Necesitamos un Gobierno, sí. ¿Pero para hacer qué?

Necesitamos un Gobierno, sí. Creo que todos estamos de acuerdo. Toda nación necesita un gobierno nacional. Cataluña también, claro. Se entiende, por tanto, que haya tanta gente que lo reclame. Uno de los argumentos más reiterados es que necesitamos un gobierno para afrontar los retos sociales que tenemos. Hay temas sociales que afectan a millones de personas y que piden ser resueltos, es cierto. Es cierto y muy triste. Es tan triste, que resulta inmoral que hagamos creer a la gente que una vez constituido el nuevo govern el coronavirus emigrará a otra galaxia, que los pequeños empresarios y los autónomos recuperarán el dinero perdido, que los parados recuperarán su puesto de trabajo y que las bolsas de desahucios y de personas en el umbral de la pobreza se desinflará de golpe. Es inmoral, porque es mentira. Sí, mentira. Y hay que tener muy buena fe para creerlo, o tener mucha cara para hacerlo creer.

La crisis social causada por la pandemia no es un problema exclusivo de Cataluña, es un problema mundial. La opresión española que sufre Cataluña, sí es un problema catalán. Y es imposible que Cataluña pueda resolver ninguno de sus problemas sociales sin tener los poderes, las herramientas y la financiación de un Estado propio. En otras palabras: una nación amenazada, amordazada, esposada, encarcelada, exiliada y expoliada nunca puede resolver ninguno de sus problemas sociales sin haberse liberado primero de todas estas cadenas. Esto, que de tan obvio resulta que casi da vergüenza tener que repetirlo, es escondido deliberadamente tanto por los que quieren mantener cautiva a Cataluña como por quienes, llamándose independentistas, hacen política autonomista. Y se entiende perfectamente que ambos lo escondan, porque no hacerlo les dejaría sin el pienso necesario para continuar haciendo demagogia sobre la cuestión.

Si el españolismo reconociera que una Cataluña esposada no puede solucionar sus problemas sociales, estaría haciendo campaña a favor de la independencia; y si fuera el independentismo moderado quien lo reconociera, éste se quedaría sin excusas para sostener su inmovilismo. Fijémonos cómo el autodenominado independentismo moderado coincide con el españolismo (desde el Ibex 35 hasta Podemos) a la hora de justificar la necesidad de que Cataluña tenga un gobierno. «Un govern que nos ayude a salir de la crisis, un govern que nos saque del pozo, un govern que haga posible la recuperación de la economía, un govern que garantice la estabilidad política, económica y social…». Palabras y más palabras demagógicas que utilizan una verdad irrefutable, el ahogo de Cataluña, con el fin de alejarla de la independencia y entretenerla en la política del día a día. Y resulta que mientras estás ocupado gestionando las migajas no te preocupas por coger el pan entero.

Alguien de buena fe puede decir que de acuerdo, que la independencia sí, pero mientras ésta no llega, ¿qué hacemos con los problemas cotidianos? La simple formulación de esta pregunta ya lleva implícita la renuncia a la libertad, porque es evidente que cada día de nuestra vida tendremos problemas cotidianos por resolver. Cada día. Y mientras estos problemas nos parezcan más importantes que la libertad nunca seremos libres. En otras palabras, quien antepone la cotidianidad a la libertad nos está diciendo que para él el cautiverio no es ningún problema. Es probable que, para disimular, añada que, en todo caso, una cosa no quita la otra. Es decir, que se puede luchar por las dos, el bienestar social y la independencia. Grave error, sin embargo. Porque sin libertad ningún ser vivo ni ningún pueblo pueden forjar su vida. No hay bienestar social sin libertad. El bienestar social es la excusa de quien se ha acomodado a la cautividad.

Por lo tanto, volviendo al punto de partida, necesitamos un Govern, sí. ¿Pero para hacer qué? No tenemos un presidente en el exilio, ni medio gobierno en prisión, ni miles de catalanes perseguidos para acabar haciendo una charleta alrededor de una mesa con el PSOE; no hemos hecho manifestaciones de dos millones de personas, las más multitudinarias del planeta, ni hemos sido apaleados por España, ni hemos ganado un referéndum de autodeterminación, para acabar teniendo un gobierno autonomista disfrazado de independentista, haciendo política autonomista, gestionando migajas autonomistas y legitimando al gobierno español a cambio de unos indultos.

La demanda de un indulto es la demanda de un perdón, y sólo pide ser perdonado quien cree haber cometido un delito. El esclavo pide perdón al dueño por haber osado actuar como un ser libre, y por el hecho de pedirlo ya está aceptando su autoridad y legitimando sus leyes. Digámoslo una vez más. Necesitamos Govern, sí. Pero un govern nacional, no el gobierno de una Comunidad Autónoma. Necesitamos un govern que cumpla el mandato del Uno de Octubre y el mandato de las últimas elecciones con victoria independentista de un 52%. Necesitamos un govern verdaderamente nacional, por dos razones: porque ningún gobierno autonomista solucionará nunca los problemas sociales de Cataluña y que las consecuencias de tener un gobierno autonomista son infinitamente peores de las que conlleva la opción de la libertad.

Cuando una nación no es libre, el problema social más importante que tiene planteado es el cautiverio. Todas las fuerzas que saque de la poca energía que le queda equivaldrán a empezar la casa por el tejado y, en el mejor de los casos, a perder el tiempo sin ir a la raíz del problema. El bienestar social sólo se puede edificar sobre la base de la libertad. La libertad, obviamente, no garantiza el bienestar social, pero la opresión la hace imposible.

EL MÓN