VEO, oigo, leo, el asalto de los desheredados negros a las vallas de Ceuta y Melilla, y se me ocurre escribir el mismo artículo que, desde hace tiempo, emborrono, lo doy a la luz y, con ello, pretendo hacer descargo de conciencia. Hago, hipócrita, lo que los otros hipócritas de mi alrededor, cristianos ellos, Dios en la boca y no en el corazón, sabedor de que con lo que digo no me creo exculpado. Me come la vergüenza de estar atrincherado en la comodidad cómplice que nos adormece. Hoy me viene el ramalazo de cuando los días del nacional-catolicismo mandaba el general, y escuché lo de «ama a tu prójimo, como a ti mismo». No se nos dijo qué prójimo era próximo , el más cerca, el que, a nuestro costado, sufre rechazo y condena injusta. Digo que los negros de Ceuta y Melilla hoy son mis prójimos , y no hay disculpa para rechazarlos manu militari , con disparos a la tripa. No explican los exegetas de los textos bíblicos por qué hay gente castigada con pigmentación negra, o cobriza, a las que se les negó la condición humana y la posesión de alma. Tampoco la tuvieron las mujeres hasta el Concilio de Trento, asunto resuelto por un solo voto. Los negros estimados como animales, y como tales comprados y vendidos a cambio de espejos, rifles, licor y parasoles. A sus países, caprichosamente trazados con cartabón y compás militar, ya expoliados, y casi exhaustos, se les dio, a la vez, capacidad de decisión, gobernantes marioneta, fusiles de repetición, tanques y el sida. Otra vez quedaban a merced de buscadores de minas y pozos de petróleo. Expulsados por el hambre y la guerra, llegan a nuestra puerta y como respuesta los recibimos a culatazos. A uno de estos fugitivos le oí decir: «primero nos quitaron nuestros dioses, la lengua, la cultura, nos hicieron cristianos, y cuando llegamos a países cristianos no nos admiten». Otro: «venimos a coger lo que nos quitaron». Cierto o no, las iglesias positivas, tan preocupadas por salvar almas, dejan la cosa a desmano. En sus homilías de domingo, sólo hablan de la carta de San Pablo a los Corintios, del paso de los israelitas por el Mar Muerto o Sansón y los filisteos. De los negros abandonados, nada. Sólo los misioneros, esos locos iluminados, se ocupan de ellos, y aquí recuerdo a Don Pancho y su mula mal aparejada perdido por las trochas del altiplano en busca de almas de inditos, flotando en el alcohol y coca suministrado por los buscadores de minas y petróleo. Allí no estén los quicos ,los legionarios de Cristo , ni otras sectas que no menciono por cautelosa prudencia. El Evangelio incumplido. Lo políticamente correcto , guía y faro de las nuevas conveniencias. Los negros, al parecer, siguen sin tener alma, y quien los hizo negros y no blancos podía respondernos de este bochorno. Se sabe que cuatrocientas familias del globo terráqueo tienen ingresos superiores a más de cuatrocientos cincuenta millones de hambrientos. Y muchos de esos ingresos vienen de África, pobres negros.
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