blindajes y que algunos de los que viajaban en nuestro tren decidan bajar, muy convencidos.
Tenemos mayoría. Todas las encuestas serias indican una mayoría independentista. Y parece más lógico y racional que pueda crecer el bloque independentista más que el unionista. Pero, como decía más arriba, ellos aún no habían empezado a jugar. El periodista Francesc-Marc Álvaro definió la abdicación del rey español como la primera jugada inteligente que hacía el Estado contra el proceso. Exactamente eso pensé aquel lunes a primera hora, cuando empezó a correr que el anuncio de Rajoy sería lo que fue.
No quiero ser derrotista. No lo soy nada. Ni tampoco alarmista. Pero me parece que haremos santamente en no pensar, buenos y confiados, que todos estos cambios llegan tarde y que ya no están a tiempo de cambiar nada. De entrada, tengo la impresión de que la jugada es un obstáculo para la consulta. Espero que no logren su propósito, pero habrá aún más unidad y más firmeza en el bloque soberanista. Ahora podemos perder comba en un debate inútil sobre la república y la monarquía españolas.
Nosotros caminamos hacia la república catalana y los españoles ya decidirán como quieren su Estado. Y, como aprecio la democracia y deseo que se extienda por todo el mundo, preferiría que nuestros vecinos decidieran establecer un sistema republicano en todos sentidos -no sólo respecto del jefe de Estado. Pero ahora este debate no es nuestro. Objetivo: la libertad. Eugeni Xammar lo resumió perfectamente: ‘Con república o sin república, España es España; sin libertad, Cataluña no es Cataluña’.
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