Nada más empezar este 2025, Òmnium Cultural, a través de su presidente, Xavier Antich, ha hecho pública su posición actual con relación al futuro nacional de Cataluña. Òmnium, con 180.000 socios, es una de las entidades más relevantes del país y es normal que los medios de comunicación se hayan hecho eco de ello y que mucha gente le haya prestado atención. Yo también lo he hecho y, después de reflexionar, debo decir que el pronunciamiento de Òmnium me parece decepcionante. Profundamente decepcionante. Por muy eufónicas que sean algunas de las frases que se han dicho, por elevado que haya sido el tono en el que se han pronunciado, todo el discurso es una declaración pública de derrota, un llamamiento al retroceso, una exhortación a sustituir la independencia de Cataluña por una contemporización conservadora dedicada a la gestión de migajas. Y es paradójico, dado que todos los procesos de independencia llegan precisamente cuando los pueblos oprimidos están hartos de gestionar migajas, es decir, cuando se dan cuenta de que es justamente esta gestión la que les roba el tiempo y la energía necesarios para convertirse en gestores de una nación plenamente libre y soberana.
Se diría, de acuerdo con este discurso, que estemos en los años noventa del pasado siglo y que el 1 de Octubre de 2017 no haya existido. Porque ya se decía, treinta años atrás, que era necesario “dar un giro de 180 grados”, que “los próximos años son vitales para enderezar el rumbo del catalanismo y posibilitar nuevos escenarios futuros para la conquista de nuestra libertad”, que “la lengua es la columna vertebral de la nación y en esta misión de país debemos garantizar que el catalán llegue a todo el mundo”… Frases, frases y más frases que, a fuerza de repetirlas se convierten en una letanía, una cantinela que, justamente por el hecho de serlo, tiene un efecto desactivador.
Prestemos atención a este otro fragmento: “Esto es la construcción nacional: sumar nuevos catalanes a un país que quiere volver a ser tierra de oportunidades, hacer crecer el sentimiento de pertenencia, aglutinar mayorías, combatir las desigualdades y la exclusión, garantizar la cohesión social, fortalecer la lengua y la cultura para hacerlas accesibles a todo el mundo, poner el talento y la inteligencia colectiva del país al servicio de éste grandísimo objetivo”. De entrada, ya vemos que es un discurso inocuo y sin fecha, un conjunto de palabras que encuentra su equivalente en aquellas cajas de efectos especiales y sonidos incidentales a la carta tan utilizados por la radio y el cine. Los sonidos y efectos son siempre los mismos, pero como el escenario y la situación son diferentes, ya hacen el hecho, que es de lo que se trata. En política, esta caja de discursos fragmentados ‘ad hoc’ es moneda corriente. Los hay para todos los gustos y sirven igualmente para un Once de Septiembre que para la Flama (Llama) del Canigó.
Estamos, lisa y llanamente, ante un discurso desmovilizador –todo el sustrato lo es– que viene a decir al pueblo catalán que la independencia ahora no toca, que hay que aplazarla un par de generaciones, que lo que ahora toca es recoser, es “enderezar el rumbo”, fomentar “sentimiento”, “sumar nuevos catalanes” (¿“ampliar la base”, señor Antich?) y, en definitiva, centrarse en la igualdad, la lengua, la cultura y la construcción nacional. Y aquí es donde nos dan gato por liebre, porque el verdadero propósito del discurso es desacreditar indirectamente a todos los sectores no claudicantes, tratarlos de radicales, de descabellados, y de transmitir la idea de que “hay que poner sensatez” en vez de boicotear a Pedro Sánchez y desestabilizar el gobierno español. Ahora, pues, se trata de tenernos entretenidos «construyendo» mayorías. ¿Pero qué mayorías? Si los partidos independentistas ya fueron mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya y, mira por dónde, nunca una mayoría absoluta había sido tan invisible e inútil.
