Fue en un viaje estival de 1965 cuando por primera vez visité Chipre, y la isla ya estaba dividida. Nicosia tan pegada al Oriente Medio, es la última capital de Europa con una «línea verde», como aconteció durante quince años también en Beirut, que separa la población de los sectores griegochipriota y turcochipriota.
No olvidaré aquella emoción, al deambular, al atardecer, por la calle Ledra y toparme, de repente, con las barricadas, los muros de su división. Calles obstruidas, bruscamente cerradas por muros de piedra, por barricadas donde crecía la hierba, por bidones rellenos de tierra, con banderas y garitas de centinelas, a veces rodeadas de macetas de flores, como en la estrecha y animada calle Ledra.
La «línea verde» atraviesa el corazón de la antigua ciudad amurallada por los venecianos. Si la calle Ledra, popular calle comercial del sector griego, fuese transitada, se podría llegar, en un abrir y cerrar de ojos, al núcleo de la metrópoli con la gran mezquita de la parte turca de Santa Sofia, catedral en la época de los cruzados. Cerca del hotel Ledra, con un destacamento de soldados de la ONU, hubo durante muchos años el único acceso de un lado a otro de la ciudad. Las tentativas de hace un par de años de dejar expedito este camino no tuvieron éxito.
Los habitantes de la isla continúan viviendo separados: los griegochirpriotas al sureste en el sesenta por ciento de su territorio y la minoría turca en el noroeste en el resto de la superficie de la isla de Afrodita. La división no comenzó en 1974 cuando hubo la intervención militar de Turquía tras el fallido golpe de estado contra el presidente Makarios, fomentado desde Atenas por la «junta de coroneles» con el propósito de unir Chipre a Grecia- el antiguo sueño de la Enosis-, sino en 1963 después de sangrientas luchas civiles que forzaron el despliegue de soldados de la primera organización internacional.
Fue el general Peter Young quien trazó con lápiz esta línea de demarcación. El sector turco de la ciudad, que se llama en su lengua Lefkosia, ha guardado el estilo de las poblaciones de la república turca, con las omnipresentes estatuas, bustos, imágenes de Kemal Ataturk en las calles del centro urbano de modestos edificios, con las recoletas callejuelas alrededor de la gran mezquita.
Hay una pequeña republica en el Mediterráneo Oriental que nadie reconoce, a excepción del gobierno de Ankara, con su población, su territorio, su ejército, su frontera… Es la llamada «República turca del norte de Chipre», proclamada en 1976. Esta pequeña entidad ha quedado aislada tras la «línea verde » que no sólo divide la capital, sino su territorio de un parte a otra de la isla, aproximadamente desde Lefka a Famagusta, que fue ocupada en el verano de 1974 y cuya población griega tuvo que refugiarse en el sur.
La operación militar turca agravó la división. Durante un tiempo, a los extranjeros que visitaban el estado chipriota, miembro desde el año 2004 de la Unión Europea, los funcionarios griegos les recomendaban que no hiciesen compras en el sector turco, y sobre todo que regresasen antes del crepúsculo, si no querían encontrar su paso fronterizo del hotel Ledra cerrado.
El embargo económico, las dificultades para exportar a Europa, han agravado las diferencias del nivel de vida entre ambas poblaciones. Esta «línea verde» con soldados griegos chipriotas, militares de la ONU, soldados turcochipriotas, se prolonga en la también denominada «línea Atila» de ciento ochenta kilómetros, que se extiende entre el este y el oeste de la isla.
En su «zona tampón» de 346 kilómetros de superficie viven diez mil personas en varias aldeas. Sólo algunas veces ha habido víctimas al intentar cruzar la demarcación, como varios griegochipriotas que murieron en manos de los soldados turcos. En 2004 se relajó el acceso entre ambas zonas, y hace un par de años hubo una ilusión popular cuando se desmanteló una parte de la línea de demarcación y se hizo un paso peatonal en la famosa calle Ledra. Pero la euforia fue muy efímera. La unificación de Chipre no está a la vuelta de la esquina.