Son ataudes muy humildes, de madera pobre, casi livianos. Algunos están cubviertos con mantas, o telas verdes. A hombros los introducen en el santuario del imam Ali, en la ciudad santa de los chiís de Nayaf. Los porteadores dan tres vueltas al sarcófago de oro y plata. Los creyentes besan con unción las labradas rejas, las columnas preciosas.
Bajo la gran cúpula esta enterrado el venerado Imán. Todo es luz, resplandor de lámparas y de aranas de cristal. Desde antiguo se acumulan los tesoros, los presentes ofrecidos por sultanes, príncipes, potentados. Los fieles se arremolinan junto a la tumba hacia la que avanzan los frágiles ataúdes trasnsportados por los chiis.
Cuando oscurece encienden las luces de neon sobre las fachadas de mosaico de cerámica azul o turquesa con arabescos amarrillos y blancos en los que hay escritos versículos del Coran. Las grandes puertas de oro y plata quedan también iluminadas.
Para protegerlas del desgaste -los devotos musulmanes las besan, las acarician- han sido recubiertas de mamparas de vidrio. Cada dos minutos llega un ataúd al santuario desde todos los lugares del Irak, del Irán, de otros países musulmanes con comunidades chiís.
Nayaf desde hace siglos, vive de los muertos. La ciudad es próspera ,muy bien vigilada, y después de los enfrentamientos armados del verano del 2004 cuando en el santuario se atrincheraron fanáticos seguidores del imán Muktada Sadr, combatidos por los marines estadounidenses que les asediaron, Nayaf ha ido ganando paulatinamente, la paz.
La desaparición de sus turbulentos milicianos oscurantistas la había hecho muy insegura.»Hace tres años -me cuenta el periodista local Saad Faradain- vendí mi kalacnikov. Sentí entonces que ya no había peligro en la ciudad». Nayaf es una población levítica, sede de ayatollashs como Ali el Sistani, el dirigente reliogioso más influyente de Irak, que vive en una humilde casa cerca del santuario y no lejos de donde residio en su exilio el imán Komeini de Iran, cuya alquilada vivienda fue demolida hace anos por su propietario, Al K Hakim, Baschir Nayafi, Mohamd Esmak Alfayna.
Hay centenares de mezquitas, huseinias, madradsas, fundaciones piadosas, hospitales, escuelas coránicas, hoteles para peregrinos. Los iraníes son los más numerosos. Pero ni en Nayaf ni en otras ciudades como Basora o Karbala son populares, les encuentran altaneros inclus xenófobos, y saben que les detestan.
«Ninguno hace el esfuerzo de hablar árabe mientras que aquí los comerciantes- me dice el dueño de un pequeño hotel- chapurrean el farsi. La gente les acoge porque tienen dinero, «no hay que olvidar que durante la guerra de ocho años entre Irak e Irán no hubo deserciones, tal como se habia especulado, de los soldados chiis del ejército de Sadam Hussein dominado por los sunis, que combatían a sus correligionarios persas.
Las calles de Nayaf con sus zocos, están siempre muy concurridas. Van y vienen los enturbantados imames y jeques, estudiantes con libros en las manos o llevando ordenadores portatiles.
En la ciudad hay buenas bibliotecas públicas y privadas, ahora se celebra una feria del libro árabe, y es cuna de grandes poetas como Mohamad Mahdi Al Jawahiri, al que Sadam Hussein no permitiá que fuese sepultado en su tierra.
Un promedio de veinte mil peregrinos procedentes de muchos países como la India y Paquistán, visitan cada día este lugar santo que en las grandes fiestas chiís, pueden alcanzar centenares de miles de personas.
El peregrinaje religioso es parte de su actividad comercial. Nayaf persume de tener el cementerio más grande del mundo con una superficie de once por doce kilómetros cuadrados, un tentacular cementerio que envuelve esta ciudad de ciento cincuenta mil habitantes.
A partir derl siglo XIX cobró gran inmportancia al convertirse muchos sunís al chiismo. Nayaf es también el ultimo destino de fervorosos chiis persas que eligieron el inmenso cementerio el Wadi Salam el Valle de la paz, o la Casa de la paz, para yacer en sus tumbas.
Los chiis creen que la vecindad de sus sepulturas con santuario del imán Ali es más beneficiosa que setencientos años de oraciones. También hay judios, cristianos y musulmanes enterrados en el Monte de los Olivos de Jerusalén, donde corren que debe aparecer el Mesias y sonar las trompetas de la resurrección.
El cementerio es una gran ciudad, con plazas, calles, barrios que se puede atravesar en automóvil. Hay lotes de tierra de cincuenta metros cuadrados en los que se pueden construir sepulturas.
El cementerio es una acumulación de capas de cadáveres depositadas desde hace mil años. En un muro situado en la parte mas nueva, hay un letrero que reza «Prohibido enterrar en mitad de la calle».
En ciertos parajes de esta necropolios monótona, sin relieve, ocre, se han excavado pequeñas tumbas que obstaculizan el paso por sus veredas. Pero el Valle de la paz, la Casa de la paz, con sus nichos, sepulturas de ladrillos casas de varias habitaciones para enterrar sus difuntos, a diferencia del Cairo con su ciudad de los muertos donde se hacinan un millón de egipcios entre sus tumbas, es el absoluto imperio de los que murieron.
Hay un sector con fotografías de los enterrados, de sepulturas decoradas con flores de trapo, guirnaldas de colores, banderas del islam y imágenes de descollantes dirigentes chiis, en el que fueron enterrados los combatientes muertos en el asesino del mausoleo por los marines estadounidenses.
En una plazuela hay las covachuelas de agentes funerarios, los pequenos talleres de artesanos que graban las lápidas, escriben epitafios para los muertos. Los cadáveres deben ser cuidadosamente lavados, preparados para su inhunmación, envueltos en blancos sudarios de algodón, o en mizaras, tejidos preciosos a veces de seda, con bordados versiculos del Coran.
Los habitantes de Naaf estan acostumbrados a este vastisimo cementerio que , ademas para muchos de ellos, es su mejor medio de vida. La ciudad no es sólo levítica, medieval, sino sorprendentemente moderna, donde según rumores se consumen bebidas alcohólicas e incluso viven gays, con jardines municipales, modernos edificios, cafeterías, restaurantes, y lujosos automóviles de la marca Volvo circulando por sus calles, en orden y en paz.