El mensaje actual de Òmnium es muy diáfano, por mucho envoltorio literario que lleve, y se resume en una sola palabra: inmovilismo. Se nos pide subrepticiamente, que gestionemos las migajas, que hagamos autonomismo, que hagamos política de pájaro en mano, que tratemos de arañar alguna competencia y algún milloncito en Madrid, que seamos agradecidos con los elogios que nos dedica Pedro Sánchez y que practiquemos el reencuentro y el diálogo. Y así, con todo el independentismo ocupado con la igualdad, la cohesión, la lengua, la cultura, etc., no habrá ningún peligro de veleidad independentista, porque la energía que requieren estas áreas y otras muchas no permite concentrarse en la liberación nacional. Pues bien, es necesario responder que se pueden aplicar paliativos, eso sí, pero que la solución pasa por la Cataluña Estado. Porque es cuando tienes Estado, cuando puedes legislar para proteger tu idioma; es cuando tienes Estado, cuando tu cultura se hace respetar; es cuando tienes Estado, cuando tu tierra genera oportunidades y sentimiento de pertenencia; es cuando tienes Estado, cuando dispones de justicia propia y tribunales propios para luchar contra las desigualdades y la exclusión social; es, evidente, cuando tienes voz y voto en Naciones Unidas, cuando el mundo te identifica y respeta tu singularidad.
Así las cosas, no es de extrañar que el presidente de Òmnium haya sido tan vehemente y gesticulador en la expresión de su discurso. Estos aditamentos, innecesarios cuando el mensaje es potente y comprometido, son un requisito básico para maquillar el inmovilismo y la resignación. Pero hay otro elemento inquietante en el discurso de Òmnium, que es que al escuchar al señor Antich, se tiene la sensación de escuchar a Oriol Junqueras y Joan Tardà, porque tanto el mensaje como el tono son exactamente los mismos. De hecho, hace tiempo que, más allá del nombre, cuesta diferenciar a Òmnium Cultural de Esquerra Republicana. Esto, claro, no significa que todos los socios comulguen con ello. Es necesario diferenciar la masa social de los lugares estratégicos desde donde se maneja el cotarro. Habrá que ver, por tanto, qué hacen los socios para salvaguardar no sólo el buen nombre de la entidad, sino la propia entidad. Muy significativo, por cierto, el silencio de Òmnium en la ignominiosa tomadura de pelo de Esquerra, entregando el país al gobierno nacionalista español de Salvador Illa a cambio de que éste, como informaba el diario Ara, mantuviera “uno de cada cuatro altos cargos del Gobierno de ERC”. Y como quien calla consiente, será que Òmnium considera que la “construcción nacional” de Cataluña se hace con la Generalitat gobernada por Pedro Sánchez. Pedro Sánchez y Madrid, constructores nacionales de Cataluña.
Ni que decir tiene que a esta situación no se habría llegado con Muriel Casals, pero la perdimos y hoy tenemos una entidad que Esquerra utiliza para llevar al país a su molino, que es el de aparcar la independencia, evitar la confrontación con España y cultivar la concordia con el gobierno de aquel país; como si la concordia entre el amo y el cautivo fuera posible sin el sometimiento del segundo. Todos los puntos que recoge el discurso de Òmnium, por voz de Xavier Antich, es decir, la lengua, la cultura, la cohesión, las oportunidades, las políticas sociales… son de imposible desarrollo en régimen de cautiverio. Para poder salvaguardar tus derechos, para poder mejorar tu vida en todas sus vertientes, lo primero que debes hacer es tener su control, el control absoluto; ¿y cómo lo ejercerás, si no eres libre? ¿Cómo vas a ejercerlo, si estás tan atareado con la cotidianidad? Toda energía que el cautivo no dedica a su liberación, es energía que consolida su cautiverio. Es en el ‘ser’ en donde debemos concentrar nuestra energía, no en el “estar”. Estaremos bien cuando podamos ser lo que somos.
EL MÓN