En todas las reuniones y conversaciones que he tenido con representantes de partidos y entidades soberanistas, les he querido explicar los detalles del trabajo y la estrategia de la lucha en el exilio, y he intentado dejar claro que el éxito depende de que se mantenga la coherencia y la firmeza expresadas desde el primer momento en que comparecimos en Bruselas. De manera especial, me ha gustado poder hacerlo con todos los compañeros que fueron encarcelados y condenados injustamente, con los que nos hemos encontrado en Bélgica y en la Cataluña del Norte. A todos ellos les he dado detalles de las razones que nos impulsan a mantener la pugna con el Estado español mientras se mantenga el estado de represión que alteró la celebración del referéndum del 1 de octubre y desencadenó una persecución sin precedentes contra las instituciones nacionales y todo el movimiento independentista.
En todos estos años he sido muy respetuoso con las estrategias de defensa que se han seguido desde el interior; creo que nadie podrá decir que he interferido de manera alguna ni he querido condicionar las decisiones que cada uno consideró oportuno tomar. El resultado tanto de todo el proceso de prisión preventiva, abusiva y arbitraria, como del juicio y de los indultos es ajeno a lo que yo haya podido decir o hacer durante todos estos años. Esta fue mi posición y he procurado ser fiel a ella siempre.
En consecuencia, no debe sorprender a nadie que pida lo mismo para con los que compartimos la lucha en el exilio. Pido que nadie hable por nosotros, que no interfieran en nuestra estrategia buscando atajos que no queremos. Cuatro años de exilio nos han reafirmado en la idea de que la solución al conflicto entre Cataluña y España es política y es colectiva; que no hay salidas personales ni soluciones a medida de nadie.
A todos los que se me han dirigido, con toda la buena intención del mundo -que agradezco profundamente- para proponerme itinerarios de resolución de nuestra situación personal les he dicho lo mismo, sin ningún riesgo de confusión: la prioridad es la resolución del conflicto político, que puede tener como consecuencia la resolución de las situaciones de los miles de personas afectadas por la represión. En este sentido, siempre he defendido que la amnistía forma parte de la fórmula para la resolución del conflicto, y no dejaremos nunca de reclamarla con insistencia, naturalmente no a cambio de la renuncia a la autodeterminación.
Pido, pues, respecto. Lo pido también a mi govern por si ha tenido o tiene la tentación de incluir esta «salida personal» en las conversaciones que mantiene con el gobierno español. Ni buscamos ningún indulto anticipado ni creemos que esta opción aporte solución alguna al conflicto, y desde luego no en las más de tres mil personas afectadas por la represión.
Es posible que nuestra estrategia salga mal. Y que tengamos que afrontar dos escenarios negativos: uno, el peor, la extradición al Estado español y una condena segura a muchos años de prisión, vista la imposibilidad de un juicio justo e independiente; el otro, malo y triste pero no tan tenebroso, es el de tener que permanecer mucho tiempo en el exilio. No nos resignamos, pero sería de una gran ligereza e irresponsabilidad que no estuviéramos preparados para estos escenarios. Nos preparamos cada día, de hecho, y somos conscientes de que ahora mismo son los únicos escenarios que el Estado español prevé, a los que dedica esfuerzos e ingentes cantidades de dinero (de los cuales, por cierto, ahora mismo nadie rinde cuentas).
Pero también es posible, y para ello trabajamos todos los días, que nuestra estrategia alcance los objetivos que nos hemos propuesto, circunstancia para la que también estamos preparados. No nos hemos rendido nunca y no lo haremos ahora que ha comenzado una fase tan decisiva y tan largamente preparada. Tenemos argumentos sólidos y ya hemos acumulado algunas evidencias que refuerzan nuestra posición. Ya no es sólo una teoría elaborada al principio de nuestra vida en el exilio, cargada de incertidumbres, amenazas y precariedad, sino una ruta que sabemos que se puede recorrer y que nos ha permitido confrontarnos con el Estado de manera inteligente.
Emprendí el camino del exilio para defender la legitimidad de mis actos como president de Cataluña, para defender la institución que representaba por mandato del Parlamento, y para defender la declaración de independencia como acto político sobre el que trazar la ruta hasta el reconocimiento internacional de la república catalana. Teníamos que combatir el golpe de estado del 155 en las mejores condiciones para poder hacerlo.
En cuatro años no lo hemos acertado todo, pero hemos cumplido con nuestro deber y hemos asumido una vida difícil no exenta de riesgo permanente para mantener nuestra posición y continuar el combate democrático contra un Estado demofóbico. El camino de nuestro regreso debe venir inspirado por este compromiso. Ciertamente, volver como personas libres, tal como éramos cuando emprendimos el camino del exilio, es una idea que me acompaña cada día cuando me levanto y cuando me voy a dormir. Pero desde entonces hemos asumido la defensa de una institución atacada con violencia por los poderes del Estado. Y yo no tengo el derecho de abandonarla para obtener a cambio una supuesta normalización de mi vida y vivir en un Estado que no ha normalizado su democracia.
Alguien ha dicho que tengo que formar parte de la solución al conflicto, pero los que lo dicen temo que quieren decir otra cosa. A estas alturas ya nos conocemos. Sin embargo, si se cree que tengo una parte de responsabilidad en un verdadero proceso de negociación política con el Estado español, sin condiciones previas y con toda la ambición que se le ha de suponer, la puedo asumir perfectamente desde mi vida en el exilio. No es necesario que previamente me arreglen nada. Y pido, por tanto, que mi situación personal no forme parte de ninguna agenda de la llamada mesa de diálogo acordada por ERC y el gobierno español ni de ninguna conversación bilateral.
*130º Presidente de la Generalidad Y EURODIPUTADO
EL PUNT-AVUI